El accidente, capítulo 20 de "La deriva"
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El accidente, capítulo 20 de "La deriva"
-¿Ahogado? No es posible. Mi padre sabía nadar. No puede haberse ahogado.
Gabriel no sale de su estupor. No lo cree, piensa que tiene que ser una confusión, que se trata de otra persona
-Es su padre, no hay la menor duda, llevaba encima la documentación-dice el policía al otro lado de la línea
-pero ¿cómo es posible?-dijo Gabriel con la voz quebrada
-parece ser que se cayó desde un puente al río. Fue en la madrugada del jueves, creemos que pudo tropezar con el pretil del puente o resbalar, por lo que ha dicho el forense ocurrió de madrugada, en esa zona casi no hay luz, lo descubrió el panadero a las seis de la mañana cuando iba a hacer el reparto-comentó el policía como si le estuviera leyendo el informe
-no lo entiendo ¿qué hacia mi padre de madrugada en ese sitio?
-a nosotros nos ha extrañado tanto como a usted. Perdone que se lo pregunte pero tenia su padre motivos para suicidarse
-ninguno, absolutamente ninguno, se lo puedo asegurar. Era una persona equilibrada, sin grandes problemas en la vida, no salgo de mi asombro, de verdad que me parece increíble
-estamos realizando la investigación, nuestra primera hipótesis es que se trata de un desgraciado accidente, se golpeó en la cabeza con una piedra al caer, debió de perder el conocimiento y al quedar boca abajo en el agua se ahogó. A esas horas nadie le pudo socorrer. Necesitamos que se desplace lo antes posible al juzgado de Villalba para identificar el cadáver.
-si, si, desde luego
Gabriel colgó el teléfono, quedándose con la sensación de que le estaban gastando una broma pesada. Su padre se había marchado a disfrutar unas tranquilas vacaciones, nada más inocente que unos días en el campo, ¿lo habría decidido así como parte de un plan cuyo objetivo final era el suicidio?, le conocía demasiado bien para creer en esa posibilidad, alguna vez le había escuchado comentar que el suicidio era una cobardía, que había que tener dignidad ante el sufrimiento. El policía no habló de asesinato y no lo hizo, sencillamente, porque era imposible que alguien pudiera albergar la intención de matarle ¿qué enemigos tenia su padre? Que él supiera no los tenia, tuvo que haber sido un accidente, esa maldita manía de pasear a todas horas, de día y de noche, de noche también y eso que le atracaron dos veces, ¡dios mío, que forma tan absurda de morirse!. Gabriel se quedó un rato con la cabeza entre las manos, aturdido por la sorpresa. Llamó a Laura para contárselo, Gabi acababa de terminar el desayuno y estaba jugando en su habitación
-¿qué te ocurre, papá?
-nada hijo, ven -dijo Gabriel estrechándolo entre sus brazos, dentro de un poquito va a venir mama y te vas a quedar con ella,
-vale, puedo jugar a la gameboy,
-ahora no, Gabi,
-entonces, puedo ver la tele
-bueno, pero solo hasta que venga tu madre
Gabi camina encogido, tiene pavor a que le toquen la cicatriz de la barriga, coge el mando y pone canal disney. Gabriel piensa en cómo se lo va a decir, será mejor esperar a que él pregunte por su abuelo, cuando lo haga le dará una versión suave, que subió al cielo y esas cosas. Laura acaba de llegar, se abrazan, ella es de esas personas que no reprimen sus sentimientos y que a la vez están acostumbradas a mostrar las actitudes más acordes a cada situación. En el caso de Laura hay una mezcla de las dos inclinaciones, su educación sentimental y su educación social van de la mano, llora porque es lo que procede y llora porque lo siente, son dos afluentes que, uniéndose, hacen que llore mucho, tanto que el paquete de kleenex se agota, formando una montaña de papeles arrugados sobre la mesita de la sala
-me voy ahora mismo Laura, cuanto antes se resuelvan estos trámites mejor
-está bien, no te preocupes que yo me encargo de Gabi-dice Laura ensayando una caricia en el rostro de su marido.
