El relato de las estrellas
acuna el sueño
del cuerpo acontecido,

reposa el tiempo
perdido en un puzzle
que se diluye en silencio;

el nombre está ausente.

Cabeza de perro, la luna y la noche
bailan el cielo de los astros,

los ojos recogen
la imagen de las sombras,
cierta luz apaga los sueños que suceden.

El universo desnudo
con el ayer en sus ojos
iluminando el vacío,

penumbra de caminos
bajo los pies desnudos,
una estrella para el tiempo.

El atardecer respira
en la cumbre del cielo,
acontece el viento

a la fuga de una noche
fatigada de dar
la luz oscura de su sueño.

Las calles descansan
en el silencio
de esta noche de marzo,

el aire camina sereno,
en la sombra de un desierto
cubierto de estrellas.

Y las estrellas…
en su pálpito
acompañan el rumor de la noche.

Nocturno silencio
de luces desvaídas
en el páramo del sueño,
entre los posos de la memoria.

En aguas
de noche clara
se descubre la luna
llena de luz,
el tiempo transcurre
en su rutina de pasar

y el silencio es penitente
bajo la sospecha de las sombras.

La luna crece de sombras
desechas en cuerpo,
la altitud de la mirada
se acomoda en el silencio,
tensión silente
acurrucada en el nacimiento
del descanso nocturno.

Escucho la música nocturna
en la antesala del sueño,
llenan el silencio
los pasos de la memoria,
prescritos en la luz.

Notar como la madrugada
va cediendo a la sobriedad,
ordenar los pensamientos
del caos organizado.

En el rincón
donde se pierde
el silencio del atardecer
aparecen los sueños
de los días grises,
de cielos rugosos y pálidos,
de cenicientos besos,
casi desnudos de tristeza,

empapados de la nostalgia
de un pájaro azul
cantando a la luz del rocío.

Rescatar el olvido
que asume la pereza
del tiempo perdido,

donde aparecen símbolos
de cansancio y relojes huecos,
que se disuelven en la memoria,

asumiendo las noches a solas,
con los sueños, náufragos,
entre los restos de la realidad.

Reverbera el tiempo
en los ojos de la noche,
como tibia luz adormecida
en el cristal de los cimientos.

Más sombras al encuentro
de un silencio perpetuo,
que acompaña a la luna
y aviva el fuego de las estrellas.

Escucho la música nocturna
en la antesala del sueño,
llenan el silencio
los pasos de la memoria,
prescritos en la luz.

Notar como la madrugada
va cediendo a la sobriedad,
ordenar los pensamientos
del caos organizado.

Las noches
en la calle de los sueños,
silban en el tiempo
de una mirada en la distancia.

La luna bella y sonámbula,

oro blanco de aguas negras,

un dilubio anunciado va a caer en el silencio
de la sensivilidad que pefora la memoria.

Desde la ventana del tiempo
las estrellas
iluminan las calles vacías,
la soledad que nace en el parque
se vuelve silencio,
se descubre el velo de la noche
y la luna late, grande y anaranjada
entre las nubes.