Cuento de Navidad
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
Cuento de Navidad
Melancólica, pierdo la mirada en el asfalto mientras imagino lo que sé que esta por venir. Las mujeres de mi familia dejándose los cuernos en una cena de proporciones mayestáticas, mientras mi padre se esfuerza en cocinar platos no demasiado complicados pero que aún así le suponen un reto, y mi tío se apalanca en un sillón, cómodo y completamente satisfecho de su posición. De vez en cuando bajará a las cocinas, a picotear de las fuentes que con tanto esfuerzo y dedicación han preparado las damas de mi hogar.
Se me antoja un sacrilegio verle desmontar la estudiada simetría de los platos para satisfacer un innoble pecado de gula- con esa barriga, a fe que no puede ser hambre-. Y le estrangularía con mis propias manos cada vez que le veo pasearse entre las afanosas trabajadoras como un capataz en los campos de algodón, altivo y presuntuoso.
Vuelvo a mí porque uno de los vehículos que venía en dirección contraria me ha hecho un cruce de luces enfadado y agresivo. Perdida en el ensueño, me he distraído de la carretera. Una estupidez por mi parte, y más con esta niebla. Por alguna razón, no hay peor fecha en el mundo para matarse en carretera que la Navidad.
El aire alrededor de mi triste volkswagen es tan denso que parece que pudiera cortarse con un cuchillo. La radio murmulla un farfullo continuo y repetitivo, una de estas canciones de amor clónicas fácilmente tarareable y aún más fácilmente prescindible. La olvidaré antes de llegar a casa. Intentaría cambiar de emisora, o mejor aún, apagar ese engendro diseñado por Marconi. Las ansias de posteridad llevan al ser humano a cometer actos atroces, y en lo que a mí respecta, los 40 Principales son una de las mayores infamias conocidas y aceptadas por el hombre moderno. En fin, da igual. De todos modos, lo que me preocupa es apartar las manos del volante para tantear en busca de los controles de la radio. La carretera es traicionera, y esta noche está congelada.
Pienso en todas las cosas que nunca podré decir. En todas las cosas que, dichas, no tendrán valor. En todas las cosas que nunca escucharé. Y me siento pequeña, una pieza prescindible en un mundo carente de piedad, porque la piedad es una súplica humana, y el resto de especies no conocen qué significa. Bajo el azote de una Naturaleza inclemente y gélida, saboreo con más fiereza que nunca mi posición en el Universo. Hormiga obrera. Llegas, vives, te vas, y tanto daría que hubiera sido así como que no. No es tan malo, si se piensa bien.
No me gusta la Navidad. Tiene todos los visos para hacerlo, porque adoro las reuniones familiares y el calor del hogar. Pero la asocio a malhumores y gritos, a trabajos forzados en las cocinas y a la irritación de tener que esperar a quienes llegan tarde. Esto pasa en casi todas las familias, me consta.
Los neumáticos resbalan sobre el asfalto. Consigo mantener el control de esta carraca, a duras penas. Y sigo avanzando. A fin de cuentas, la vida siempre es la misma rutina: seguir avanzando.
- Julio Gonzalez Alonso
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re: Cuento de Navidad
Salud.
- Pilar Iglesias de la Torr
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re: Cuento de Navidad
te desenvuelves bien en el relato..........aquí, por ejemplo, al hilo de una de esas estampas tan cotidianas, trufas con reflexiones, el desarrollo de la anécdota, en una bastante acertada relación de equilibrio, y dentro de un lenguaje lleno de frescura
me encantó por ejemplo este aparte
Pienso en todas las cosas que nunca podré decir. En todas las cosas que, dichas, no tendrán valor. En todas las cosas que nunca escucharé. Y me siento pequeña, una pieza prescindible en un mundo carente de piedad, porque la piedad es una súplica humana, y el resto de especies no conocen qué significa. Bajo el azote de una Naturaleza inclemente y gélida, saboreo con más fiereza que nunca mi posición en el Universo. Hormiga obrera. Llegas, vives, te vas, y tanto daría que hubiera sido así como que no. No es tan malo, si se piensa bien.
de todas formas, estoy convencida de que sabes hacerlo mejor......je, es por incordiar un poco
un besazo.........Pilar