¿Se puede forzar la idea inicial?

Foro en el que se muestra la filosofía de Alaire con respecto al mundo del poema. Aquí, los foristas pueden consultar y resolver dudas sobre asuntos relacionados con cualquier estrato de la poesía.

Moderador: Rafel Calle

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Pablo Ibáñez
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¿Se puede forzar la idea inicial?

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Tengo dos normas y no sé si son tontas, por eso paso consulta:

1. no ponerme a escribir hasta que la idea inicial, el chispazo que dispara el poema, no está bien "instalado" en mi cabeza.

2. aceptar solo chispazos que vengan por sí mismos, sin forzarlos de ninguna manera. El despertar de un día sin trabajo a veces da chispazos, volviendo en coche del trabajo también he tenido algunos...

Ese chispazo puede ser una imagen, una idea, un concepto, un recuerdo, una combinación de dos o tres palabras. La cuestión es que la cumplimentación de las dos normas se hace, a menudo, desesperante. Claro, como no se puede forzar, paso semanas enteras "sin hacer nada", a la espera del chispazo. Cuando por fin viene, paso semanas enteras digiriéndolo. A menudo la digestión no resulta provechosa, la cosa no progresa, no viene el entusiasmo y me veo obligado a desechar la idea y empezar de cero. En esas ocasiones -cada vez más habituales-, me digo a mí mismo que soy un vago y un zoquete y que si de verdad me pusiera a pensar y a trabajar, sacaría a la fuerza chispazos y digestiones sin tanta tontería.

¿Es así? ¿Se puede hacer? ¿Cómo?

Un saludo.
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Rafel Calle
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Re: ¿Se puede forzar la idea inicial?

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Pablo Ibáñez escribió:Tengo dos normas y no sé si son tontas, por eso paso consulta:

1. no ponerme a escribir hasta que la idea inicial, el chispazo que dispara el poema, no está bien "instalado" en mi cabeza.

2. aceptar solo chispazos que vengan por sí mismos, sin forzarlos de ninguna manera. El despertar de un día sin trabajo a veces da chispazos, volviendo en coche del trabajo también he tenido algunos...

Ese chispazo puede ser una imagen, una idea, un concepto, un recuerdo, una combinación de dos o tres palabras. La cuestión es que la cumplimentación de las dos normas se hace, a menudo, desesperante. Claro, como no se puede forzar, paso semanas enteras "sin hacer nada", a la espera del chispazo. Cuando por fin viene, paso semanas enteras digiriéndolo. A menudo la digestión no resulta provechosa, la cosa no progresa, no viene el entusiasmo y me veo obligado a desechar la idea y empezar de cero. En esas ocasiones -cada vez más habituales-, me digo a mí mismo que soy un vago y un zoquete y que si de verdad me pusiera a pensar y a trabajar, sacaría a la fuerza chispazos y digestiones sin tanta tontería.

¿Es así? ¿Se puede hacer? ¿Cómo?

Un saludo.



Amigo pablo:
Dos normas quizá sean demasiadas cuando hablamos de escribir poemas. Creo que, los poetas, a la hora de escribir debemos prescindir de normas.
Unas veces, la idea, es decir, el concepto, es el punto de partida del poema; otras veces, aparece un verso, una palabra, porque sí, espontáneamente y, a partir de ahí, construimos un poema. Nosotros, a pesar de ser poetas conceptuales, no deberíamos cerrarnos a nada.

Si no escribimos, no es porque seamos vagos o zoquetes, sino porque, entre otras cosas, sabemos que cuanto más escribimos, más mediocre es nuestra obra. Es así, y lo es en absolutamente todos los autores que tienen un nivel considerablemente alto en relación a sus propias posibilidades.

Por ejemplo, cuando un autor con unas habilidades rítmico-literarias parecidas a las nuestras o superiores, empieza a escribir poemas, escribe por los codos; la razón es que su nivel rítmico-literario es bastante bajo, así, no para de escribir mientras nota mejoría y mientras logra aspectos novedosos, singulares. Con la práctica, se van conjugando dos factores; uno, la autoexigencia; dos, el gasto en cuanto a la altura semántica e ingenio literario; ambos, lógicamente, en cada nuevo poema son más difíciles de hallar en parámetros originales.

Entonces, la razón por la cual de cada autor, aun de los más grandes, nos gustan una serie de poemas y no nos dicen nada muchos poemas del resto de su obra, esa razón se halla en que, una vez alcanzado un nivel, es difícil sostenerlo y, claro, es muy difícil subirlo. Cuanto más alto el nivel, más dificultad en conservarlo y mucha más dificultad en aumentarlo.

