Gabriel"capítulo 2 de "La deriva"
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- Ramón Carballal
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Gabriel"capítulo 2 de "La deriva"
¿Cuántas veces pensó en cambiarse de nombre? Unas cuantas. Él era ateo o agnóstico, no lo tenía demasiado claro, pero desde luego lo que no era es creyente. Le fastidiaba llevar el nombre de un arcángel. Ni más ni menos el ángel del señor que anunció a María la inmaculada concepción. Él se enorgullecía de ser consecuente. “Soy un hombre de principios, si no te quedan principios ¿qué eres? Nada”. Al final no se lo cambió y eso que anunciaron a bombo y platillo la posibilidad de hacerlo con la nueva normativa del Registro civil. Eso es, que cada uno se ponga el nombre que le de la gana. Pero lo cierto es que lo dejó como estaba, total para qué si le llamaban gabi o gabri o gabo y si eligiera otro nombre le llamarían por algún diminutivo repelente al que tendría que corresponder porque se trata de un cariño, un código de afectos en el que hay que entrar, una ridícula complicidad que no indica intimidad por mucho que se empeñen, y precisamente lo va a comprobar ahora que Martín, el camarero, se acerca:
-¿Qué, gabo, otra cañita?
y Gabriel se le queda mirando y le dice:
-tú por qué me llamas gabo, ¿ te has creído que soy Garcia Márquez?, anda que hay que aguantar cada cosa
-has oído al señor, ahora hay que tratarle de usted-dice Martín, dirigiéndose a su compañero de servicio.
Pepe que lleva mucho tiempo en el oficio, tercia, y le pone otra cerveza con unas quisquillas. Gabriel acepta la disculpa encubierta y se pone a desmenuzar las cáscaras de los minúsculos crustáceos operando sobre ellos con la facilidad que le otorgan unas uñas demasiado largas. Busca y encuentra la carne blanca que parece una larva de gusano, con agilidad se la lleva a la boca y la degusta con manifiesto placer. “Están de muerte, Pepe”- le dice chupándose los dedos pringosos. Doce años, uno detrás de otro, acudiendo a este bar. Gabriel, además de tener sólidos principios, es hombre de costumbres, y otra costumbre dicta su ley a la una y media de la tarde: es la hora de recoger a gabi a la salida del colegio. Si, porque él, que reniega de su nombre, resulta que a su hijo le ha puesto Gabriel , a sabiendas, como él mismo dice, de que le llamarán gabito, gabin o gabete, para diferenciarlo de su padre ,y es que en algo hay que diferenciarlo ya que el niño es clavado a él: robusto, moreno, pelo negro rizado, zambo. Quizá de ahí le venga esa manía de querer cambiarse el nombre porque lo puede jurar cuando Gabriel junior nació se parecía más a su madre, o por lo menos tenia esa indefinición en el físico propia de cualquier bebé, su piel era sonrosada como la de un cerdito recién nacido, el pelo incipiente tendía al rubio ceniza, sus cejas eran dos líneas punteadas, sus ojos apenas se podían entrever bajo dos rayas protectoras, aunque él por pura curiosidad paternal lo había puesto más de una mañana en la claridad de la ventana y opinaba, con más deseo que fundamento, que no serían oscuros; se equivocaba, a medida que iban pasando los meses el rostro y el cuerpo de este segundo Gabriel reproducía la apariencia de su progenitor masculino, incluido el color marrón de sus ojos, ya empezaba a oír por todas partes: “desde luego, no puedes negar que es hijo tuyo” y no podía negarlo, solo faltaría, además, ¡que caray!, estaba orgulloso de que se pareciera a él, no porque fuera más guapo o más inteligente que su madre-más bien al contrario-sino porque no había remedio y cuando no hay remedio es mejor aceptar las cosas como son, sin más. Es la hora, por tanto, de recoger a gabi, así le llamaremos a partir de ahora. Gabriel paga la consumición y se despide de Pepe:”adiós, Pepe, me espera el chaval”. Pepe le hace un gesto con la mano. Gabriel tiene mucho tiempo libre, el horario en la Academia donde imparte clases de francés le permite atender algunas de sus aficiones, como leer o ir al cine, precisamente mientras espera la salida de gabi suele sentarse en los bancos del parque que están enfrente del colegio y lee el periódico que compra cinco minutos antes en el quiosco de Manuel que queda de camino. Se sienta y espera a que suene el timbre, después una de