Los Odiseos

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Angel Valles
Mensajes: 1408
Registrado: Jue, 15 Ene 2009 15:55

Los Odiseos

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Ya estaba decidido. Después de tantas discusiones nuestro equipo ya estaba conformado. Luego discutimos un poco sobre quien debería ser nuestra madrina, pero eso ya estaba decidido. Abordando esa zona celeste que era acercarse a Luisa, en voz baja y casi trémula, respirando de lo de ella, le di la noticia. No asomó sorpresa. Solo sonreía y al hacerlo, era perfecta. Su mirada sin vínculos. Mientras yo le hablaba de horas y lugares, ella apenas parecía escuchar. Asintió con ese ademán aprendido a lo largo de ser tan bella, dio media vuelta y se marchó, balanceante y casi aérea. Respiré hondo. ¡Dios! Qué desamparo el de los sentidos... Respiré más hondo y regresé al grupo para comunicarles que por instrucciones de la Profesora Cuevas, la madrina de nuestro equipo de béisbol, Cuarto de Ciencias C, era Luisa María Montiel. Cambiamos de tema. Afinamos las ideas para el desfile y nos despedimos.

Camino a casa; Hexeario, mi amigo de Cuarto de Ciencias B, me daba detalles de las debilidades de su equipo y además; confirmó mi sospecha. La madrina electa de su sección resultó ser Elena. Más adelante doblamos por calles diferentes. La luz se iba tornando azarosa y derramó amarillenta. Una nostalgia muy permeable comenzaba a enfrentarme y a desnudarme. Era la hora y su forma de cobrar. Levanté la mirada en dirección a mi casa, ésta iba surgiendo como un punto al cruzar la plaza. Once veredas de distancia. Pensaba en Elena y en sus ojos verdes como almendrones. Abuela Benita debería llegar esa tarde desde Santa Bárbara, con mi encomienda de arepas de coco y dulces de guayaba. -¿Estaría ya en casa?- Apuré el paso...

Vicepresidente del Centro de Estudiantes, delegado de curso y Presidente de los Clubes de Literatura y Geografía. El más popular y con crédito en la cantina. Dueño de un guante y de un mascotín. Primera base y capitán del equipo, pero jamás nada de la madrina. La historia y la casualidad nunca andan en lo plano y por eso suelen extraviarse, para poder repetirse a sí mismas. Recordé que hacía un año fue idéntico. Usé mis mejores trámites y artificios para que Luz Elena Bustamante fuese electa madrina y para que su pupitre estuviese todo el año junto al mío. Sólo la decisión superior y una estrategia política pudo separarme de ella. Siete veredas paralelas...

Cuántas ansias extraviadas... Apenas hacía un año que Elena era mi lápiz. Llenaba mis cuadernos y mis libros de tercer año. Su nombre era mi calcomanía. Cada noche en mi programación radial favorita, era mi cita con ella para soñarla en canciones. Para siempre, su décimoquinto cumpleaños quedó atado a la letra de la canción: "Tu Alma Golondrina", de Jairo. Hacía un año que fue Enero y desde entonces ha sido Enero todo el año...

Cinco veredas transitadas. Ilusiones como franjas desconchadas por los patios del Liceo. Ella era como la luz de las seis de la tarde. Canela y clavito. Estambre y pistilo. Recuerdo y ahora olvido. La sombra del Guásimo aquel, derretida ya en el recuerdo de tantas frases, de tantas frases de amor nunca dichas. Aquellos: "Veinte poemas de amor" Nerudianos, de una vez y para siempre aprendidos de memoria, para la risa franca y los ojos verdes tardíos, ahora sí... Ya perdidos.

Los cujíes y los pericos me aguardaban como siempre. Mientras mi atención se iba deslizando por las paredes externas, esperando oir la clave, vi el Ford Cortina de mi tío Blas al fondo del garaje. De pronto. La explosión de risas fue a través de las ventanas. Salté al patio por sobre la pared del garaje y sigiloso me acerqué. El capot aún estaba caliente. Los pericos comían mudos y solo me miraban. Desde adentro bramaban carcajadas y gritos seguidos de la hablachentería oportuna. Atravesé patio y corredor hasta llegar a la cocina y la vi. Nadie notó mi presencia mientras me acercaba. Era imponente su estampa. El mismo pañuelo azul de siempre, gentilmente recogía su pelo. Su bata curtida y ancha. Su olor a hierbas ya inundaba la casa.

-Ajá, ajá...- Era mi grito de guerra. Se volvio hacia mi. Me abrazó. Sus abrazos dolían. Finalmente frente a mi, esos ojos guajiros de lechuza redundante. Esa mirada de pozo profundo y sus labios buscando mi piel en tierno afán, en loca ternura, para premiarla.

Qué bien se veía ella entre nosotros... De tanto transcurrir la noche con olor a hierbabuena, nos sorprendió convertida en madrugada, entre bostezos y dulce de guayaba. Y más allá de sus historias de pueblos de agua, río Escalante arriba, chubasco arriba, mi memoria arriba bamboleándose al marullo, como en un mar de luciérnagas encantadas...
Sara Melisa Suarez
Mensajes: 155
Registrado: Mar, 06 Abr 2010 19:33

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Ángel, felicitaciones, un gusto leer tu relato, es muy bello y bien construido.
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