Minerva se presenta caprichosa.
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
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Minerva se presenta caprichosa.
Desayuné y me puse mis mejores galas deportivas. Después de todo, esperaba que el sorteo nos favoreciera. Era el partido más importante. Allí estaría todo el mundo. Mientras; aguardaba por mis compañeros Luigi Antonelli y "El conejo" Villasmil, quienes vendrían como a las diez para irnos juntos al estadio "El Vivero", donde se efectuaría la ceremonia de inauguración y el primer encuentro del IV Torneo de Béisbol intersecciones del Liceo Coquivacoa. Luigi era nuestro jardinero derecho y tenía sus propias teorías sobre el juego de béisbol. Una era; que si el lanzador era zurdo y muy veloz (como era el caso de nuestro Praxíteles Pirela), él prefería jugar en zona foul, aunque fuese ilegal. En un juego amistoso de preparación, dos días antes, contra Quinto de Humanidades; Luigi realizó, aplicando su teoría, cuatro outs en zona foul y solo uno en zona fair. "El Conejo" Villasmil, ese si que era un fenómeno como jugador de béisbol. Primer bate natural. Rápido y astuto en las bases. Se movía tanto y hacía tanta bulla como bateador al home plate, que lograba embasarse, en la mitad de las veces por boleto. La otra mitad de las veces lo ponchaban. Era nuestro receptor estrella y jamás nadie lo vió abanicar un lanzamiento. Llegaron. Nos fuimos juntos. La mañana alegre y luminosa era auspicio de cosas buenas...
Era casi la hora en que el juez se levanta en el ágora, cuando llegamos. El ambiente era una fiesta de béisbol. La algarabía, la música y los disparates de cada quien. Luego, todos ordenados por secciones. Cantámos el Himno Nacional. Frente a mi, de espaldas, Luisa María, nuestra madrina. Todo en ella era azul aquella mañana. Hasta el aire alrededor se ufanaba. Intentando ser escuchado solo por ella , musitaba yo, bien bajito, la danza zuliana "Luisa", de mi tío, el compositor Alfonso Huerta Bracho. Su pelo suelto al aire jugaba, intensamente con mis ansias juveniles. Sus blancas pantorrillas evocaban de mi alma, pretensiones exactas...
El sorteo favoreció a las dos secciones más fuertes: Quinto de Humanidades y Quinto de Ciencias H. Como reina del torneo, resultó electa Alejandra Bohórquez, sobrina de la directora. Me sentí perdedor. Luisa y Elena conversaban alegres, de cosas ajenas a toda aquella tragedia. Mientras que invitados, profesores y estudiantes se retiraban o buscaban lugar en las tribunas para presenciar el encuentro; yo quería irme, pero estaba atado a Luisa, a su eterna indiferencia...
Se sentaron y continuaron hablando de sus cosas, pero atentas al juego. Me coloqué detrás de ellas. Solo pensaba en mirarlas. Como un autómata; de vez en cuando me golpeaba las rodillas con mi guante. En total desamparo; allí estaba yo: respirando, amando, derruido, como aplastado por el peso de mis propias ilusiones. De repente: Un choque violento y dulce. Pelota contra bate. Levante la mirada al campo. Como una raya blanca dibujada en el aire, volaba una pelota a terrenos de nadie. Al campo estaba Quinto de Humanidades. El día se hizo más claro. La única posibilidad de atraparla la tenía "el sior" Telémaco Boscán, pero la trayectoria de la pelota lo sobraba. Levantadas. Al unísono. Como si fuese una plegaria. Luisa y Elena, apretando sus puños exclamaron:
-Dios, que la atrape. ¡Dios que la atrape!
Eso bastó. El universo vectorial conspiró y se detuvo. El tiempo se transformó en vertiente espiral. Las escenas giraban en torno y se repetían cada momento racional; es decir: cada dos coma dos segundos vectoriales frente a mi, como en cámara lenta. Así veía el campo y la acción del juego, a través de los cuerpos transparentes y escarchados de Luisa y de Elena, quienes ya flotaban en el aire, como ángeles o náyades. Como en un éxtasis divino, de los ojos de Elena y en fulgor indescriptible, brotaron millones de luciérnagas en verdes ráfagas. Éstas se dirigieron a la pelota en el aire, la envolvieron, y desviaron su trayectoria a capricho de Elena. De Luisa, mi hermosísima tritogenia, fueron luciérnagas azules, muy azules que volaron hasta Telémaco, lo envolvieron mágicamente, lo levantaron más de dos metros sobre el terreno y lo ubicaron en la trayectoria justa de las ansias de Elena. Fue un solo estruendo. Una jugada perfecta. El universo retornaba a su esencia vectorial. Era el último out de la novena entrada. Ganó Quinto de Humanidades cinco carreras por tres...
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Felicitaciones de nuevo, Angel.
Saludos cordiales,
Hallie
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares