Dos manzanas en un bodegón de Octubre

[Alejandro Costa López]

Dos manzanas en un bodegón de Octubre,
donde te imaginaba cerca del fuego,
de las brasas de rojo dorado y junto al pan caliente,
enredando el suave cabello
con la maraña rubia de los rayos del sol.
Quererte tocar no saciaba mi empeño,
abrazarte, era odisea en la piel erizada.
Te grité,
desgarrando hasta la vocal más insolente,
mientras amanecías en los lechos de una tarde de invierno tenaz,
y rompías el silencio de una noche reposada.
Morderte los labios
era la obsesión donde dormía mi ausencia,
el bosque, donde brotaba el color rojizo de las fresas,
donde irrumpía el manantial de tu sonrisa.
Eras tú y el cielo,
el canto de un pájaro gris
y el refrescante aroma a heno,
tu cintura adornada de margaritas,
mis manos heladas,
tus manos…, muy lejos.
Era recordarte, añorarte,
vestir tu imagen con las lágrimas que me quemaban dentro,
vivir de ella, tallada en un hasta luego.

Ya no vale un te quiero,
una erizada piel,
incluso, un soplo de aire fresco.
Al bodegón se le hizo tarde,
y son demasiados los octubres recordados,
muchas brasas,
y unos tantos panes horneados,
pero…, no está su cabello,
y la mañana no se torna rubia
desde aquel día que los rayos de sol entristecieron.

La grité tanto,
que desgarré mis entrañas en su silencio.

[Administración Alaire]

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