El Cazador (Dedicado a Delibes)

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Dedicado a Miguel Delibes en el centenario de su nacimiento. Sigue paseando por el Campo Grande, con ese carácter tan castellano, tan suyo.


Ladra un perro de una forma insoportable.
Es probable que se trate de un animal mezcla de mil razas, viejo y sucio. Puedo imaginarlo recorriendo nervioso de un lado a otro de su jaula; puedo intuir el sonido de las pisadas blandas que producen las almohadillas de sus patas sobre un suelo áspero de cemento. En un instante se detiene y ladra hacia donde pudiera sentirse amenazado o hacia donde supuestamente pudiera llegarle la ayuda. Unos segundos después reinicia su rutinario recorrido, entre ladridos y gemidos entrecortados, como un aullido reprimido. Es una llamada de auxilio, un ruego insistente, incesante, incansable, irracional y estúpido. Una y otra vez la misma cadencia, el mismo ritmo.
El ladrido llega desde distintos ángulos, con diferente intensidad, cada vez más lejano.
Pero ahora no se oye nada y ese silencio es peor aun que un ladrido sostenido en el tiempo.
Estaba completamente dormido y ahora, ese silencio, me ha despertado o por lo menos eso creo porque no he abierto los ojos. Es cuestión de recuperar el sueño; no tiene importancia, solo es un simple perro.
Cómo es posible que esto ocurra aquí, no resultaría llamativo si éste fuera mi dormitorio, y evidentemente ésta fuera mi casa. A María le queda demasiado grande, por mucho que las sentencias digan lo contrario.
Cuando despierto así, sobresaltado, en el medio de la noche, tardo en darme cuenta de dónde me encuentro. Sí, hoy no es fácil, ¡ya recuerdo! Estoy en una habitación de un hotel modesto, serán más de las tres de la madrugada. Ayer llegué a Atocha alrededor de la media noche; un taxi me trajo hasta este lugar, en pleno centro de Madrid.
Mañana tengo una cita con el abogado que me ha recomendado Diego, mi confidente y colega en aventuras diversas. Ese picapleitos parece que suele tener bastante éxito en recursos sobre sentencias de divorcio complicadas, con querella de malos tratos incluidos, lo que denomina mi buen amigo, un "prenda". Bien relacionado, caro pero eficaz.
Es la única alternativa para plantar cara a esas asociaciones de mal folladas, que últimamente brotan como setas.
Cómo es posible que aquí ladre un perro, por estas calles hace años que no se ven perro sueltos, ni tampoco hay corrales, ni almacenes de los que suelen tener un perro de guarda. Además,este ladrido de perro corriente, esa forma de ladrar, ruda, borrosa y triste, me resulta familiar.
—¡Ladra, ladra hasta que Madrid se despierte! Y ¡gime!, ¡gime, como una mujer asustada!
Eso es, con toda seguridad serás una hembra; un macho no lloriquearía como tú. Todas sois iguales.
Finalmente, has logrado despertarme, ¿habrá sido una pesadilla, algo que solo ha existido en mi cabeza? O ¿ha sido cierto que ha ladrado un perro? No es la primera vez que me ocurre, tampoco pasa todos los días, pero regresa una y otra vez; cada vez, y a medida que pasa el tiempo, más frecuentemente. No quiero averiguar por qué me está ocurriendo esto, lo más probable es que sean imaginaciones mías y realmente no haya ni perros ni ladridos.
¡No me importa! Debo agradecer esta situación a algunos, que supuestamente eran mis amigos, y que declararon a favor de María en el juicio. Nunca lo hubiera podido suponer.
Menos mal que papá no ha vivido para verme abandonar mi propia casa. Mamá ha sido la primera en recordarlo.
—Tu padre no consentiría verte así; movería Roma con Santiago, pero esa mosquita muerta no se hubiera salido con la suya.
Gracias a Dios el cansancio me va venciendo, me acurruco entre estas sábanas tiesas y ásperas de hotel barato y me doy cuenta de que hasta este instante he tenido todos los músculos en tensión. Relajo los brazos y las piernas mientras me sumerjo de nuevo en el sueño. Mi cerebro se va haciendo más pesado, como si se inundara de un fluido denso.

