Un poema /profundo, y muy bien expresado/ Me ha encantado todo. Te felicito de corazón.E. R. Aristy escribió:EL CANTO DE LOS SERAFINES
"El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. 2 Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces diciendo:
«¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!
¡Toda la tierra está llena de su gloria!"
Isaias 6:1-3
"Y los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir."
Apocalipsis 4:8
[HR]
I
En el continuo forcejeo de llaves a veces se irisa
un camino rubio, un otoño vigorizante que invita
a adornar las querellas y los quebrantos,
a llenar la copa del poeta con espumosa floritura,
pero es él quien en ocasiones nos da lata,
y con ebria certidumbre
nos declara que en la jungla de la civilización
la astucia es un animal de cuernos raros,
de cara afable, letal corbata,
a esta turbación le sobrevive la épica que va prendida
con alfileres sobre el pecho acérrimo del héroe iluso.
Aquella carne de cañón mentido
que se arrepiente de la paz fingida
con frente bruñida, la futilidad le espera
en un coche de mimbre y, sorprendida de su belleza
mermada,lo ve sentir el alivio de un cansancio premuturo.
Y pues, aquello que fuera fuego se consume
en las cenizas de un cigarillo maloliente,
junto a las sobras de dolores borrachos, escatológicos,
que al fin terminan embutiéndose en los labios capciosos
del panorama turístico, poniendo así en riesgo la reputación
de la paz.
Pero no tú,Estrella, anatema del lustre de la religión,
tú, la metáfora que no sabe de poesía,
que alzas, a pesar del fracaso,
una mano para tocar el viento.
Tú, que eres el vértigo de la noche inmersa,
el esplendor que chispea la angustia de taladrar
el vacío.
II
Entre malvas de desencantos vuelan en la niebla tus cenizas.
Tú, hijo de las estrellas,
fuego impenitente que arrostra al diablo con tu locura
de verdes iridecentes esperanzas de “algún día”,
que vives instalándote en la flota sacra de olas siderales
y que explosionas en geométrica,
cruda e insondable felicidad portentosa,
y vas poblando al vacío infinito
incomprensible, irreplicable con tu muerte,
cavando corrientes de luz en las galaxias,
jardines luminosos en el atrio del cielo,
tus cenizas son navíos cargados de flores numinosas
que se vuelcan sobre la cuna-tumba de los serafines.
E. R. Aristy
Un beso.
BEGOÑA.