Un grito Quería llorar pero fue imposible. Te arrancaba de mí la vida. Tenías todo el derecho de irte sin mirar atrás. Antes del subir al autobús, te diste cuenta y dijiste: “¡Isabel!” Entonces comprendí que nada volvería a ser igual, que lloraría cada día tu recuerdo, las noches de estudio, tus co...

Calle de Galiana,
dieciséis años que avanzan
sobre tu historia de siglos
Pelo al viento,
muchos nervios,
cafés y versos,
tantos deseos…


Calle de Galiana,
solitaria lámpara,
humedad del alma.

En tu poema evocas con sencillez y musicalidad ese amor y esa nostalgia, también evocación de la juventud. Me ha gustado mucho.

Isabel Marina

Luarca Una fría tarde de enero pienso en el fin de este camino, y en una lámpara que se ve en lo alto, sobrevolando el mar. Abajo, el puerto mantiene su belleza: los barcos lucen como estrellas en el agua, se divisa la playa entre los prados donde mi alma se baña libre y salvaje. Justo allí, de car...

Se trata de tu risa dulcemente inflamada en tardecitas de junio
de tu falda floreada con el color de la arena del Puerto de Vallarta.

Me gusta lo minucioso de tus descripciones y la dulce melancolía de tus palabras.

La mañana aquí parece despertarse apenas: Es la lágrima que enturbia las miradas. En un sitio como éste no apetece pegar gritos, ni cantar fuerte, ni siquiera embriagarse. Las gaviotas y las piedras reflejan su humedad acharolada. Escuchan los sentidos en reposo la melodía lenta y dulce de la lluvi...

Me hieren las pisadas y el paisaje desde el tren. Soy inaccesible como una gruta olvidada entre la niebla. Me mira mi perro y su mirada se me queda extraviada en el ojal derecho de este chal que llevo. Asumo que os habéis perdido y que ya no podré veros, asumo que esta orquídea se quedará ya triste...

Bajo el signo del olvido, regresa el cuáquero a su aldea, hondas palabras que llegan en eco, solitario pez de las comidas, que mira la niña demacrada. Signos que van y vienen, la infancia ya nunca recuperada, las muñecas que fueron tanto, la jaula del canario que cantó hasta su último día. El olvid...

La celosía esconde secretos que responden al alba: restos de corazones viejos y un sonido discreto, parecido a una lágrima que recorre un arpa. La celosía tiene miradas perdidas desde la distancia. Son las monjitas que rezan, rezan por nuestras almas. Se oye crujir una silla desvencijada. Caen cara...

Ferreiro, tu poema es impresionante, me ha gustado muchísimo. Me ha recordado a Vicente Aleixandre, en ese manejo tan mágico del lenguaje. Qué decirte, me quito el sombrero.

Pilar, especialmente la última estrofa me parece fantástica. El verso ahuyenta las vetas del suicidio, qué soledad tan extraordinaria la de las personas en este mundo moderno. Es muy cierto ese sentimiento de que nadie nos piensa.

Gracias, gracias por leerme. Es cierto, Lázaro, que lo que más duele es el derrumbe de los sueños. Juan Fionello, eso que dices también tiene que ver con la edad y el derrumbe de los sueños.

Gabriel, qué hermoso y qué triste, casi me he echado a llorar, está muy conseguido, de verdad.

Marina, me ha gustado todo el poema, su desarrollo, y especialmente el final. El poeta es el que sabe reconocer lo que tú has reconocido en esos árboles.




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Ana, tus versos tienen un gran poder de evocación... Grande tu final.


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