lo que de mí queda,
lo salvaron los rastrojos.
El cabello
a la deriva desviste a los cormoranes de rubio,
de rubio trigo
y en ciernes, los humedales van sirviendome un rocio
que anhelo
como el mendigo reclama hospedo en la roca.
Digo voy
y soy de Fénix, sosías en las cenizas,
gaviota que a la greña exige peces al marinero
porque suya es la cosecha;
digo pan y se vertebra mi espalda erguida
y erguida vivo,
soy la reina,
reclamo mi acantilado mientras la falda
-a su aire-
se ciñe en desacato al cuerpo que se des-onda en brazos,
piernas y talle y libre
marca simas, mares
vertientes todas donde apunta del rastrojo,
el verde-yedra y helecho promesa de amaneceres.
Aquí,
lo que de mí nazco;
porque mía es la esperanza,
por ella y en ella
yazgo.
(Dos de septiembre de dos mil once en Alicante, una fecha magnifica, como pudo serlo hace cinco años, por ejemplo, y sin duda lo será dentro de otro lustro, pero hoy, mía es la Esperanza, por ella y en ella, yazgo en este poema, que parece deshilavano, sin conexción, pero que él (el poema) y yo, sabemos que no es así)