Pablito y el ruiseñor...

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Quinteño de Greda
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Pablito y el ruiseñor...

Mensaje sin leer por Quinteño de Greda »

Como de costumbre, aún no había apenas clareado el día y ya estaba Silvestre allá en su extraña y verde huerta con sus labores...

Era un sábado soleado del mes de Mayo, cuando a media mañana como todos los días, Silvestre se sentó en el porche de su casa, en su vieja y cómoda hamaca, para llenar su gastada y usada pipa de tabaco que él mismo cultivaba en su huerta.
Cuando a lo lejos, vio como una pandilla de chavales del pueblo, venían en bicicletas, excepto dos chavales que iban montado sobre una.
Al llegar a la altura de la casa de Silvestre, se pararon para saludarlo y de camino tomar agua fresca que siempre les ofrecía aquel amable hombre.
Era un grupo de once chavales, entre los cuales se encontraba Pablito, el hijo de una viuda con pocos recursos económicos.
Pablito, era el que no tenía bicicleta, y venia montando con Rubén atrás de ella.
Tras tomar agua y refrescarse, Silvestre les preguntó, a donde iban, a lo cual los chavales le dijeron que iban al río, a la parte donde terminaba aquella senda, un lugar un poco agreste para aquellos chavales. Iban a pescar peces y ranas, le dijeron a Silvestre.
Éste , les hizo saber, que tuvieran mucho cuidado, pues allí en ese punto del cauce del río, era algo peligroso, por la profundidad que alcanzaba. Los chavales asintieron con la cabeza, y prosiguieron su marcha. Silvestre, vio como Pablito, iba detrás montado en la bicicleta, y se quedó algo pensativo por aquella escena…

Silvestre, tras terminar de fumar su pipa, se dispuso otra vez, a trabajar en la huerta.
No habría pasado más de una hora, cuando oyó unas voces enloquecidas de los chavales que venían de vuelta montados en sus bicicletas a toda prisa, gritando el nombre de Pablito. Sería por la inocencias de aquellos chavales, que estos hicieron caso omiso a las señales de alto que les dio Silvestres, como almas que los persigue el diablo, cogieron rumbo al pueblo, para dar la voz de alarma que Pablito, se había ahogado…
Silvestre se apresuró a ir donde terminaba la senda y empezaba el río. Allí vio al pobre chaval asido a una rama que había en medio del río, gritando y casi extenuado, con una mano levantada, y en la mano un pequeño pájaro…
Silvestre no lo dudó siquiera por un instante y se lanzó al agua a rescatar a Pablito, éste gritaba ¡el pájaro, el pájaro, que se ahoga…! sin tan siquiera importarle su propia vida…
Aquel chaval de apenas 10 años, se lanzó al medio del río aún si saber nadar, para salvar a un pájaro. Era un pequeño ruiseñor, que junto a sus tres hermanos mayores, habían salido volando del nido, al escuchar toda la algarabía, que hicieron los chavales junto al río. Con tan mala fortuna que uno de ellos, el más pequeño, cayó al agua.
Los amigos de Pablito, no pudieron hacer nada por él, ya que apenas tampoco sabían nadar, y dada la profundidad de aquel cauce, y las ahogadillas que el agua iba dándole a Pablito, estos pensaron que se ahogaba de ahí que salieran todos disparados hacia el pueblo para pedir auxilio.

