Poema Rubén Falconi
Publicado: Dom, 20 Ene 2008 3:35
Dos enfermeros apresan al daimon que me controla: desconecta redes nerviosas y corroe mi materia gris hasta dejarla pulcra como el óxido. Trato de avisarles de la serpiente que Juno ha colocado en ésta cama pero por mi lengua corre el veneno delirante de Medusa. Los guardias me colocan la túnica de Neso y meten mi cuerpo inerte en la ambulancia. Caronte enciende el auto. El ruido de la Sirena se me mete a los oídos como el mar y mi consciencia se refugia en el letargo inofensivo de la bestia.
Estelas de sangre ruedan por el lavamanos y la claridad del tono se me incrusta en la retina. Los paramédicos me sujetan a la cama y Eolo abre con sus uñas mi bóveda craneana. Adormecido entre una turba de doctores, balbuceo como por inercia la palabra Euridice.
-Centro de salud mental Dr. Rafael Inglot- anuncia el dintel en los dominios del infierno. Yo imagino el terror que sintió Dante al ver el pantano antes del limbo. Desde afuera, la ciudad se mantiene por el contorno de los dementes. Cruzo el umbral y se cierra en mi nuca la puerta de la entrada. El sonido es un disparo justo al bulbo raquídeo. Navego en el Aqueronte y veo a los paranoicos, los epilépticos y los deformes. Al ver los residuos de dios, mi cara se deforma con la tranquilidad del diseccionado.
Entre las paredes blandas de éste manicomio, me siento a escuchar las notas del río Struma. En el crudo aleteo de sus olas, las almas son atormentadas por una música invisible. Afuera sólo se oye el llanto terrible de las Furias. –He venido al lugar donde los cuerpos caminan oscilantes hasta el sueño- le digo a mi psiquiatra. Entonces adivino: se ha perdido la ninfa más bella de Tracia en la garganta del Hades y mis temores sólo pueden convertirla en otra sombra que se desliza entre las grutas de mi mente.
He creído llegar en mi barco a la isla de Eea. Ahí, el soplo delicado de ninfas es como el viento divino de Levante. La costa se extiende desde mí para reventar en una sola burbuja y cientos de crustáceos caminan sobre la arena para tejer una alfombra transparente. Entonces, desembarco en un reino más allá de las nubes. Ebrio, camino por infinitas praderas de rosas. Yo esperaba ver a la noble diosa envuelta por el encanto pero las sirenas me arrebataron en una ola de bruma. De un momento a otro, la visión se desvanece. Detrás del oasis siempre encuentro los mismos ojos severos de Chrono y su boca llena de piel me recuerda la infancia.
Estelas de sangre ruedan por el lavamanos y la claridad del tono se me incrusta en la retina. Los paramédicos me sujetan a la cama y Eolo abre con sus uñas mi bóveda craneana. Adormecido entre una turba de doctores, balbuceo como por inercia la palabra Euridice.
-Centro de salud mental Dr. Rafael Inglot- anuncia el dintel en los dominios del infierno. Yo imagino el terror que sintió Dante al ver el pantano antes del limbo. Desde afuera, la ciudad se mantiene por el contorno de los dementes. Cruzo el umbral y se cierra en mi nuca la puerta de la entrada. El sonido es un disparo justo al bulbo raquídeo. Navego en el Aqueronte y veo a los paranoicos, los epilépticos y los deformes. Al ver los residuos de dios, mi cara se deforma con la tranquilidad del diseccionado.
Entre las paredes blandas de éste manicomio, me siento a escuchar las notas del río Struma. En el crudo aleteo de sus olas, las almas son atormentadas por una música invisible. Afuera sólo se oye el llanto terrible de las Furias. –He venido al lugar donde los cuerpos caminan oscilantes hasta el sueño- le digo a mi psiquiatra. Entonces adivino: se ha perdido la ninfa más bella de Tracia en la garganta del Hades y mis temores sólo pueden convertirla en otra sombra que se desliza entre las grutas de mi mente.
He creído llegar en mi barco a la isla de Eea. Ahí, el soplo delicado de ninfas es como el viento divino de Levante. La costa se extiende desde mí para reventar en una sola burbuja y cientos de crustáceos caminan sobre la arena para tejer una alfombra transparente. Entonces, desembarco en un reino más allá de las nubes. Ebrio, camino por infinitas praderas de rosas. Yo esperaba ver a la noble diosa envuelta por el encanto pero las sirenas me arrebataron en una ola de bruma. De un momento a otro, la visión se desvanece. Detrás del oasis siempre encuentro los mismos ojos severos de Chrono y su boca llena de piel me recuerda la infancia.