tocaban tus cabellos, tu despertar de dudas,
tus piernas de quimera, tu hambre de futuro!
Te amé con mi chaqueta, mi ausencia de ventanas,
te amé, te amé sin freno, tamaño ni medida.
Como una herida abierta gocé tu humor de lunes
tu reino sin corona, tu voz de sacrilegio,
me sumergí en tu rostro y sufrí tus caricias.
Paso como un olvido,
una avecilla, un drama,
y no quiero firmar partes con mi fracaso,
no quiero acariciar la sombra de mi pecho
ni amanecer herido
con tu nombre en el alma.
Insisto con tu queja, tus excesos, tu risa,
el rostro que llevaste en una tela ardiente,
la canción que tejiste del sueño de tus manos.
Insisto en el aroma tierno de tus caderas
que se adueñó del aire
y vendrá adonde vaya,
en el mirar sonoro que me llevó al abismo,
la llama que elevaste cerca de mi locura.
Epílogo
Desgarro en mi silencio la voz calma de un bardo
el mar donde soñabas ser una bailarina,
los árboles cansados a cuyos pies penabas,
desgarro este misterio donde mi amor hervía.
Este vagar constante que no encuentra tu falda,
este trote sin ritmo que me lleva a tu ira,
este sentir tu verso sin poder encontrarte,
se agolpan en mi mente, se hunden en mi herida.
Enciendo tu farola. Me hunde tu fracaso.
Me quemo en tu caricia sola como una isla,
la piedra de tus ojos, la miel de tu presencia,
lloro en la alborada donde el mirlo reía
en tu alma desgarrada, en tu miedo a la noche,
en tu pecho temblando, tus manos que gemían.
Persisto en tu sonrisa que alentará mi olvido
en el amplio salón que guardaba tu vida,
y aquel verso de Frost que irónico miraba
a un Yupanqui cansado en tus ansias dolidas
de visillos abiertos que secaban las lágrimas,
en tus trenes cansados, parados en la vía,
en tu amor que me duele, tu sombra que se acerca,
la muerte que me acecha en una barca hundida.