Humor Digestivo (Reto Tragicomedia)
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
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Humor Digestivo (Reto Tragicomedia)
Sólo se trata de diversión, de detener nuestro tiempo un instante, para que nuestra fantasía vea la luz.
¡Vas a perder, Marqués de Limón! Eres muy osado. Si quieres retirarte del reto estás a tiempo...
Vamos pues con un tema tragicómico.
Que mastiquen con la boca abierta me desespera, ¡tanto! Que otra persona completamente diferente surge de mi más recóndito interior. Es un ruido exasperante.
Ver cómo salen despedidos trocitos por la boca es algo que me saca de quicio. Y ni contar cuando en lugar de trocitos es una lluvia de saliva con residuos de lo que se supone se tuviera que tragar con la máxima discreción.
Bien, sólo de pensarlo empiezo a ponerme muy nerviosa, si quiere saber algo más, dese prisa por favor. Tengo que preparar una reunión importante; verá usted, soy vendedora de seguros y mañana, posiblemente, obtenga la cartera de un importante agrimensor. Así que terminemos cuanto antes.
—No, no suelo enfadarme con la gente; ¿lo del otro día? Bueno, fue un incidente sin importancia. Preferiría no hablar de ello pero, si tanto insiste...
Pasé las Navidades en casa de mi hermana. Mi sobrino de cuatro años no está muy bien educado que digamos y, digo esto con conocimiento de causa. Lo que no se puede permitir es que cada vez que nos sentábamos a la mesa, el "niñito" jugara con la comida, masticando con la boca tan abierta que lograba verle hasta la campanilla. Su padre no se quedaba atrás, aunque de vez en cuando me miraba y ante mi gesto de repugnancia cerraba la boca resignadamente. Mi hermana, por el contrario, ha recibido una educación exquisita, como la mía.
Fue entonces cuando pensé que el destino me había llevado hasta allí para echar una mano con la educación de Javier, su padre ya no tenía remedio. Tendría que pensar en el mecanismo más adecuado que mantuviera su boca cerrada mientras comía.
En un momento dado pensé en pegamento, pero me pareció un método algo brusco y mi cuñado se podría mosquear.
Bueno, fuera lo que fuese tenía que inventar algo pronto pues la estancia en casa de mi hermana iba a durar poco. Así pues, un día me ofrecí para alimentar al pequeño mientras sus padres salían de compras y de paso recogían a la abuela para pasar unos días con ellos.
Ese día sólo quería saber si podía usar algún método alternativo. Lo intenté pero no dio buen resultado. Verá usted:
El plato que le correspondía comer eran verduras con un enorme filete, y recalco lo de enorme para que entienda lo que pasó después. Ver comer a Javier las verduras era como ver las palomitas de maíz saltar de un lado a otro según se hacen, es decir, salían de su boca trozos por doquier y eso sin mencionar el espantoso ruido que hacía al masticar.
No tuve más remedio que decirle que del filete me encargaba yo; pensé que si lograba introducir el filete de tal manera que no tuviera que masticarlo habríamos acabado con el problema.
Doblé el filete en cuatro partes procurando que fuesen iguales, después doblé cada una de ellas como si de un acordeón se tratara y se lo metí en la boca: "Toma bonito y, ahora a tragar con la boquita cerrada".
Puse mi mano sobre su boca para que entendiera el mensaje, noté como sus ojos se abrían cada vez más y más, no acababa de tragar cuando, cual no fue mi sorpresa al ver sus pequeños mofletes hincharse de repente. El filete, por cuenta propia, se había desdoblado de sopetón, ¡parecía que ese pequeño rostro iba a estallar! Un ligero tono azulado empezó a cubrir su cara.
"Vamos, Javier, no son horas de jugar a aguantar la respiración. Cuando dejes de hacer bobadas volveré contigo" y me di media vuelta mostrando desinterés y autoridad al mismo tiempo. "Estos niños mimados sólo quieren llamar la atención".
En ese momento volvían sus padres con la abuela en la silla de ruedas, y al ver a Javier retorcerse por el suelo, se precipitaron hacia él dándole golpes en la espalda, intentando sacar el objeto en cuestión, ¡con el trabajo que me costó metérselo!
En fin, tan grande era el filete que tuvieron que optar por unas tenazas de cocina. Al final, lograron sacarlo pero usaron tanta fuerza que el trozo de carne salió despedido, ¡con tanto ímpetu! que se estampó en la cara de la abuela, y como estaba cubierto de babas del pequeño Javier, éste quedó adherido sobre su nariz impidiendo que pudiera respirar; mi cuñado y hermana estaban demasiado ocupados con el niño como para darse cuenta de lo que le pasaba a la pobre abuela y, como comprenderá usted, yo no dije nada.
¡Ni siquiera habían tenido el detalle de saludarme al entrar, o qué menos que darme las gracias por preocuparme de los buenos modales de su hijo. Lo que yo le diga, a veces se le da muy poca importancia a las buenas maneras.
—Que ¿qué pasó después? La anciana falleció, era muy mayor la pobre mujer. Y Javier necesitó ortodoncia después del incidente con las tenazas.
Y ahora si es tan amable, ¿podría quitarme esta camisa que tan gentilmente me ha prestado, pero que no me permite mover los brazos?
Re: Humor Digestivo (Reto Tragicomedia)
jajaja Es que me parto. Parece una película loca de Goucho Marx. No paro de reír, es tan visual que me dan ganas de quitarte la camisa de fuerza. Pero no lo voy a hacer porque si atadas las manos haces estas cosas que será con la manos sueltecillas jajajajaTigana Nelson escribió:Ojalá estos retos logren sembrar en cada uno el deseo irrefrenable de inventar historias, plasmando esa posibilidad que dentro de todos existe. Es una vía de escape, un placer que se extrae de la invención, de la creación original; contar historias que, cuanto menos, nos hacen reflexionar.