El viaje a Villalba lo hizo como un autómata, buscando en su interior una explicación racional, necesitaba darle sentido a ésta muerte. Si de cualquier suceso quería saber la causa, el porqué, si esa era su forma de enfocar los hechos más triviales ¿Cómo no iba a estrujarse el cerebro con un hecho tan inusual, extraño y sorprendente? Del juzgado le mandaron a la comisaría, que era donde estaba el depósito de cadáveres. Allí le recibió el teniente Gutiérrez que le dio el pésame, en el sótano, en una cámara lúgubre iluminada por tubos de neón, les atendió un individuo con bata, delgado como un palo de béisbol ,de espaldas cargadas y expresión siniestra, un remedo de Fagín(ese repulsivo personaje de Dickens) que contestó con un gruñido a las indicaciones del teniente . Aquel habitante de los bajos fondos se dirigió maquinalmente hacia la izquierda, buscando entre los nichos de acero el número ocho, los fue palpando como si fuera ciego, hasta que dio con el que supuestamente contenía el cuerpo de su padre. El subordinado manipuló el picaporte que cedió con facilidad, como si no fuera necesario accionarlo. Repitió la operación, esta vez tirando de una especie de camilla móvil en la que se posaba un cuerpo cubierto por una sábana, el teniente levantó la sábana y sin preguntarle nada miró a Gabriel, éste asintió con un gesto. Era su padre, estaba desnudo, tenía la cara hinchada y la piel blanquecina, los labios y los párpados tumefactos. Gabriel se puso pálido y sintió que se mareaba, ¿se encuentra bien? le preguntó Gutiérrez, que al mismo tiempo ordenó con un movimiento de cabeza al otro, que devolviera el cuerpo a las sombras. Venga conmigo, le dijo a Gabriel, agarrándole por el codo. Se metieron en el montacargas y subieron al primer piso. Gutiérrez le llevó a un despacho insonorizado por acolchados grises, le invitó a sentarse, después, con mucha calma, se sirvió un café y ofreció otro a Gabriel, que rehusó. Seguidamente se acomodó con parsimonia en el sillón que estaba detrás de una mesa de melamima y sacó un paquete de Ducados del bolsillo de la americana. Descabezó la envoltura de plástico, retiró el papel plateado y, tras quitarle el filtro, ofreció un cigarrillo a Gabriel, que igualmente rechazó. Se encogió de hombros, llevó el pitillo a sus labios y lo encendió, indolente, con un zippo plateado. Gutiérrez tenia aspecto de policía de mediados del siglo pasado, el traje le quedaba corto, las perneras se le pegaban a las piernas como si tuvieran imán, la chaqueta, del mismo color marrón que los pantalones, no alcanzaba a cubrirle las muñecas, la camisa, que alguna vez había sido blanca, tenía el cuello sucio y desgastado. Su rostro enjuto parecía atacado de viruela, sin embargo Gabriel tuvo la impresión de que como policía era competente
-no le vamos a entretener mucho-dijo por fin parándose a chupar el cigarrillo- para nosotros está muy claro, ha sido un accidente lamentable. Son cosas que pasan, mala suerte
-¿se le va a hacer autopsia?-preguntó Gabriel
- no lo estimamos necesario -respondió Gutiérrez
-¿puedo llevármelo entonces?
-si, por supuesto, solamente tiene que firmar unos papeles
-¿Cuándo puedo firmarlos?
-nos falta la autorización del juez y del médico forense, pero puede usted volver a Coruña y arreglar los trámites allí, mañana estará todo listo
.-de acuerdo, gracias por facilitarnos las cosas-dijo Gabriel dándole la mano
-lo sentimos, no nos agrada dar estas noticias
Los días posteriores fueron una caja de sorpresas, las exequias se celebraron en la intimidad, se cumplieron con los ritos de rigor: velatorio, entierro y funeral. Como suele suceder en estos casos aparecieron amigos y conocidos, familiares cercanos y lejanos, se recibieron cartas y telegramas dando las condolencias. El funeral fue especialmente emotivo, el padre Damián realizó un panegírico de la figura de su padre, hablo de él más como amigo que como feligrés, su voz expresaba la emoción que sentía. Hasta aquí todo transcurrió según el guión previsto, pero donde verdaderamente comenzaron las sorpresas fue con el testamento. No porque en su redacción José hubiera introducido cláusulas inesperadas, era un testamento usual en el que dejaba todos sus bienes a partes iguales a sus dos hijos: Esperanza y Gabriel. El problema era que el pasivo del patrimonio superaba con creces al activo, dicho de otra manera que tenia muchas más deudas que bienes. La explicación se la dio el padre Damián cuando les comentó la adicción al juego de José que le había precipitado a un abismo sin freno durante los últimos meses, todo había sido tan rápido que él no había podido alertarles. Gabriel se quedó de piedra: no les dejaba más que deudas. En esa situación y previo acuerdo con su hermana se vieron obligados a repudiar la herencia ante notario. Fue triste, Gabriel sentía como si a quién estuviera repudiando fuera a su propio padre, pero no le dejaba salida, la hipoteca de la casa suponía una carga que no podían asumir, además existía un pagaré a nombre de un tal Carlos Encinas por valor de diez mil euros. Por la mente de Gabriel volvió a rondar la idea del suicidio de su padre. Posiblemente nunca sabría con certeza si lo había hecho o no. Pero lo cierto es que ahora si podría existir un motivo.