Cuando Silvestre arrastró hacia la orilla al chaval, le preguntó cómo no sabiendo nadar, se había tirado en medio del río, para salvar a aquel pájaro, éste no supo que contestarle, pues estaba aún con los síntomas del miedo en el cuerpo… Ese gesto de nobleza que había tenido Pablito para con el pequeño ruiseñor, le lleno de emoción…
Se lo llevó a su casa, y tras secarle con unas toallas, y dejar al ruiseñor en metido en una caja, escuchó los sonidos de varias sirenas que iban en busca de Pablito. Era la guardia civil, una ambulancia, y varios coches particulares de algunos padres de los chavales.
Cuando salió a su encuentro, le hizo saber que el chaval estaba sano y salvo, excepto algo mojado y un buen susto en el cuerpo.
La ambulancia se llevó a Pablito al pueblo para hacerle un reconocimiento, pero antes le dijo a Silvestre qué pasaría con el pájaro, éste le dijo que estuviera tranquilo, que él se hacia cargo.
Silvestre, conocedor como pocos sobre los pájaros y aves en general, se puso manos a la obra, en prepararle comida para aquel pichón, aún siendo insectívoro.
Estuvo toda la tarde, dándoles vueltas al gesto tan noble y heroico que había tenido el chaval…
Junto a la tapia de la casa que daba en la trasera, Silvestre, tenia sembrado allí cañas de bambú, cogió su afilada navaja, y empezó a cortar algunas cañas, para hacerle un jaula para el ruiseñor.
En aquella misma tarde del aquel sábado, terminó la construcción de la jaula. Era un autentica obra de arte, lo que había hecho con aquellas cañas de bambú.
Pablito a la tarde del domingo, y tras haberle pasado el susto, fué a visitar a Silvestre, pero más que nada para ver si el ruiseñor seguía vivo…
Silvestre cuando le oyó llegar, le preguntó como estaba, y le hizo pasar a dentro de la casa. Cuando Pablito, vio aquella preciosa y artesanal jaula de bambú y con ella dentro al ruiseñor, se le dibujó una sonrisa, que le cogía de lado a lado de la cara.
Silvestre le hizo saber al chaval, que cuando el ruiseñor comiese solo, se lo podría llevar, junto con la jaula. Pablito de un salto de alegría exclamó: ¡ yuuuppi ¡.
Pasarían sobre dos semanas por ahí, cuando en unas de las visitas que hacia Pablito a Silvestre, éste le dijo que ya se lo podía llevar a casa, no sin antes, indicarle y enseñarle, todo cuando debía saber, sobre el manejo, alimentación y cuidados que debía de darle al ruiseñor.

Como un niño en la víspera de Reyes, así iba Pablito de contento e ilusionado a su casa con el ruiseñor, para enseñarlo a su querida y buena madre, y así mientras él estaba en el colegio, le hiciera compañía.

El padre de Rubén, era también aficionado a los pájaros, y pudiente y además muy caprichoso con los pájaros cuando se enteró de lo que poseía Pablito, éste le tentó al chaval, y le dijo que le vendiera el ruiseñor junto a la artesana jaula de bambú, a lo cual Pablito, se negó en rotundo.

Fueron muchas veces las que se lo dijo, y Pablito siempre se negaba. El padre de Rubén, maquinó de qué forma y manera se podía hacer con el ruiseñor y la artesana jaula, hasta que dio con la idea que hiciera cambiar a Pablito y conseguir lo que anhelaba:
¡una bicicleta!

Se presento en casa de Pablito con una flamante, nueva y último modelo de bicicleta para cambiarla por el ruiseñor.
Pablito, cuando vio aquello que tanto ansiaba, dudó por unos momentos, pero la tentación le pudo, y además pensó que él jamás tendría una bicicleta como aquella.
Con mucha pena y tristeza, le hizo el cambio, y en su interior, le invadió una extraña sensación de vacío al desprenderse de su querido pájaro, junto a la artesana jaula que le regaló Silvestre.
Cuando llegó a casa de trabajar la madre de Pablito, ésta le preguntó por aquella bicicleta, a lo que Pablito, se lo explicó.
La madre tras oír lo que le había dicho su hijo, pensó para adentro; maldito seas padre de Rubén….
Pablito, se llegó a ver en su flamante vehículo, a Silvestre.
Silvestre cuando le vio llegar, le preguntó también por la bicicleta, tras explicarle como la había conseguido, en el rostro de Silvestre, se dibujo un extraño y amargo rictus…
Silvestre, apenas pudo dormir aquella noche, y decidió ir a la mañana en busca de aquel hombre.
Cuando éste se presentó en su casa, el padre de Rubén la abrió la puerta y le dijo en que podía servirle. Silvestre le pidió que si tenia unos minutos para acompañarlo a dar un pequeño paseo por una alameda cercana que había, que tenia que hablar con él de cierto asunto, y no quería que tanto su esposa como su hijo, se enteraran de lo que tenia que decirle.
El padre de Rubén accedió a acompañarle, y cuando ya estuvieron en la alameda, Silvestre con voz cálida y serena, le hizo ver, que había actuado con Pablito, de manera cruel e injusta, y que eso no se hacía con un niño, el cual expuso su vida para salvar la del ruiseñor, y arrebatarle aquel bien tan preciado para el chaval a cambio de una bicicleta…
El padre de Rubén permaneció por unos minutos en silencio y cabizbajo, y cuando se dio cuenta de todo aquello que le había dicho Silvestre, se echo a llorar en el hombro de él.

