Esencia de espuma blanca sobre un amanecer dorado,
etéreo conformar de una paloma,
sustrato de azulado encanto amortiguando la noche,
despunte de un naranja que surge entre los sueños
y un gris pardo que evade las sensaciones de sus jaulas.
Luces que cobran presencia, vidas que en la distancia amanecen,
pálpito que sostenido recuerda, enredado en los pétalos de una flor,
rindiendo cultos a las soledades enfundadas en la nostalgia presente.
Almas que susurrando desbordan sus esquinas, y sombras que repletas de vigor
evocan iluminando y descomponiendo las noches sin tiempo y sin causa,
para que en un segundo vibrante se duerma el infinito junto a ti,
en esos poemas que vivos de esperanza sospechan un nuevo sol
y aproximan la apertura de la tierra a sus hojas hinchadas de lágrimas
que absorbieron el perfume no nacido de una emoción.
Elevan sus alas los versículos del tiempo, hacia la complacencia que fallida,
despunta el menester de la espera en un sueño místico que comprende,
y vagamente escucha su silencio, que despierta la rutina
y baila perdonando los callados que ausentes de serenata desnudan,
renaciendo ese grito que respira. Baldío su olor
donde la quietud de la gloria aparca el sentido del mirlo que conduce la esperanza,
que baña el nuevo día de estrellas, que en un beso se comprenden.
Y otra vez y para siempre amanece.