Lo suponía, a pesar de la hora, María está aun despierta. Como en otras ocasiones, tumbada en el sofá de nuestra sala, aun vestida de calle, con los rastros de las lágrimas mezcladas con el rímel corrido y la histeria de otras veces. La mesa con los restos de la vajilla destrozada, y en el suelo trozos de vidrio que fueron hace unas horas parte de unas preciosas copas bordelesas.
Se incorpora y grita:
—¡No puedo soportar más esto! ¡Así no vamos a ninguna parte!
—Tú no sé, yo ahora mismo me voy a dormir, mañana me voy de caza. Para que no digas que no te cuento lo que hago...
Se acerca a mí. Está descalza y pisa los trozos de las copas esparcidos por la alfombra persa, a su paso los cristales se tiñen de rojo. A pesar de su poca estatura y de su deplorable aspecto, se interpone en mi camino con la pose más altiva de la que es capaz y su mejor elaborado gesto de desprecio.
Me excita esta situación, no puedo remediarlo.
—¡Hueles a golfa! —me dice en voz baja.
—¡Entonces es que huelo a ti!
Me abofetea y no debería haberlo hecho.
Otra vez esa maldita perra. ¿Es que no habrá nadie para azotarla hasta que se calle?
He salido con Diego a cazar como tantas otras veces, la mañana está fresca en Medina del Campo, pero vamos bien pertrechados, nuestros caballos, al medio trote, despiden calor y partículas de agua mezcladas con vapor desde los dilatados ollares, las orejas tiesas y los labios separados dejando ver sus espléndidas dentaduras que muerden el bocado; suavemente clavo espuelas en los ijares al tiempo que suelto ligeramente las riendas.

A una veintena de metros, delante de nosotros, los perros van rompiendo a su paso la escarcha que amaneció pegada a los matorrales. Son tres animales, dos galgos de Diego, nuevos del año pasado, preciosos, en su mejor momento, y mi galga "Chula". Por cierto, tengo que cambiarla de nombre y llamarla "Torpe", ya que el año pasado cazó poco y éste, camino lleva de no estrenarse.
Corren alegres olfateando cada centímetro de terreno. Una y otra vez peinamos cuidadosamente la ladera entre el arroyo y la cárcava; son poco más de trescientos metros de punta a punta. Normalmente aquí siempre caen un par de liebres.
Tengo la frente, bajo la gorra, tiesa de frío, si no fuera por las ropas, que son especiales para la ocasión, no podría permanecer sobre el caballo. Hincho el pecho orgulloso del momento, la caza con galgo es más que un deporte, desde esta altura observamos el mundo a nuestros pies, las tierras de labor parecen aun más miserables desde aquí, que a ras del suelo.
Volvemos grupas enfilando cada vez más cerca de los perdidos; y también cada vez acorralando sin piedad a las piezas que, al saberse acosadas, se habrán refugiado entre las matas que rodean al monte. A una de mis polainas de piel de cerdo, recién estrenadas, se le ha desatado la trabilla superior, la más cercana a la rodilla; al mirar hacia el suelo me parece distinguir, sobre el color crudo de la tierra, un bulto de piel con una ligera diferencia de color.
Es la liebre encamada a la sombra de una mata de espliego, casi imperceptible con su manto gris pardo sobre el terreno seco. A punto ha estado de pisarla el caballo y ni se ha movido. Los perros no se han enterado de su presencia.

¡Qué cabrona! Tiró bruscamente de las riendas y silbo, como solo sabemos silbar los cazadores con galgo.
Los perros me miran, ladran respondiendo a mi llamada, y la liebre salta de la cama corriendo en dirección contraria. Los galgos de Diego salen disparados como proyectiles en su busca; promete ser una buena carrera.
—¡Vamos, Chula!, ¡búscala!
La perra se queda parada sobre sus cuatro patas mirándome galopar en dirección a la pieza, cabizbaja, como esperando algo. Dudando de si debe cumplir la orden. ¡Insolente!


Por un instante viene a mí la imagen de María, mirándome a los ojos, altiva, levantando la barbilla y diciéndome:
—¡Hueles a golfa!
Con la boca entreabierta, en silencio, me pide con los ojos que la golpee. En ese instante, dejo caer mi puño sobre su cara, una y otra vez, una y otra vez.

—¡Corre, Chula!
Obedece sin ganas, torpemente, pero es demasiado tarde, los galgos de Diego ya han alcanzado a la liebre y se pelean entre ellos por apresarla, jugueteando con el cadáver sangrante.


