dejé olvidados los lazos con que anudaba mi trenza,
dónde los caracoles, que
confundidos en la yerba espesa y fresca,
al escampo de la lluvia,
asomaban tibiamente resbalándose en su baba.
Dónde colgué las olas que me ahogaban sin remedio,
el nogal,
que de soberbio daba las nueces podridas ...
... el almendro...
los cantos de los gañanes...
.. los olivos aturdidos entregándose las ramas
al monótono claqueo de las varas llorando lágrimas verdes,
regando el seco terruño con su sonrisa de aceite.
Y a destiempo
o quizá
en un pliegue de mi alma perfumada de romero
entre duendes, hadas , elfos
duerme la niña el recuerdo con la bruja del cerezo.
(Encuentro y me doy una tremenda alegría, este poema, de hace como poco, mil quinientos años, cuando "la brujadel cerezo" me contaba inmensos cuentos y yo, aún, era una aprendiz de cuentacuentos. Lo encuentro entre cosas guardadas y con la voz de mi eterna amiga Amparo Fernandez del Campo (Bleti "pa los amigos". Gracias)