las maestras hace girar la llave y los niños salen en estampida, mezclados los mayores con los pequeños, lo que motiva, de continuo, la queja de algunos padres que penetran en el interior contra corriente, en busca de sus retoños desperdigados por todo el patio. Gabriel deja que la avalancha decrezca, seguro de que gabi, que está bien entrenado, le esperará en el sitio indicado, al pie de la escaleras que dan acceso a las clases de primaria. Mira el reloj: la una y treinta y dos, un minuto más y entrará a por gabi. Es tan metódico que tienen que pasar tres minutos, exactamente. Gabi sabe que su padre es de los últimos en entrar, por eso no se acerca a las escaleras hasta que pasa un rato, mientras tanto, juega a las chapas con David y Samuel a los que sus padres recogen siempre tarde. Gabi tiene seis años y está en tercero de infantil. Es un niño despierto, muy activo, con algunos problemas de concentración. A Gabriel, que tiene cuarenta años, le exaspera esa actividad frenética que demuestran los niños a esta edad: saltos, requiebros, idas y venidas, golpes, pedorretas. Pero a gabi hay que perdonárselo todo porque es muy cariñoso y a su padre se le alegra el día cuando le ve venir corriendo a darle una abrazo como si llevaran siglos sin verse y se aprieta contra sus piernas como si quisiera fundirse con él. Luego vuelven a casa de la mano, el padre amaina su larga zancada para que el niño pueda seguirle, eligen la ruta del paseo marítimo cuando, como hoy, el día esta claro y pica el sol. Gabi no puede reprimirse en dar el parte:
-¿sabes qué, papa?
-no, dime
- a Pablo le castigó la profe porque le dio una patada a Marta
-¿no estarías tú por el medio?
-¿yo?, noo
-porque ya sabes que hay que portarse bien y decir toda la verdad
-si ,ya lo sé ,papá
-¿seguro?
-bueno, hay una cosita que tengo que decirte
-haber ¿que pasó?-Gabriel se lo temía
-es que me castigo a mí también, pero un poquito nada más
-¿que hiciste?
-fue culpa de Joaquín, que me perseguía
-cuantas veces te tengo dicho que en clase hay que estarse quietecito y atender a la profesora
-ya lo sé, papá, pero es que ese niño es un pesado
-mira, si ese u otro niño te molestan, se lo dices a la profe
-si se lo digo, pero no me hace caso-protesta gabi
Gabriel hace el gesto de resignación que repite todos los días, pero valora la honradez de su hijo al decirle la verdad: “éste es como yo, va a tener principios”-se dice orgulloso, y le hace una caricia a gabi mientras envara el torso para dar mayor dignidad a su caminar pausado. Su casa no está lejos del colegio, precisamente eligieron ese por la proximidad al domicilio. Es el colegio público donde estudió la madre de gabi: Laura. Laura estará terminando de preparar la comida. Cuando lleguen, a las dos en punto, gabi ya tendrá el plato de puré preparado; ella intenta, como una buena madre, que la dieta de su hijo sea equilibrada: verduras, carne, huevos, leche, hidratos, cereales; no lo tiene difícil ya que gabi es un comilón y nada más llegar, después de lavarse las manos, empezará a comer, demasiado deprisa según su madre, y en poco mas de quince minutos acabará con los dos platos y el postre; Laura está satisfecha y repite con frecuencia que es una suerte que el niño tenga ese apetito, lo dice porque ella de niña era un desastre y solo comía huevo frito y leche, nada más. Gabriel asiente, son dos padres entregados, protectores, cuya vida propia se ha anulado para construir entre los dos la de su hijo, han renunciado a su libertad individual y se han instalado en la rutina, Gabriel, a veces, protesta: ¿por qué no salimos alguna noche? ¿Y si hiciéramos una viaje a…..? Es inútil, para Laura lo mejor que se le puede ofrecer a un niño es seguridad, y la seguridad pasa por lo inmutable, lo programado, lo que el niño espera cada día de los días que se suceden, iguales unos a otros, y lo peor es el abotargamiento, la incomunicación y la falta de alicientes, que Gabriel combate con calculados desahogos, como ese partidillo de fútbol sala con los amigos donde a base de pelotazos descarga toda la tensión acumulada, y esas cañas que se toman después ,antes de volver a casa, y tener que escuchar los reproches de sus respectivas esposas, porque el aliento les huele a cerveza y ellas se preguntan qué han ido