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Publicado: Mié, 02 Ene 2008 3:23
En el trilenio entrante, los enamorados irán con sus sicodélicas andanzas tiñendo el horizonte. Presenciaremos las últimas luciérnagas de los asombrosos submarinos lunares; y del mar y sus paredes veremos un arco iris inmensamente gris. Bajo el eclipse gótico del hemisferio ácido irán las luminosas ráfagas de una araucaria, en ella los nativos verán crecer un pueblo de márgenes iguales a las cataratas de Zam-dú. Nos pasearemos por las plazas y los lugares destinados a palomas, recordaremos la condición de imperfecto recorrido que cada uno tiene hasta que llega a su propia isla. Iremos en el submarino aéreo para entender mejor las cosas. Precisamente lejos de la puesta de la cuarta luna, casi al fondo del triangulo de un puerto, colocaremos nuestros libros astrológicos y nos miraremos detenidamente, como se miran en las sicodélicas andanzas los enamorados, y sin decir palabra alguna tomaremos nuestra nave rumbo al sur del aire, al frente del polo este donde los pájaros dan a luz sus primeros pichones. Al fin y al cabo, después de haber pasado horas en círculos románticos, nos detendremos a ver el hermoso hongo que aún perdura al fondo de las aguas. Entonces, iremos a leer los agonizantes versos de amor de un poeta antiguo que murió fusilado a mediados del siglo veintiuno, cuando aún venían diariamente los crepúsculos. Te diré que eres hermosa, como los satélites de Wansidom o como el lugar donde nos ocultamos al final del noveno continente. Ya sin luz y sin presente, nos quedaremos navegando en un futuro antiguo, al lado de nuestros años.