Sólo se trata de diversión, de detener nuestro tiempo un instante, para que nuestra fantasía vea la luz.
¡Vas a perder, Marqués de Limón! Eres muy osado. Si quieres retirarte del reto estás a tiempo...
Vamos pues con un tema tragicómico.
Que mastiquen con la boca abierta me desespera, ¡tanto! Que otra persona completamente diferente surge de mi más recóndito interior. Es un ruido exasperante.
Ver cómo salen despedidos trocitos por la boca es algo que me saca de quicio. Y ni contar cuando en lugar de trocitos es una lluvia de saliva con residuos de lo que se supone se tuviera que tragar con la máxima discreción.
Bien, sólo de pensarlo empiezo a ponerme muy nerviosa, si quiere saber algo más, dese prisa por favor. Tengo que preparar una reunión importante; verá usted, soy vendedora de seguros y mañana, posiblemente, obtenga la cartera de un importante agrimensor. Así que terminemos cuanto antes.
—No, no suelo enfadarme con la gente; ¿lo del otro día? Bueno, fue un incidente sin importancia. Preferiría no hablar de ello pero, si tanto insiste...
Pasé las Navidades en casa de mi hermana. Mi sobrino de cuatro años no está muy bien educado que digamos y, digo esto con conocimiento de causa. Lo que no se puede permitir es que cada vez que nos sentábamos a la mesa, el "niñito" jugara con la comida, masticando con la boca tan abierta que lograba verle hasta la campanilla. Su padre no se quedaba atrás, aunque de vez en cuando me miraba y ante mi gesto de repugnancia cerraba la boca resignadamente. Mi hermana, por el contrario, ha recibido una educación exquisita, como la mía.
Fue entonces cuando pensé que el destino me había llevado hasta allí para echar una mano con la educación de Javier, su padre ya no tenía remedio. Tendría que pensar en el mecanismo más adecuado que mantuviera su boca cerrada mientras comía.
En un momento dado pensé en pegamento, pero me pareció un método algo brusco y mi cuñado se podría mosquear.
Bueno, fuera lo que fuese tenía que inventar algo pronto pues la estancia en casa de mi hermana iba a durar poco. Así pues, un día me ofrecí para alimentar al pequeño mientras sus padres salían de compras y de paso recogían a la abuela para pasar unos días con ellos.
Ese día sólo quería saber si podía usar algún método alternativo. Lo intenté pero no dio buen resultado. Verá usted:
El plato que le correspondía comer eran verduras con un enorme filete, y recalco lo de enorme para que entienda lo que pasó después. Ver comer a Javier las verduras era como ver las palomitas de maíz saltar de un lado a otro según se hacen, es decir, salían de su boca trozos por doquier y eso sin mencionar el espantoso ruido que hacía al masticar.
No tuve más remedio que decirle que del filete me encargaba yo; pensé que si lograba introducir el filete de tal manera que no tuviera que masticarlo habríamos acabado con el problema.
Doblé el filete en cuatro partes procurando que fuesen iguales, después doblé cada una de ellas como si de un acordeón se tratara y se lo metí en la boca: "Toma bonito y, ahora a tragar con la boquita cerrada".
Puse mi mano sobre su boca para que entendiera el mensaje, noté como sus ojos se abrían cada vez más y más, no acababa de tragar cuando, cual no fue mi sorpresa al ver sus pequeños mofletes hincharse de repente. El filete, por cuenta propia, se había desdoblado de sopetón, ¡parecía que ese pequeño rostro iba a estallar! Un ligero tono azulado empezó a cubrir su cara.
"Vamos, Javier, no son horas de jugar a aguantar la respiración. Cuando dejes de hacer bobadas volveré contigo" y me di media vuelta mostrando desinterés y autoridad al mismo tiempo. "Estos niños mimados sólo quieren llamar la atención".
En ese momento volvían sus padres con la abuela en la silla de ruedas, y al ver a Javier retorcerse por el suelo, se precipitaron hacia él dándole golpes en la espalda, intentando sacar el objeto en cuestión, ¡con el trabajo que me costó metérselo!
En fin, tan grande era el filete que tuvieron que optar por unas tenazas de cocina. Al final, lograron sacarlo pero usaron tanta fuerza que el trozo de carne salió despedido, ¡con tanto ímpetu! que se estampó en la cara de la abuela, y como estaba cubierto de babas del pequeño Javier, éste quedó adherido sobre su nariz impidiendo que pudiera respirar; mi cuñado y hermana estaban demasiado ocupados con el niño como para darse cuenta de lo que le pasaba a la pobre abuela y, como comprenderá usted, yo no dije nada.
¡Ni siquiera habían tenido el detalle de saludarme al entrar, o qué menos que darme las gracias por preocuparme de los buenos modales de su hijo. Lo que yo le diga, a veces se le da muy poca importancia a las buenas maneras.
—Que ¿qué pasó después? La anciana falleció, era muy mayor la pobre mujer. Y Javier necesitó ortodoncia después del incidente con las tenazas.
Y ahora si es tan amable, ¿podría quitarme esta camisa que tan gentilmente me ha prestado, pero que no me permite mover los brazos?
Al final tú te cargas a las abuelas y yo las salvo. Es la leche.
Oye niña, que yo no me arredro por nada eh?
El Marqués de Limón
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- Registrado: Mié, 25 Feb 2015 18:50
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Re: Humor Digestivo (Reto Tragicomedia)
Hemos coincidido en los acompañamientos, ambos hablamos de comida, jajaja.
Hasta aquí llegaron esas risas tuyas, ¡qué bien sientan!
Gracias por estos ratitos.
Besazo.