En una casa norbiense
según cuenta la leyenda
se hospedaba un mercader
con una mujer muy bella.
Noche tras noche se amaban
a la luz de las estrellas
buscando el fruto de un hijo
que les diera descendencia.
Pero su afán era inútil
y al parecer sin enmienda
aunque probaron brebajes
y asistieron curanderas.
Nada pudieron hacer
boticarios de la aldea,
siendo del todo imposible
que su vientre floreciera.
A menudo el comerciante
se marchaba hacia otras tierras
por asunto de negocios
dejando sola la hacienda.
En uno de aquellos viajes
que le llevó a las Américas
compró un regalo a la esposa
que la aliviara en su ausencia.
La sorprendió con un mono
para olvidar su tristeza,
para que fuera su niño
y lo cuidara a conciencia.
Pronto robó el corazón
de la hermosa mesonera
que le colmó de atenciones,
caricias, mimos y prendas.
Volvió a marchar el marido
para dejar buena herencia,
convencido estaba el hombre
de la bondad de la fiera.
Pero sucedió que un día
una noche de tormenta
apareció un caballero
de encantadora presencia,
para demandar albergue
que del frío le cubriera
"sírvase mi buen señor"
le dijo amable la dueña
que una sopa bien caliente
le puso sobre la mesa.
Luego le ofreció su lecho
y se apagaron las velas.
A la mañana siguiente
siguió el noble en su carrera
entregado a sus andanzas
tras haber dejado huella.
Poco después el esposo
regresó de su contienda.
La mujer lo recibió
con una alegría inmensa,
le dijo que estaba en cinta
y moría de contenta
que era un milagro nacido
de divina providencia.
El hombre quedó asombrado
aunque aceptó la propuesta
y se abrazó con la esposa
que estaba muy satisfecha.
Fue el nacimiento sonado
y la casa era una fiesta,
el hijo fue recibido
con la mayor diligencia.
Todos estaban felices
por aquella buena nueva
menos el celoso mono
que no aceptó la querencia.
Una noche en un descuido
no aguantó ya más la bestia,
lo arrojó por la ventana
liberando su demencia.
Hundida quedó la esposa
por semejante tragedia
que con ayuda de médicos
no levantaba cabeza.
El dolor iba en aumento
hasta quedarse sin fuerzas
y un buen día la mujer
en casa apareció muerta.
Enloqueció el mercader
y al final de la escalera
ató bien al animal
por los pies y las muñecas.
Famélico y dolorido
pasó las noches enteras
hasta acabar su agonía
y liberar sus secuelas.
Mas no colmada la sed,
para recordar su pena
mandó llamar un cantero
que la historia describiera.
Por eso cuelgan tres gárgolas
en la fachada por fuera
ramatando la cornisa,
simbolizando la escena.
Hay un anciano barbudo,
la mujer con su tristeza
y un primate con un niño
con intenciones aviesas.
Y luego dentro en la casa
atrapado en su cadena
y sujeto al pasamano
se ve al mono en la escalera.
Copyright©2014
Exp. SE-755-14
