
¡Inmensa soledad en el vacío!
Su cuerpo, desplomado en el madero
los clavos le sujetan, -cruel acero-
las manos y las piernas al judío.
Hoy siento corazón, ¡escalofrío!
al verlo de equipaje tan ligero
al sumo pescador y verdadero
pues yace de martirio en su navío.
La barca, mansamente fondeada,
-aquella que surcó los olivares-
espera del patrón, “vela sagrada”.
Dispuesta a navegar por esos mares,
desea su partir cada alborada
y ser crucifixión en los altares.