a hacer, si deporte o juerga, y ellos se justifican diciendo que hay que charlar un poco con los amigos y que los sudores dan mucha sed y que ahora están mejor, más relajados y hasta hay alguno, como Gabriel, que se pone juguetón con su mujer, aunque sea lunes y al día siguiente tenga que ir a trabajar, pero enseguida ella se lo recuerda y le dice que está cansada de arreglar la casa, cuidar al niño mientras tú te diviertes y atender a su madre que llama todas las noches para preguntar por su nieto y lo único que hace es desbaratarle el programa y más de una vez ha tenido que colgarle el teléfono porque el niño se ha metido no sabe dónde y ha oído un ruido raro o se ha puesto a llorar y que lo siente, que tiene que salir pitando a ver lo que ha hecho y que adiós, luego su suegra se enfada y le da las quejas a él, que si es desagradable, que ella cuido a dos niños y siempre tenia una sonrisa en la boca y que además vivió con sus suegros y se llevaban perfectamente, así que ella está de mal humor y el intento habrá que dejarlo para otra ocasión y sí ,tiene razón, hay que irse a dormir que, la verdad, él también está cansado, casi no se mueve durante seis días y llega el lunes y corre como si tuviera veinte años, luego lo paga con las agujetas, cualquier día le va a dar un infarto, tendría que hacer un poco de footing a diario pero le da pereza, en fin, mañana será otro día ; los dos se van a dormir temprano, primero uno y luego el otro, ocupando cada cuál su lado de la cama, espalda contra espalda., en ese hueco completamente definido, una especie de molde en el que sus cuerpos encajan a la perfección, dos cuencas vacías que rellenan cada noche, deformando el colchón que, justo en su medio, exhibe una protuberancia , un símbolo que ellos no parecen percibir, pues hace mucho que en sus sueños ya actúan como si fueran únicos y no lo son, se dan cuenta, cuando gabi, a las tres, a las cuatro y a las cinco de la madrugada les despierta con sus pesadillas de juegos de niños que discuten entre sí, hasta que llama a Laura, primero a su madre, que se levanta y le da de beber de la botella de agua mineral y le manda dormir, así tres veces, a la cuarta le toca a Gabriel, al que le pide hacer pis, y el niño hace pis por fuera de la taza del váter, porque está tan dormido que no atina, gabi por fin recupera el sosiego y duerme placidamente, pero ya son las seis de la mañana y tanto él como ella se concentran en aprovechar esos sesenta minutos que restan para que suene el despertador, lo que conseguirán, él cuando falten veinte minutos y ella cuando falten cinco minutos, y como siempre Gabriel le dirá a Laura que se quede un poco más, total no tiene que ir a trabajar hasta la tarde, que ya se ocupa él de gabi. Son las siete y el despertador suena como una batería de timbres insolentes, se inicia un nuevo día.
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
"El mar está aquí, en tu silencio".
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Re: Gabriel"fragmento de La deriva"
Lo he disfrutado muchísimo, querido amigo. Mil perdones por la tardanza en responder.
Abrazos y felicidad.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
- Ventura Morón
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Re: Gabriel"fragmento de La deriva"
Un placer de lectura Ramón. Gracias siempre por compartir
Abrazos
- Ramón Carballal
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Re: Gabriel"fragmento de La deriva"
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- Ramón Carballal
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Re: Gabriel"fragmento de La deriva"
Gracias, Ventura, por leerme y por el comentario que me dejas. Un abrazo.Ventura Morón escribió:Cuánto me ha gustado amigo. En los detalle se percibe la vida, el cuadro está perfectamente definido, se van dibujando con trazo firme los personajes, la fuerza que imprime la herencia de un nombre, como una marca primigenia, la aventura del día a día vivida como espectador, sintiendo que no estamos tan solos, que somos al fin y al cabo cualquier otro Gabriel o Laura, que lucha por completar esa semana y reempezar con la siguiente.
Un placer de lectura Ramón. Gracias siempre por compartir
Abrazos
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