Mar

[Jerónimo Muñoz]

MAR


En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.

[Ramón Carballal]

Me alegra ser el primer en felicitarte por este magnífico poema. Un abrazo.

[Pilar Morte]

Muy buen poema, me ha encantado. Tiene profundidad ese mar en el que todo es. Bordaste el final. Felicidades.
Abrazos

[Ignacio Mincholed]

Nada está aislado. Unido con un fino barniz cada verso a cada verso, en apariencia inapreciable pero fundamental.
Grandes sutilezas nos señalas aquí, Jerónimo.

Felicidades y un abrazo.
Ignacio

[E. R. Aristy]

MAR


En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.

WOW! Un poema excelso y que viaja en las profundidades de La Belleza y acaricia a la elusiva ballena de la connotación. Te felicito, Jerónimo! Un abrazo, ERA

[Óscar Distéfano]

MAR


En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias, pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.

Qué gran y bello poema, compañero. Estos versículos, por su infinita libertad, ayudan a percibir la grandeza inconmensurable del mar, así como ese mundo imaginario que has creado con tanta credibilidad. Es un poema que se siente como el producto de una inspiración desbordante. Mis aplausos.

Un abrazo de amistad.
Óscar

[Hallie Hernández Alfaro]

MAR


En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.

Enorme la inspiración, el calado, la belleza, esa cohesión que nos transporta a océanos poéticos magistrales.

Ovación cerrada, querido compañero; no pienso dejar de aplaudir, asumo el dolor de las palmas, lo asumo.

Un abrazo de los grandes.

[Jerónimo Muñoz]

Me alegra ser el primer en felicitarte por este magnífico poema. Un abrazo.

Y yo me alegro de que seas tú quien se anticipe en la felicitación, la cual te agradezco muy sinceramente.
Otro abrazo.

Jerónimo

[Jerónimo Muñoz]

Muy buen poema, me ha encantado. Tiene profundidad ese mar en el que todo es. Bordaste el final. Felicidades.
Abrazos

Hoy se ta ha adelantado Ramón, pero yo sabía que tú no dejarías de darme tu elogio y tu afecto. Gracis Pilar, de todo corazón.
Un abrazo.

Jerónimo

[Jerónimo Muñoz]

Nada está aislado. Unido con un fino barniz cada verso a cada verso, en apariencia inapreciable pero fundamental.
Grandes sutilezas nos señalas aquí, Jerónimo.

Felicidades y un abrazo.
Ignacio

Celebro haber merecido este notable comentario tuyo, Ignacio. Te abradezco tu atención y tus estimadas apreciaciones y felicitación.
Un abrazo.

Jerónimo

[Concha Vidal]

Asombroso Jerónimo, este poema.
Asombroso y atractivo, incongruente, dulce y fortísima a la vez, la voz que clama.
A mí no me extraña nada que venga del mar. Ya sabes.
Abrazos desde él, y con él, que todo puede ocurrir en sus profundidades.

[Jerónimo Muñoz]

WOW! Un poema excelso y que viaja en las profundidades de La Belleza y acaricia a la elusiva ballena de la connotación. Te felicito, Jerónimo! Un abrazo, ERA

Muchas gracias, Roxane. Esas palabras, por venir de ti, me dan mucha alegría.
Otro abrazo para ti.

Jerónimo

[J. J. Martínez Ferreiro]

Todo el poema es un brillante desarrollo imaginativo de este gran verso de apertura:

"En el mar todo es de mar, hasta el olvido"

Como para zambullirse una y otra vez en este mar de poesía.

Abrazos y salud.

[Rafel Calle]

Tan bello como interesante trabajo, amigo Jerónimo. Se nota que te sientes muy cómodo en este registro de gran poder evocador.
Felicidades.
Abrazos.

[Jerónimo Muñoz]

MAR


En el mar todo es de mar, hasta el olvido.
Sentí clavarse en mí las espinas de la lentitud.
Avancé entre las olas con el mercurio en la lengua y muchos abrieron sus párpados.
Allá en el fondo crujían los esqueletos de la fermentación.
Un niño sin madre lloraba líquenes de inexistencia. Era de mar.
Una mujer paría su transparencia con obstinación, pero los ciclistas lloraban. Todos de mar.
Quise cerciorarme de la exactitud de las posidonias, pero me asustó su sosiego.
Flotaban las alcobas con sus lechos imaginarios y las cocinas con sus trigales inextinguibles. El mar condensaba los silencios.
La religión del mar carece de dogmas y de confesionarios. El mar no tiene pecados. Una efusión de crustáceos absorbe las éticas.
El fuego es un resplandor sobre las espumas, el viento es el aullido de los límites, las nubes son el clamor de los hipnotizados.
No hay espartos, no hay pinares, no hay pájaros vivos ni aceros imposibles. Las lágrimas son también de mar; y los espíritus, inmensidades.
Me refugié en una cueva de tiburones para no encontrarme con mi juventud.
Al final, solo los espejos reflejaron mi corazón.
Ah de los erizos, de las anémonas, del cristal sumergido. Ah de las islas submarinas. Ah de mi inconsistencia.

Qué gran y bello poema, compañero. Estos versículos, por su infinita libertad, ayudan a percibir la grandeza inconmensurable del mar, así como ese mundo imaginario que has creado con tanta credibilidad. Es un poema que se siente como el producto de una inspiración desbordante. Mis aplausos.

Un abrazo de amistad.
Óscar

Me alegra mucho recibir este elogioso comentario tuyo, Óscar. Tu fina sensibilidad y gran capacidad crítica le dan a tus palabras el sello de la sinceridad, cosa que redobla mi contento. Gracias de corazón.
Un abrazo.

Jerónimo