Pablito, aquel noble chaval, que jugaba con su hijo Rubén y que tantos ratos buenos echaban juntos, no se merecía aquello…
De vuelta a casa, el padre de Rubén, le dijo a Silvestre, que le devolvería el ruiseñor y la jaula, pero además que se quedara con la bicicleta, pues era el único chaval de la pandilla, que no tenía.

Así fue. El padre de Rubén le llevó el ruiseñor a Pablito, y éste cuando le vio, se le saltaron las lagrimas de alegría, pero por un solo momento, ya que pensó que le tendría que devolver la bicicleta, a lo que el padre de Rubén, le dijo que no, que aparte del pájaro y la jaula, se quedara también con ella.
La madre de Pablito, desde el interior de la casa, presenció toda aquella escena, la cual mirando al cielo, dijo: gracias Señor…
Silvestre, cuando regresaba de vuelta a casa, también miró hacia el cielo, y pensó: tal gesto de nobleza y valentía de aquel niño, bien merecía tal recompensa… La divina Providencia obró…
Hallie Hernández Alfaro
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La justicia como sueño humano es evidente en tu relato, Quinteño.

Saludos cordiales y gracias por compartir.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
Quinteño de Greda
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Hallie Hernández Alfaro escribió:La justicia como sueño humano es evidente en tu relato, Quinteño.

Saludos cordiales y gracias por compartir.
Muchas gracias, Hallie, por tu amable huella.
Saludos.
Última edición por Quinteño de Greda el Vie, 12 Jun 2015 16:36, editado 1 vez en total.
Hallie Hernández Alfaro
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Quinteño de Greda escribió:
Hallie Hernández Alfaro escribió:La justicia como sueño humano es evidente en tu relato, Quinteño.

Saludos cordiales y gracias por compartir.
Muchas gracias, Halliburton, por tu amable huella.
Saludos.

Estimado Quinteño, no alcanzo a comprender por qué me has llamado Halliburton.
¿Serías tan amable de explicarmelo?

Saludos.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
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Hallie Hernández Alfaro escribió:
Quinteño de Greda escribió:
Hallie Hernández Alfaro escribió:La justicia como sueño humano es evidente en tu relato, Quinteño.

Saludos cordiales y gracias por compartir.
Muchas gracias, Halliburton, por tu amable huella.
Saludos.

Estimado Quinteño, no alcanzo a comprender por qué me has llamado Halliburton.
¿Serías tan amable de explicarmelo?

Saludos.

Estimada Hallie:

Te pido mil disculpas por haberte cambiado el nombre de manera involuntaria.
Ya lo he editado.
Buscando las causas del lapsus, la achaco a que te di mi agradecimiento a través de una tablet. concretamente con una "Samsung" modelo Galaxy Tab4, la cual lleva incorporado en su teclado, el corrector ortográfico de palabras, y deduzco que al poner yo Hallie, se le añadiera el resto de letras.
Te reitero mis sinceras disculpas, con un cordial abrazo.
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