María no almorzó aquella mañana, el nudo de la cuerda le estranguló la garganta. No se resistió demasiado, dejó de gemir cuando se tensó la cuerda; media docena de patadas y manotazos al aire y se acabó. Me lo estaba pidiendo a gritos.

¡Otra vez los ladridos! ¡Es que no voy a poder dormir?


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Arturo Rodríguez Milliet
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Escalofriante recorrido por el laberinto psicopático de un misógino.
Excelente relato. Un abrazo.
Te presento a mi padre, el que está a su lado es mi hijo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Siempre es un reto ponerte en la piel de lo que más odias. El maltratador y su mente. ¡Horrible!
Gracias por leerme y comentar, Arturo.
Un abrazo.
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Luis M
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Luis M »

Es una muy buena prosa, Ana. Dura, bien escrita y muy interesante. Considero que una virtud necesaria de los escritores es su capacidad para ponerse en el lugar o en la mente de individuos "distintos" e incluso abominables. Respecto a Delibes, me parece un gran escritor, aunque personalmente siento un rechazo visceral ante las personas que aman la caza (él la amaba). Me cuesta mucho comprender que alguien sensible e inteligente sienta placer al matar a un animal. Mis felicitaciones y un beso.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Supongo que yo puedo separar al escritor de la persona que escribe. El tambor de hojalata es un buen libro a pesar de que Günter Grass
perteneciera a las Waffen-SS en su juventud.
Delibes es uno de mis escritores favoritos y su vida privada no es algo que me interese especialmente.
Creo que hay que leer de todo para comprender este mundo que nos ha tocado. Luego ya formaremos una opinión, pero es un placer leer a los que saben dar un buen uso de la palabra.
Me gusta el realismo social que tiene este escritos. Tiene obras muy, muy duras.
Gracias por venir hasta este rincón.
Un beso.
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Luis M
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Luis M »

Está claro, Ana, hay que separar el arte de la vida privada del artista, y por supuesto hay que intentar empaparse de toda buena literatura. Nunca negaría eso. Otro beso para ti.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Otra cosa es que un escritor soltara su panfleto para hacer apología de una determinada ideología, o para intentar convencerme de que la caza es lo mejor del mundo. Entonces no me molestaría en leer algo que ya sé de antemano que voy a aborrecer.
Uno de mis hermanos es, bueno era, cazador. Le he consultado algunas cosas para escribir este relato. También solía ir a los toros. Es una persona inteligente que nunca ha intentado llevarme a una corrida o de caza porque sabe lo que pienso del tema. Él con sus cosas y yo con las mías nos queremos a tope.
Un beso, Luis.
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Luis M
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Luis M »

Mi mejor amigo-colega es taurino, y evitamos hablar sobre el tema, pero te garantizo que si alguno de mis hermanos pequeños (soy el mayor) me sale cazador le desheredo automáticamente... ;-) Un beso.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Durante quince días cuidé de su galgo. Solo había que sacarlo un rato y darle poco de comer, creo que una vez al día y poca comida. Han pasado unos años y no recuerdo las dosis.
El galgo, que parecía un caballo, estaba muy delgado o yo lo veía así. Creo que le di más comida de la que necesitaba, jiji. Cuando volvió mi hermano, de sus vacaciones, se echó las manos a la cabeza: un galgo gordo, jajaaj
¡Qué rápido era el joio! Le quitó el helado a una niña que iba de paseo con sus padres sin tocarla ni un dedo. Menos mal que los padres no se lo tomaron a mal y el asunto se resolvió tomando un café todos. ¡Madremía! Si es que era más grande que yo.
No me lo volvió a dejar más. Murió hace poco y yo creo que le alegré la vida durante quince días.
Un beso, Luis.
Armilo Brotón

Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Armilo Brotón »

Un texto bien tramado y excelentemente documentado; puedo dar fe de ello porque yo soy cazador desde pequeño. La excusa del homenaje a Delibes te ha servido para hacer una denuncia, también determinados obras de este autor eran exposiciones duras de la realidad social.
Aunque la caza, de la que tanto gustaba Delibes, es una actividad hoy muy normalizada es heredera directa de nuestro pasado e íntimamente ligada a la supervivencia. Las piezas cobradas son para comer en una ceremonia de hermandad del grupo humano que todavía tiene en su memoria la actividad cinegética. Has reflejado muy bien, sin apenas conocerlo, el sentimiento de comunión que se siente con la naturaleza; el cazador es uno de los mejores ecologistas hoy.
Me gusta la prosa del autor de Diario de un cazador, me hace oler el tomillo y el romero del campo, el olor a pólvora, oír a los perros excitados; las frías mañanas y el tabaco se juntan en el aliento que genera una nube blanca a modo de aura en los protagonistas.
Y sobre todo me recuerda a mi padre, con el que tantas veces salí de caza y a mi hermano, excelentes seres humanos.

