
Me he convertido en albañil de sueños con los años.
Apilando trozos de visiones
reconstruyo cada tarde los cimientos.
No he podido ver mi obra nunca concluida
no cuento con una silla de negro y fino ébano,
desde donde contemplar lo integral del panorama.
Lástima que no sea carpintero.
Tal vez deba fabricarme un sueño entre virutas
y dar el cómodo acomodo al escenario.
Nunca supe dividir certeramente.
Seguro es por ello lo estropeado de mis cálculos
y de cada tarde rojiza en donde se desmoronan los adobes.
La lógica del número me parecía innecesaria.
Lástima que no sea arquitecta.
Requiero la confección de un sueño entre maquetas
apretadas de espacios y estructura.
Sólo siempre supe de divagar.
Caminar en una soga sostenida en las alturas.
Ser equilibrista consumada entre el vacío
de un torbellino de locura y
la placidez que otorga la cordura.