entre los soportales cuando la gente corre.
Pájaros, luz y trinos,
amanecen los pinos.
Un paisaje de ruedas y botones, el hombre tras su pista,
a través de reflejos, se integra en la autopista
de rutinarios pasos, ascensor, escalones,
calles que el ser transita para aprender lecciones
de integración, civismo y de moral,
avenidas que escupen
insectos,
órbitas que el planeta oculta tras sus hijos predilectos.
Ojos que lo ven todo,
nada se hunde en el lodo,
hasta no discernir sus propias cicatrices,
rascacielos felices,
y un Dios que no traslada sus pesares
a la jungla de eternos omóplatos y husares.