esa hora verdinegra en que se amagan los linces,
esa hora en que el dondiego hace mutis
y repliega
hasta el día de mañana;
verano,
esa hora de sobre seis en punto.
Porque era su tarea la más dulce de los mundos:
Pastorear las estrellas
en clik,
cuando verdinegra hora,
y clak,
sobre seis en punto.
Agosto la reclamaba sobre el catorce y el quince,
toda noche,
toda entera hasta que desperezaba Alba...
clik-clak...
clik-clak...
... clik-clak....
lluvia de estrellas toda así,
tan toda ella,
esas horas.
( Clik-Clak, la magia inacabada e infinita de los sueños en la infinita e inacabada hora de Adolescencia. Siempre en tí, mediterráneamente)