Girasoles
Hoy recorrí un camino entre lilos y manzanos,
a un lado discurre el río que va corrientes abajo,
al otro, un campo inmenso lleno de girasoles.
Con sus caras oro viejo tiñen de fuego los campos,
mientras se vuelven al sol, en señal de gratitud,
tras recibir su alimento.
Se filtra entre sus verdes tallos la suave brisa estival
y el sonido que producen con el roce de las hojas,
recuerda las risas desenfadadas de los niños del lugar.
Me he quedado extasiada mientras se paraba el tiempo;
luego, he mirado a lo lejos, allá donde se junta el cielo.
Entre bruma los he visto, gigantes de hormigón y hierro
rompiendo con la armonía de un paisaje perfecto.
Los levantaron los hombres, sin duda, faltos de acierto,
en una época lejana, que me ha recordado el tiempo
en el que allí estaba mi casa, allí, nuestro hogar primero
allí, donde tú llegaste , tan frágil y tan pequeño,
que en vez de un pan bajo el brazo, traías un pedacito de cielo.
He regresado a tu infancia, de nuevo por un momento,
has vuelto a ser mi niño, juguetón y travieso.
Luego a tu adolescencia, llena de proyectos y sueños,
me contabas tus batallas y me derretía por dentro.
Hoy, tus hechuras, llevan un camino recto,
pronto te convertirás en un hombre cabal, sereno y honesto,
pero en esta transición, aún te quedarán momentos
de incertidumbre y desconsuelo con otros de grandes aciertos.
Aunque nuestros caminos, a veces se bifurcaron,
La vida los ha juntado y ahora corren paralelos.
Has vuelto a ser mi alegría, confidente y compañero.
Recuerdo aquel día que me dijiste: “mamá, cuanto te debo”,
se me inundaron los ojos y se me paró el aliento;
no hicieron falta palabras, tú supiste leer dentro
que si alguien debe algo, un mundo yo a ti te debo.
Conocerás a una chica y caminaréis parejos,
mientras mi corazón, desbordado de contento,
mezclará un poquito de envidia con mucho agradecimiento.