los cajones somnolientos bostezan intimidades
y mis bolsos juegan al Monopoly con los carmines.
El sinfín de pañuelos y foulares con que ajusto mis vaqueros
yacen, estupefactos,
alfombrando las cornisas del Puente de los Suspiros.
Pero ¿dónde ? ¿dónde lo habré dejado ?
He intentado un cierto orden deshojando las partes de mi cabeza,
el cerebro, el cerebelo y hasta el bulbo raquídeo se oxigenan
rememorando a Caravaggio en la decapitación de Holofernes.
No hay duda, se ha evaporado en una ebullición volcánica,
cada vez que oiga el pitido de la olla exprés, recordaré
el largo tren de los somorgujos que me aguarda impaciente.
Me reconforta pensar, Tiempo, que ciertamente
no te he dejado tirado en una cuneta,
que he bebido tus pasos
y las prisas
y los años.
Tiempo, vamos a darnos tregua
pero sin pactos con Cronos,
yo te dejo a tu albedrío y tú
me conduces a Berna.
(Tiempo... sí, ha pasado y mucho. También este poema o relato o lo que quera que sea, es del 2006, ha de pasar mucho más )