que sea posible,
que hagas posible,
lo imposible.
(Alejandro Costa - 1972 -14 años)
No existe nada que el tiempo no arrastre
hacia las curvas que dibuja el destino,
con la voz callada,
encadenado a los grilletes de la vida,
con la sensación dislocada de un mar en calma y acobardado
y un suspiro que el viento vislumbra al atardecer.
Todo parece alejarse para hundirse
en una bañera de despropósitos,
y los ojos se cierran,
y la mente se obceca en alentar sin poseer aliento,
más allá de proteger un alma en cambalache,
más allá de huir de las noches huérfanas,
más allá de debutar en el peor de los escenarios,
más allá de una sensación de impotencia imposible.
Ahora, con la lección a medio aprender,
con la luz del alba fatigada
y el rocío a punto de ahogarse en la disputa,
ahora,
desdeño todo aquello que nunca supe cómo conseguir,
aquello que enredó la sed de mi voz,
de mi cuerpo y ultrajó la carne sin alma;
desdeño al cielo que no madrugó
para despejar la oscuridad de mis miedos;
desdeño al ave que no desplegó las alas de la libertad;
al paraíso que nunca conocí,
al dolor que me atenazó los músculos,
a la voz que nunca me habló
y esos zapatos viejos que nunca supieron donde llevarme.
Aún hoy, sigo castigando mi yo,
lo mantengo en una disputa permanente contra lo imposible,
jugando una partida sin contrincantes,
sin retorno,
en espera de que algún día logre el cierre definitivo
y los zapatos encuentren ese camino irreal
junto a un cielo que ilumine las oscuridad de mis días.
Entonces,
es posible que me acuerde de aquellos días
donde todo parecía imposible.
El alba recuperará el aliento,
el rocío, la escarcha del amanecer.
Nada será ya quimérico.