No ya en el poema, sino en el arte todo, los autores tienden a plagiarse, repetirse hasta la extenuación. No queda más remedio, porque el ingenio ni se compra ni se vende.

Así pues, por lo general (siempre caben excepciones), no se trata de más o menos talento, sino de no quererse repetir y de no querer bajar el listón.

¿Quiero decir que no debemos escribir mucho para no bajar el nivel de nuestra poesía? No. No quiero decir eso.

Lo que quiero decir es que tenemos que escribir cuanto podamos, sin pensar en la calidad intrínseca de la obra o en cualquier otro elemento que pueda asfixiar nuestra creatividad.

Estimado colega, también tenemos que tener en cuenta que a veces no se tiene nada importante que decir, sin olvidar que en muchas ocasiones es mejor estar callado. Recuerdo unos versos de cierto poema que escribí hace años: solo me equivoco cuando afirmo y siempre va mejor cuando me callo. Traspasado al poema: solo se equivoca quien escribe; el que no escribe, nunca se equivoca. ¿Es una postura miedosa? Puede, aunque a mí me parece realista y, por lo tanto, debería ser asumible. Vale decir: escribamos, sin más remilgos, pero sería bueno que tuviéramos ganas de transmitir, de no tenerlas, quizá, en vez de escribir, sería mejor leer…

En fin, cuando un autor sabe escribir verso monométrico, polimétrico, multimétrico y versículo, todos con una altura melódico-semántica de nivel medio para arriba (todo eso sabiendo que en su obra hay poemas más felices y menos felices), entonces, es mejor que se dedique a escribir sin pensar en nada, debe dejarse llevar por su cerebro. Lo primero es decirse a uno mismo que no quiero pensar en esas cosas; no quiero escribir pensando en todo lo que he aprendido; quiero dejarme llevar por mi intuición que no es más que la suma de lo que sé y de lo que ignoro, todo procesado instantáneamente. Y a ver lo que sale; siempre será mejor que una patada en la espinilla o, lo que es lo mismo, la depresión del papel en blanco.

Como Gamoneda nos dijo a Ferreiro y a un servidor: Independientemente de que los poetas seamos como los yogures -tenemos fecha de caducidad-, o escribimos o nos resignamos al papel en blanco. Yo no me resigno.

Bien, el maestro escribe, no veo por qué nosotros no debamos hacerlo; viene al caso, porque Gamoneda tiene mucho que ver en la filosofía de Alaire, es así, sus conversaciones son uno de los motivos que me han servido para llegar a conceptos que ahora trabajamos aquí. Él y Borges son los grandes culpables de muchas ideas que nosotros estamos plasmando en el poema; son pozos de sabiduría lírico-literaria.

Seguiremos, colega. Y escribe o trata de escribir sin premisas, tal y como lo hacías hace ya bastantes poemas.
Abrazos.
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Pablo Ibáñez
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re: ¿Se puede forzar la idea inicial?

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Rafel,

sí, lo esencial es lo difícil que es escribir. Es muy difícil, y además es adictivo. Produce una descarga de placer que necesita ser repetida. Pero para repetir la descarga la nueva dosis debe ser igual o mejor que la anterior. Además la queremos rápido porque no somos maduros. Ante esa imposibilidad nos inventamos normas y quejas. Bueno, yo siempre he creído que la clave está en disfrutar del asunto, pero ni siquiera eso es fácil de dilucidar. El proceso para conseguir la descarga de placer es lento y costoso, como dices. Y cada vez más. Y la descarga no es mayor, sino más relativizada. Pero la necesidad de la descarga permanece.

Me acuerdo cuando escribía sonetos, al principio. Disfrutaba mucho más y el proceso no era tan costoso. ¡Qué más da que fueran muy malos! Intento recuperar aquella frescura en cada poema pero no me es posible.

Bueno, no sé, son pijadas, a ver qué pasa.

Un abrazo, amigo.
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Rafel Calle
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En un juego, fútbol, tenis, ajedrez, póquer o la vida misma, quizá sea recomendable e incluso imprescindible disfrutar el y del asunto. Sin embargo, el poema es otra cosa. El mundo del poema, es decir, la poesía toda, no se ha hecho para el disfrute del autor, sino para el disfrute ajeno. Es posible que haya poetas que disfrutan escribiendo su obra -tiene que haber de todo-, pero ello no significa que todos los poetas podamos disfrutar de un parto, porque cada poema es un parto y los partos, se disfruten más o menos, suelen ser muy dolorosos.
Si hay goce probablemente se deba a la propia creación. El acto de crear es un goce y al mismo tiempo dolor.
Abrazos.
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Pablo Ibáñez
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re: ¿Se puede forzar la idea inicial?