Un besazo
N.B. ¿Qué te pasó en el ojo? Lo veo como raro, creo que te excediste con el rimel.
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Luis M
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Luis M »

Ana García escribió:Durante quince días cuidé de su galgo. Solo había que sacarlo un rato y darle poco de comer, creo que una vez al día y poca comida. Han pasado unos años y no recuerdo las dosis.
El galgo, que parecía un caballo, estaba muy delgado o yo lo veía así. Creo que le di más comida de la que necesitaba, jiji. Cuando volvió mi hermano, de sus vacaciones, se echó las manos a la cabeza: un galgo gordo, jajaaj
¡Qué rápido era el joio! Le quitó el helado a una niña que iba de paseo con sus padres sin tocarla ni un dedo. Menos mal que los padres no se lo tomaron a mal y el asunto se resolvió tomando un café todos. ¡Madremía! Si es que era más grande que yo.
No me lo volvió a dejar más. Murió hace poco y yo creo que le alegré la vida durante quince días.
Un beso, Luis.
Jajja, pobre galgo, tu historia me ha recordado a mi socia, que cuando le dejaba a mi mastina porque estaba en celo (y para separarla de mi otro perro), me la traía hecha un hipopótamo, y se justificaba diciendo que solo la daba "un poco de pizza..." El resultado es que no podía casi ni moverse, y además durante un par de semanas pasaba de comer su pienso de toda la vida :-)

Y bueno, si como dice Miguel, los cazadores son los "mejores ecologistas", de la misma manera se podría decir que las guerras, el cáncer y los virus son guays y estupendos, ya que reducen el paro y la sobrepoblación humana... En fin, puntos de vista... Un beso.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Armilo Brotón escribió:Un texto bien tramado y excelentemente documentado; puedo dar fe de ello porque yo soy cazador desde pequeño. La excusa del homenaje a Delibes te ha servido para hacer una denuncia, también determinados obras de este autor eran exposiciones duras de la realidad social.
Aunque la caza, de la que tanto gustaba Delibes, es una actividad hoy muy normalizada es heredera directa de nuestro pasado e íntimamente ligada a la supervivencia. Las piezas cobradas son para comer en una ceremonia de hermandad del grupo humano que todavía tiene en su memoria la actividad cinegética. Has reflejado muy bien, sin apenas conocerlo, el sentimiento de comunión que se siente con la naturaleza; el cazador es uno de los mejores ecologistas hoy.
Me gusta la prosa del autor de Diario de un cazador, me hace oler el tomillo y el romero del campo, el olor a pólvora, oír a los perros excitados; las frías mañanas y el tabaco se juntan en el aliento que genera una nube blanca a modo de aura en los protagonistas.
Y sobre todo me recuerda a mi padre, con el que tantas veces salí de caza y a mi hermano, excelentes seres humanos.

Un besazo
N.B. ¿Qué te pasó en el ojo? Lo veo como raro, creo que te excediste con el rimel.
Estás graciosillo, eh. Lo que asoma por mi ojo es la araña que escapa de mi mente. Se asoma para ver qué se cuece por estos lares.

En las frías mañanas: café y carajillo. Y kilómetros y más kilómetros andando la mayoría de las veces pq es lo que a él le gustaba. Otras a caballo (pocas)

