Poema de la no resignación
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Poema de la no resignación
¡Ay del umbral aquel de aquesta pena!
Si habrás de castigar con viva lumbre,
permítele a mi voz la pesadumbre
y al corazón no agites la cadena.
De la luz irasible a la verbena,
y de la faz del lodo hasta la cumbre,
yo quisiera que fuera la costumbre,
en mi llanto silencio y gracia plena.
Pero vive la imagen, la constancia
erizando en la piel de la distancia,
esa añoranza fiel pero consciente,
que se sabrá sin menoscabo y duda,
más devastada y a la vez desnuda,
pero en el corazón, feroz e hirviente.
II
Déjame apretarte los nudillos,
de tu sueño cansado,
de tu casa en medio de las ceibas,
mi casa,
mi ocaso,
mi dolor en los sueños
donde presiento verte todavía,
donde mi voz se llena de un tren de Palos Santos
y en mis zapatos,
tus últimos suspiros.
¿Era tu esfera entonces la que acababa?
¿Ese fue su destino inquebrantable?
Porque la realidad corona al que subyace,
lleno de caldera líquida,
de tus humos de canícula,
sin vendavales de acequias
y heme aquí,
frente a tu orígen,
heme frente al llanto insatisfecho,
de tu dolor sin aire
y mi sordo saber de tu hueco en la acera.
¿No te vas?
¡No!
Pero te quedas.
A donde no puede arrancarte el viento,
donde la tierra te reescribe
y los pómulos tuyos
se vuelven de hierba;
donde el manantial de tus canas de roble,
ya no serán para mis ojos,
el puerto en la noche
y la marisma en la mañana.
Aire que no se mezcla.
Sorbo de Dios en mí cuando me agito.
¿A cuál de todas tus formas,
debo llorarle ahora?
III
Siento dormir en mi mano,
mi mano llena de olivo,
ese castaño cautivo,
de tu cantar hoy arcano.
Y a veces me atemoriza,
de tu destino la cuerda,
que llevo por cuenta lerda,
cuando el insomnio me hechiza
y no me deja en morfeo,
rendir inmensas pasiones,
que en tanto son frustraciones
y en tanto inmenso deseo.
¿Cómo me hablaste en tu ocaso?
¿Cuáles murmullos pusiste
en esa garganta triste
ausente entonces del paso?
Porque he de contarte ahora,
cuando el crespón está escrito,
que sigo como un bendito
sin darle fecha a la aurora
en que tus dedos dejaron,
de hallarle forma a la rana
y con los pies sin ventana,
los ojos se te apagaron.
¡Ah maldición la de Adán!
¡Ay de Caín el destierro!
Mi corazón como un perro,
solloza sobre un diván
de ensoñación y de albura,
de aquella carroña loca,
que se me añeja en la boca
y explota entre mi locura.
Perdóname amado Viejo;
dirás que ya soy un hombre....
Pero este dolor sin nombre,
del cual reniego y me quejo,
porque lo siento mentira,
transcurre y come de mí.
Yo sé que no estás aquí
¡pero tampoco en la pira!
Alberto Madariaga
(2013)
a Mi Padre
- José Manuel Sáiz
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re: Poema de la no resignación
Un buen poema a tu "viejo"
Un abrazo
J. Manuel
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re: Poema de la no resignación
Abrazos
Pilar
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re: Poema de la no resignación
Hermoso y merecido homenaje a tu difunto viejo.
Un abrazo Alberto.
- Marius Gabureanu
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