Blanca Sandino
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Registrado: Jue, 22 Nov 2007 14:30

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(* nota a pie de página)
[RIGHT]Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras,
¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?

Rosalía de Castro
[/RIGHT]



Aronda de la Frontera era un pueblo pequeño que orgulloso acunaba su historia hasta adormecerla en su única ruina, la Torre Vigía, a un tiro de piedra de La Casona y dos siglo más antigua, cuyo objetivo actual, pues ya no había de defender de moros, era cortar el paso al bosque o proyectar su sombra sobre el pueblo o dar sentido a las calles blancas, estrechas y empinadas, en las que los balcones de hierro forjado y pequeños cristales, incrustaban intensos contraluces azules y ocres al atardecer. Su luz, su calidez, su reciedumbre, consolaron tristezas, paliaron soledades y terrores infantiles. Me fui acostumbrando a ellas, al sonido a tañer de campanas, y a las voces que en las casa-puertas parecían surgir de cuerpos anclados en la prehistoria.

Alicia debía andar por los setenta y cinco años, y lo que nos rodeaba por el siglo y medio, o al menos eso me parecía a mí. Tía segunda de mi padre, por alguna razón que desconocía era mi madrina, propietaria de La Casona, y mi única familia. Allí cumplí los dieciocho años y allí volví a tomarle el pulso a la vida que nuevamente me pertenecía.

Como, aún sin saberlo, me pertenecía tu mirada, carambola fascinante en los azogues que decía Salinas.

Y me pertenecieron aquellos meses. Meses de fuego y aire, de agua y tierra. De dolor. De rebeldía mía, de tiernas e inacabadas caricias tuyas, de besos que se quedaban en el aire a escasa distancia de mis labios.

Y me pertenecía tu voz, tan varonil; tan honda. Tu voz, algunas veces susurro agazapado entre los cortinajes, y otras, las más, en las que como en aquellas veladas frente a la chimenea, cuando tía Alicia tejía o bordaba y me enseñaba a tejer o a bordar, nos leía los más bellos pasajes de Ovidio, de Dante, de Calderón, de Lope, de Quevedo, de Shakespeare, de Dumas, de Becquer, de Machado, y tantos otros. O recordaba viajes por países lejanos, mezclándose con el clin clin clón de los bolillos que tía Alicia movía ágilmente, mientras yo, maldiciendo mi torpeza, luchaba con el hilo, terco como una mula, que se escapaba de ellos.

Y me pertenecían tus manos dibujando mi cuerpo sin tocarlo. Las que, ya avanzado septiembre, cuando el viento como un ladrón nocturno de calores sin disimulo se allegaba hasta mí, si yo (cansada de desenredar el hilo, cerraba los ojos para imaginar mejor lo que contabas) parecía dormida, despacio, para no inquietarme, extendían la manta antes de que pudiera sentir frío o retiraban de mi cara un mechón de pelo escapado al asedio de aquel almohadón que trajiste de India.

Y me perteneció la noche, la primera en la que vi tus ojos en mi espejo, y no sentí miedo ni sorpresa, porque me pareció que siempre habían estado allí, que eran reflejo de los míos, los que siempre había visto como míos y que, bien mirados, no lo eran. Y me reconocía. Sin embargo, me reconocía.

Y me pertenecieron las otras, las que fueron preludio de aquella madrugada cuando, después de celebrar tu regreso, y tía Alicia hacía mucho tiempo que dormía, me miraste. Y llenos mis ojos de interrogaciones, te miré.

¿Qué es lo que me ocurre ? - te dije - Me siento tan inquieta.

Y me perteneció tu mano que por vez primera recorrió la distancia en la que habitualmente se quedaba suspendida y acarició mi cara . Tu sonrisa ante mi sorpresa, mi estremecimiento y mi retirada. Y tu voz que pregunta, y yo, que quiero parecerte moderna y tan mayor que ya no me ruborizo por hablar de esas cosas, te contesto: ¡claro que sí, alguna no, miles de veces! Y tus ojos que ocultan un guiño divertido porque sabes muy bien que no ha habido ninguna, que te miento.

