Oh, Poesia

[Miguel Janariz]

¡Oh poesía que deambulas solitaria por el mundo, casi ausente!, y que ordenadamente unas manos sencillas te dejan abandonada, sin tu quererlo, sobre una balda fría de vidrio o de metal blanquecino. Yo sé que quisieras estar a solas con la madre angustiada, con la viuda que anhela un esposo, con los campesinos cuando cansados miran el cielo y se sienten cómplices de tu sonrisa.
Poesía que te refugias en las inmensas estanterías de las librerías, -como cobarde mariposa - en las bibliotecas antiquísimas, en las casas viejas donde el polvo yace a su antojo como baúl olvidado.
Yo sé, que desearías ser acariciada por manos inocentes o eruditas que comprendiesen de súbito tu mundo subyacente.
Porque tu no eres arrogante, ni te crees sublime como para ser apartada del mundo de los vivos.

En mi corazón, abstraído por los pasillos donde tú habitas, he escuchado el rumor que desprenden tus hojas casi siempre silenciosas. He visto, que algunas veces -aunque no muchas-, alguien te recoge en el universo que es un libro y con cariño te quita el polvo y comienza a pensarte y a acariciarte. Y tú, poesía entre los vivos y los muertos la más hermosa, embelesada estas de las cosas bellas y ciertas que te dan sustento. Con rubor repentino, emerges del olvido y permites que un alma cándida abra tus ojos -ese lugar donde reposa el alma del poeta- y te de auxilio desde ese mundo ignorado en que vivías.

Poesía tan frágil como el espíritu de un niño, poesía de los mares verdes, de la lluvia caída tenuemente en el mes de octubre sobre los abrigos ásperos de los enamorados, cuando erizándose la piel se abrazan debajo de la cornisas.

Poesía de los campos yermos donde un sol desnudo quema la tierra;
de los moribundos que se despiden con lagrimas sobre el lecho;
poesía de los abandonados sobre las plazas y las calles, de los marineros en el mar...

Hoy llego hasta ti, en mi ausencia injustificada y llego cubierto de estrellas, y en las manos poseo el mejor de los tesoros: tus versos y tu inusitada blancura de paloma.
Hoy llego hasta ti, ausente sin yo saberlo, y por esas cosas del querer, hoy estoy aquí contigo como un naufrago después de la tormenta.

Poesía, versos claros de mi juventud, bellas palabras soltadas al viento, pájaro necesitando una voz melodiosa que lo acune, armoniosa canción que canto Quévedo, Lope, Bécquer, Machado y antes ya lo hicieron Homero y Virgilio.

Hoy, te canto y me desplomo ante tus pies, y te rindo homenajes sencillos, reina de los mares, águila veloz surcando el aire, cielo empedrado de nubes, bosques azules compartiendo esperanzas, piel desnuda de los enamorados.
Hoy te busco poesía, más que nunca. Cubierto estoy de andrajos en esta tarde de verano que no cesa, y mi frente y mis manos y todo mi ser cansados de ver el mundo claman a voz en grito tu alegría.