Tu comentario me hace recordar momentos familiares. Reuniones en las que se podía apreciar la carne de jabalí (siempre poca, cachis).
Mi hermano seguía la ética del cazador: ¡caza, no mates! ¡Comer lo que se caza! Vuelvo a decir que no es lo mío, pero conozco la deportividad, la camaradería de su grupo, Participar manteniendo el equilibrio de vida y muerte: una sola pieza que te exija horas y horas de persecución y de ingenio cuando de caza mayor se trataba (esfuerzo físico y mental). No era cantidad, sino calidad en su ´forma de vida. Esta forma de vida que ha trasladado a su vida personal.
Mi hermano me decía que esas caminatas afinaban sus sentidos como en una alerta especial y endurecía músculos . También formó parte de ese tema de actividad cinegética de la que hablas. Exterminación de plagas que dañan sembrados, raíces de árboles, cableados e incluso muros como son las plagas de conejos.
En ese sentido sí que se es naturalista. Porque tienes que amar la naturaleza y el medio ambiente para darte esas palizas.
Adoraba al galgo (solo tuvo ese). Fíjate que tenía un gran olfato. Encontraba unas trufas enormes que no se vendían. Se comían en esas reuniones familiares.
Gracias por tu comentario, que me ha hecho recordar todo esto. Un pasado familiar que se unía a la fiesta del vino.
Un besazo.
Última edición por Ana García el Mar, 03 Nov 2020 20:00, editado 1 vez en total.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Jajja, pobre galgo, tu historia me ha recordado a mi socia, que cuando le dejaba a mi mastina porque estaba en celo (y para separarla de mi otro perro), me la traía hecha un hipopótamo, y se justificaba diciendo que solo la daba "un poco de pizza..." El resultado es que no podía casi ni moverse, y además durante un par de semanas pasaba de comer su pienso de toda la vida :-)

Y bueno, si como dice Miguel, los cazadores son los "mejores ecologistas", de la misma manera se podría decir que las guerras, el cáncer y los virus son guays y estupendos, ya que reducen el paro y la sobrepoblación humana... En fin, puntos de vista... Un beso.[/quote]

Yo creo que mi postura se encuentra en el centro, entre Miguel y tú. No puedo comparar la caza con la guerra, el cáncer o los virus. Son temas que matan de forma silenciosa (virus) o a lo bestia y con bastante ayuda química (drogas) en la guerra.
La caza que yo he podido vivir a través de relatos familiares es otra cosa. Es comida después de un deporte exhaustivo. No es un abuso de poder. Cazador y pescador respetan el sistema ecológico.
Félix Rodríguez de la Fuente fue cazador y un gran amigo de los animales. Ahí tenemos su buena cetrería que ayudó en los aeropuertos y otros temas como el anillado de las aves migratorias, por poner un par de ejemplos.
No me digas que al mastín le gustaba la pizza, jajaja. Dos perros me mordieron y uno me salvó la vida de pequeña. ¡Qué cosas!
Gracias por tu vuelta, me encantan los debates.
Un beso.
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Luis M
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Luis M »

Esto es como los toreros, que dicen que aman y respetan al toro. Yo debo ser muy raro, Ana, pero preferiría que me amasen y me respetasen menos, y no me clavaran espadas en el lomo o me llenaran de plomazos el cuerpo :-( ...
Y bueno, abuso de poder, lo que se dice abuso de poder, no sé qué decirte sobre quién abusa más de quién, si el conejo del cazador armado con una escopeta, o a revés, (siempre que se considere el importante riesgo que supone para el cazador, que el conejo le muerda con sus "terribles" dientes la yugular ;-))
Y sí, a Feliz Rodríguez de la Fuente le gustaba la cetrería, y también decía que la tauromaquia era una salvajada y la vergüenza nacional...

Es cierto, a la mastín le encantaba la pizza, ... y todo lo le cupiera en la boca, jeje. Otro beso.
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Ana García
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Re: El Cazador (Dedicado a Delibes)

Mensaje sin leer por Ana García »

Con el aislamiento en casa por la covid-19, las ratas, las palomas y los conejos son una plaga. Estos últimos son unos colonizadores tremendos que dañan la agricultura y quedan las raíces de los árboles peladas. Es algo que veo cuando salgo de la ciudad para correr.
En mi barrio han tenido que desinfectar (a lo bestia) pq la gente oía las ratas a través de las paredes de sus casas. Gente que vive en los bajos se mantenían vigilantes por la noche. Menos mal que yo vivo en un primero.
¿Y qué te digo de las palomas? Que son las ratas del aire. El ácido de los excrementos de las palomas provoca corrosión, oxidación de los metales. Edificios, coches, ropa. Todo lo estropea. Muy romántica y bella la paloma cabrea la tira.
Se acude a los cazadores para mantener a raya a los predadores cuando hay una masificación que nos dañe.
No es un abuso de poder, es pura supervivencia.
Que gozada de debate, Luis.
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