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Gracias Rafel, amigo, por tu atención. Eres muy amable y paciente.
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Óscar Distéfano
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re: ¿Se puede forzar la idea inicial?

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

-Yo comparto la opinión del compañero Calle, en el sentido de que no es absolutamente recomendable que un poeta se imponga normas de creación a sí mismo. Como tampoco aceptar reglas de composición de nadie.
Esas reglas de las cuales habla Pablo me hacen recordar a Bécquer. Estoy seguro haber leído que nuestro gran poeta romántico deglutía, rumiaba la idea del poema que le surgía y, sólo una vez desarrollado totalmente en su mente, lo trasladaba al papel en blanco. Pero, creo que hay una diferencia con lo que expone Pablo. Creo entender que nuestro compañero se refiere a que se pone a escribir cuando la idea poética se hizo patente en su mente. Bécquer, sin embargo, creaba la totalidad del poema mentalmente. En cuanto a aceptar sólo chispazos que vengan de “fuera”, considero que es una sacralización exagerada de la revelación poética. Estoy convencido, gracias a mi experiencia, que la revelación puede surgir con mucha posterioridad al acto de escribir un poema. Me explico: uno puede escribir un poema sobre un recuerdo, una evocación del pasado, un homenaje, una elegía, etc., y puede que el resultado final no sea de agradable; entonces, luego de dejarlo macerar un tiempo, un día cualquiera, se produce una iluminación y, luego de corregir frenéticamente, se logra un poema que complace las expectativas, que contiene el indubitable sello de la emoción. Así, pues, el modo de componer de Bécquer es un método, una manera libre de componer, sin condicionamientos de ningún tipo. Dice también la historia que Bécquer había extraviado los manuscritos de sus rimas, que los había perdido, y que gracias a su gran memoria, pudo rehacerlos en su totalidad. Sin embargo, la forma en que Pablo plantea la situación, diciendo: “si tal hecho no se produce, no escribo”, tal imposición me parece castrante. La imaginación desprecia cualquier condición para su vuelo.
Ahora bien, en cuanto a la desesperación ante la página en blanco, el “impoder” al cual se refiere Mallarmé, se puede superar con ejercicios de versificación. Para este menester comparto la idea de componer sonetos, donde es más fácil aprehender una idea poética conceptual antes que una implosiva y original del estro. En el soneto lo único verdaderamente difícil es el remate: en ello radica el éxito o fracaso del mismo. En este sentido, hay también recordar esa forma de composición de los poetas mediavales, cuando encaraban largos poemas épicos. En estos trabajos había más sudor que inspiración, una formula que no se sabe propiedad intelectual de quien es precísamente:

El genio se compone del dos por ciento de talento y noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación.
(Ludwig van Beethoven. Compositor y músico alemán.)

Otros refieren que esta idea nació en Isaac Newton; otros, en Edison. Y me consta que Bécquer también dijo algo parecido en el prefacio de uno de sus libros. De cualquier manera, esto es anecdótico.

Quiero aprovechar este espacio para traer un aforismo mío, que algo de relación tiene con el tema tratado:

Todavía no es poeta el que recibe la revelación de la idea. Esta idea se puede perder fácilmente, ya sea por pereza, negligencia, o por incapacidad del talento para desarrollarla. Si existe el talento, entonces la única barrera a vencer es el de la involuntad. Plasmando el poema, ya sea en la oralidad o en la escritura, ahí se hace poeta.

Ese proceso de “recibir” la temática de un poema como si fuera un regalo de los dioses (o de las profundidades del subconsciente), considero que es un camino de búsqueda forzada. Para encontrar el poema buscado hay que recordar que son incontables las circunstancias, muchas veces acontecimientos fortuitos del destino, que se unen para ello. Y, paradójicamente, hay veces que se presiente algo y se logra lo contrario, u otra cosa totalmente ajena a las pretensiones originales. La poesía es caprichosa, arisca, muy difícil de conquistar. Hay que buscarla en cualquier posibilidad, y ser muy constantes en las convicciones de seducción.
En síntesis, dándole la razón a nuestro compañero Calle, en cuanto a que un poeta produce muchas obras mediocres, podemos decir que hay que escribir diez poemas para lograr una medianamente aceptable, Y hay que asumir aquel ejemplo del inglés Rudyard Kipling, que llenaba dos y tres cestos de hojas arrugadas, cada vez que escribía. La peor ineficacia para un poeta es su temor a escribir.
Última edición por Óscar Distéfano el Sab, 30 May 2015 10:39, editado 1 vez en total.