Berta deseaba tener el primer contacto con su hermana cuando ya estuviera instalada, pero al leer en el periódico la noticia de la muerte de José no tuvo más remedio que hacer acto de presencia en el tanatorio. Previamente llamó a Juana, la redactora de local en la zona de a terra chá, para preguntarle por el caso “muy extraño-le dijo, o accidente o suicidio, la versión oficial será accidente”. La versión oficial siempre es accidente, la sociedad es pudorosa, los familiares no admiten fácilmente una hipótesis que les haría sentirse culpables, no soportamos el remordimiento, queremos pensar que las desgracias son golpes del azar, que la muerte puede presentarse de múltiples formas pero que no la buscamos ni la provocamos. Es una certeza en la que no se debe pensar y cuando fatalmente llega la hora es….un accidente. Las dudas, si existen, quedan para la conciencia de cada uno, el suicidio es la peste moderna, los que han tenido contacto con el suicida se convierten en apestados o lo que es peor son juzgados como instigadores o verdugos. No es de extrañar que Gabriel y Laura se aferren a la explicación accidental, es lo que haría cualquiera, si no hay evidencias claras ,como una nota de despedida o la aún más incuestionable del medio de ejecución: sea pistola, pastillas o veneno. Berta no se proponía mencionar o sugerir nada de esto, le bastaba con su propio caos, primero tenia que resolver su vida, esa era su prioridad.
Cuando llegó a la funeraria de Cuatro Caminos empezaba a caer un aguacero, corrió hasta la puerta de entrada donde se habían refugiado los dos o tres pequeños grupos que hacia un momento estaban charlando en el exterior, no reconoció a nadie, tras bajar unas escaleras preguntó en una oficina acristalada por la salita donde estaba el cuerpo amortajado de José, es esa que tiene enfrente le dijo un hombre de aire tristón como correspondía a sus funciones, cruzó el vestíbulo que estaba atestado de gente y entró en una sala cuadrada, apenas iluminada, en la que sillones verdes pegados unos a otros formaban diferentes alineaciones, cuatro seguidos, tres por dos en ángulo recto, tres por tres en el centro de la habitación, respaldo contra respaldo, todos ocupados, en uno de estos vio a Laura, se besaron con cierta frialdad. Berta buscó a Gabriel, lo encontró ante el cristal que cerraba la estancia climatizada donde exponían el féretro de su padre. Lo habían dispuesto con la tapa abierta y el rostro maquillado y apacible. Junto al féretro habían colocado dos coronas muy vistosas sobre caballetes de madera. Gabriel miraba a su padre en silencio, con las manos unidas a la espalda
-lo siento mucho, Gabriel
-gracias Berta, ¿desde cuando estás en Coruña?
-llegué hace seis días, no, siete –dijo Berta dudando
-¿ya has encontrado casa?
-si, he alquilado un piso en la ciudad vieja, ¿cómo está Gabi? tengo muchas ganas de verlo
-ahora bien, se está recuperando de una operación de apendicitis
-¿no me digas?, no sabia nada
Un matrimonio mayor pide disculpas por interrumpir la conversación y le dan el pésame a Gabriel. Berta aprovecha para retirase discretamente, antes de salir le dice a Laura que la llamará en cuanto pueda.
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
"El mar está aquí, en tu silencio".
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- Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20
Re: El accidente"fragmento de La deriva"
Sigo leyendo, amigo mío.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares