Cultura, plátanos y mercancía
Publicado: Vie, 10 Sep 2021 20:08
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Fuera de la idea de mercancía no existe nada en el Sistema. La Cultura no está a salvo. Pasó con el Arte. Pasa con la literatura.
Un libro es un plátano.
Los distribuidores de la Cultura: las grandes superficies, las tiendas de barrio y hasta la tienda de ultramarinos rural, han olvidado al productor en favor de sus propios intereses a través de conformar un consumidor dócil. La alienación está servida desde lo tangible y lo virtual. Museos y galerías, editoriales, periódicos y revistas, críticos y librerías; todos, son distribuidores de plátanos. Nos acercamos a la valla y podemos comprarlos, no los regalan. Nos los lanzan al recinto y los pagamos. «Este producto es el que te conviene». Y nosotros aceptamos. Acostumbrados como estamos a que decidan por nosotros, corremos el riesgo de acabar no distinguiendo los verdes de los maduros. Si un plátano no está en el mercado, deja de ser un plátano. Se convierte en nada.
El pensador no importa. El artista no importa. El escritor no importa. El individuo no importa. Importa que alguien convierta su obra en un plátano que pueda ser vendido. Hay plátanos de marca y plátanos genéricos, dependiendo de lo que nos podamos permitir accederemos a unos u otros. En cualquier caso pensaremos que estamos consumiendo Cultura de calidad, dado que tiene todos los registros pertinentes con su correspondiente trazabilidad. Mozambique o las islas Canarias. Ya nos dirán de dónde viene la corriente a la que debemos unirnos. Y nos uniremos. Luego reconvertirán a algunos pensadores, artistas y escritores en figuras de estudio y, eventualmente, pasarán a importar. Y, automáticamente, sus plátanos los pagaremos más caros.
No hay Cultura fuera de la corriente. No hay creación. No hay músicos, no hay artistas, no hay escritores, no hay poetas.
Esto nos dicen. «No todos podéis ser relevantes para la Cultura». Cierto, solo somos relevantes en cuanto a consumidores de Cultura. No como productores de nuestra propia cultura. Solo si se produce una alineación extraordinaria entre los astros del sistema social, el acervo personal de los individuos pasa a ser Cultura compartida. Dice el Sistema:
Hay que evitar que el mercado se sature de mercancía. Hay que ser selectivos en la aceptación de la mercancía de forma que se dosifiquen los dictados convenientes de la Cultura.
Convenientes, ¿para quién?, ¿para el mercantilismo de los intangibles?, ¿para un ente social abstracto?, ¿para los individuos?
Seamos conscientes. No hay Cultura, hay culturas. Algunas muy pobres, por cierto, pero, precisamente por eso, a todos nos toca formar la propia lo mejor posible. No hay otra forma de contribuir positivamente a los cambios en el sistema.
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Fuera de la idea de mercancía no existe nada en el Sistema. La Cultura no está a salvo. Pasó con el Arte. Pasa con la literatura.
Un libro es un plátano.
Los distribuidores de la Cultura: las grandes superficies, las tiendas de barrio y hasta la tienda de ultramarinos rural, han olvidado al productor en favor de sus propios intereses a través de conformar un consumidor dócil. La alienación está servida desde lo tangible y lo virtual. Museos y galerías, editoriales, periódicos y revistas, críticos y librerías; todos, son distribuidores de plátanos. Nos acercamos a la valla y podemos comprarlos, no los regalan. Nos los lanzan al recinto y los pagamos. «Este producto es el que te conviene». Y nosotros aceptamos. Acostumbrados como estamos a que decidan por nosotros, corremos el riesgo de acabar no distinguiendo los verdes de los maduros. Si un plátano no está en el mercado, deja de ser un plátano. Se convierte en nada.
El pensador no importa. El artista no importa. El escritor no importa. El individuo no importa. Importa que alguien convierta su obra en un plátano que pueda ser vendido. Hay plátanos de marca y plátanos genéricos, dependiendo de lo que nos podamos permitir accederemos a unos u otros. En cualquier caso pensaremos que estamos consumiendo Cultura de calidad, dado que tiene todos los registros pertinentes con su correspondiente trazabilidad. Mozambique o las islas Canarias. Ya nos dirán de dónde viene la corriente a la que debemos unirnos. Y nos uniremos. Luego reconvertirán a algunos pensadores, artistas y escritores en figuras de estudio y, eventualmente, pasarán a importar. Y, automáticamente, sus plátanos los pagaremos más caros.
No hay Cultura fuera de la corriente. No hay creación. No hay músicos, no hay artistas, no hay escritores, no hay poetas.
Esto nos dicen. «No todos podéis ser relevantes para la Cultura». Cierto, solo somos relevantes en cuanto a consumidores de Cultura. No como productores de nuestra propia cultura. Solo si se produce una alineación extraordinaria entre los astros del sistema social, el acervo personal de los individuos pasa a ser Cultura compartida. Dice el Sistema:
Hay que evitar que el mercado se sature de mercancía. Hay que ser selectivos en la aceptación de la mercancía de forma que se dosifiquen los dictados convenientes de la Cultura.
Convenientes, ¿para quién?, ¿para el mercantilismo de los intangibles?, ¿para un ente social abstracto?, ¿para los individuos?
Seamos conscientes. No hay Cultura, hay culturas. Algunas muy pobres, por cierto, pero, precisamente por eso, a todos nos toca formar la propia lo mejor posible. No hay otra forma de contribuir positivamente a los cambios en el sistema.
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