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Pablo Ibáñez
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Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Óscar,

muy útil tu opinión sobre este asunto. El problema es precisamente esa ausencia de normas. Problema y maravilla, claro. Pisamos un terreno caprichoso y arisco, como bien dices, y uno se plantea ideas que no sirven para nada.

Un gran abrazo, amigo.
Mariano García
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Mensaje sin leer por Mariano García »

Hola, Pablo, Rafel, Óscar.

Antes de empezar el comentario decir que soy “sólo” aficionado a la poesía, la palabra poeta me viene grande y, como he dicho en comentarios en este foro, soy más lector que escritor. Me posiciono así en el lugar que me corresponde respecto a vosotros que, claramente, tenéis una experiencia y cultura poética mucho más amplia que la mía. Lo digo para disculparme si, en mi ignorancia, digo alguna burrada.
Con todo el respeto y cierto rubor, comento:

Pablo, yo “te acompaño en el sentimiento”. Siento lo mismo que tú, pero no sé si es por exactamente el mismo motivo.
Mi tema es que escribir forzadamente me genera una frustración que me deprime mortalmente. Si el poema no me llena a mí, difícilmente llenará al lector que lo ignorará, entonces ¿Para qué escribirlo? Si acaso, como dice Óscar, lo escribiría, sí, pero lo guardaría en un cajón para, en el futuro, regresar y lograr un buen poema.
Tengo poemas en este foro que me están matando y los borraría pero, una vez que no se puede, no es malo ver mis mediocridades al descubierto, me sirven de escarmiento y motivación.

Si viviera de la poesía, no tendría más remedio que escribir mediocridades porque el tiempo apremia y porque es imposible escribir siempre al mismo nivel, como dice Rafel, pero, como no es así, ni será, prefiero esperar el momento y disfrutarlo porque, si para mí es una afición ¿para qué voy a sufrir con ella?
Yo sí disfruto escribiéndola, es lo que me atrae de la poesía, eso de ponerte a buscar palabras que cumplan la métrica y la rima, y que esas mismas palabras te traigan metáforas que no esperabas, que te mejoren los versos iniciales, las estrofas, ese puzzle, ese juego del ratón y el gato en que las palabras ocultas adquieren vida propia, que se susurran ellas mismas, que las intuyes, las ves venir y, cuando las has encontrado, resoplas de alegría, es maravilloso, es lo que más me gusta hacer… pero, eso sí, cuando siento el chispazo, fuera de eso todo es sufrimiento.

Normas sí, las que tú te impones para ser tú mismo, las que te diferencian, las que te hacen libre.

¿Sabes? como lector, me arrepiento de haber comprado los libros de poesía que tenía (los he regalado), es decepcionante comprobar que sólo me gustan dos poemas en todo el libro. Yo escribo poesía ¿Qué pensarán los lectores que se acercan a la poesía por primera vez?

Saludos.
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Óscar Distéfano
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Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

Pablo Ibáñez escribió:Gracias Óscar,

muy útil tu opinión sobre este asunto. El problema es precisamente esa ausencia de normas. Problema y maravilla, claro. Pisamos un terreno caprichoso y arisco, como bien dices, y uno se plantea ideas que no sirven para nada.

Un gran abrazo, amigo.

Algunos poetas hacen (y hacían, desde siempre) esbozos para sus creaciones (como el caso de los poetas épicos, que trabajaban sobre un argumento preconcebido). Y están los "recolectores". De estos, tengo en mente dos ejemplos muy clarificadores: Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez. Ambos poetas llevaban su cuaderno de apuntes en sus bolsillos, y anotaban cualquier hecho, suceso, impresión, que les pudiera servir más tarde como bases de algún poema. Yo he probado este método y me resultó un fracaso. Sólo pude lograr anotaciones que luego me martirizaban por su desconexión poética. Para la prosa, sí, es un buen método de trabajo; para encarar una novela, por ejemplo. Desde ya, Gustave Flaubert, mientras componía su "Madame Bovary", que le llevo más de tres años, registraba todo lo que vivía, como un diario, y se sirvió de esa fuente para múltiples escenas de su libro. Pero, volviendo a nuestros poetas, que eran escritores profusos, de mucha cantidad de poemas, cayeron en la trampa de componer tantas obras que bien pueden pasar al olvido. Es lo que dice nuestro compañero Calle sobre la abundancia de mediocridad que siempre nos acompaña, antes de lograr un trabajo satisfactorio; y es lo que decía Borges: que apelaba a 4 o 5 poemas de los casi 700 que compuso, para aspirar a no ser olvidado. Es nuestro karma.

Un saludo, amigo.
Óscar


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