Y me pertenecen tus dedos que se detiene, titubean si es que se puede decir así, y vuelven a empezar, para hacerlo más largo, el recorrido de mi brazo; retroceden, vuelven a titubear y continúan camino de mi cuello, de mis labios.

Y me pertenece tu boca que recoge el suspiro de quien ya se ha rendido a la evidencia y a la caricia larga, intencionadamente larga, en la que dejé de ser yo y tu dejaste de ser solo. Y tu respiración entrecortada que multiplica momentos y hace los minutos siglos, entreteniéndote en cada beso, cada caricia, como un alquimista afanado en transformar un arrendajo, que ni siquiera es azul, en ruiseñor, tu cordura en locura, mi ser niña en mujer.

Esta noche que me pertenece.

Que te pertenece, porque al igual que el agua pierde su identidad para ser nube, desnuda de mi misma y vestida de ti y de tus manos, te pertenezco yo.

Te pertenezco. Yo, que escucho campanas, voces en las casa-puerta, veo callejas empinadas, y bosque, y sombra, y atardecer, y luna; y deletreo besar, locura y frío, y casa.

Te pertenezco yo. Y mi pensamiento, que ha dejado de hacer recuento de pertenencias. Y mi cuerpo, que se arquea buscando la perfección y la unidad del círculo. Barro en un torno que gira concéntrico a ti.

Amor. El amor. El vértigo de amor que se percibe cuando se ahonda en el casi total silencio de un susurro: eres hermosa cual ninguna otra. Amada mía. TÚ.
FIN



Blanca Sandino



(*) Iba a explicar que se trata de un ... hmmm, texto, sí texto, tipo taller, pero no sé si es necesario que lo haga. Así todo, por encima digo alguna condición que tenía que cumplir:

Ni menos de un folio ni más de dos.
Somera descripción de un pueblecito.
Debían figurar una serie de palabras, y al menos en cinco o más ocasiones, en el primer renglón de cada párrafo tenía que aparecer, conjugado en distintos tiempos y personas, el verbo ‘pertenecer’.
Tema podía ser cualquiera, aunque bastante limitado por el verbo que se debía usar obligatoriamente y por otra condición que ahora no recuerdo.

Pues ahora que lo pienso, no sé si las cumplí todas.


Ea, así me parece, tiene más sentido.
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Rafel Calle
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Registrado: Dom, 18 Nov 2007 18:27
Ubicación: Palma de Mallorca

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Qué bien escribes, querida amiga Blanca. Tu prosa es caliente, huele a humanidad, es un pedazo de ti alzándose en una sedición de la belleza palabra.
Ha sido un placer leerte. Felicidades por este relato y por todo, colega.
Un fuerte abrazo.
Blanca Sandino
Mensajes: 3024
Registrado: Jue, 22 Nov 2007 14:30

Mensaje sin leer por Blanca Sandino »

Te lo agradezco mucho. Tras escribir Tú, y dado que dejé a la protagonista en una situación... bueno, no estaba ella muy conforme, creo : ), así que me comprometí darle otra oportunidad. Debo estarle agradecida, su enfurruñamiento me permitió escribir dos relatos, extensos, demasiado, sí, demasiado; en uno quise hablar de Nora, aunque lógicamente no se llama así, y en el otro de Hilda, que sí se llama así porque como no existe, o yo no la conozco, le puse el nombre que me apeteció; por cierto que comprobé qué dificil es ponerles un nombre. No todos sirven, es como si no les 'pegara' con su caracter.

Gracias. Rafel. Muchas.

Blanca



Rafel Calle escribió:Qué bien escribes, querida amiga Blanca. Tu prosa es caliente, huele a humanidad, es un pedazo de ti alzándose en una sedición de la belleza palabra.
Ha sido un placer leerte. Felicidades por este relato y por todo, colega.
Un fuerte abrazo.
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