ya no encuentro en tu mirada
la huella de las memorias
que se han perdido en el agua.
La luna de las caricias
de marzo por la mañana
resiste en mi soledad,
en las nubes, en las ramas,
en el vuelo y los estanques
de una encendida palabra.
Ya no te puedo evocar
porque se me rompe el alma
porque mi lira se muere
y no sé cómo alentarla
cuando escucho aquel quejido
en el sauce de las lágrimas,
cuando pienso en la finura
de tu boca en mi almohada.
Por los rellanos del aire
que ya no mueven tus alas
por los bares escondidos
que lloran de madrugada
y sufren ebrios de muerte
los resplandores del alba
en la senda de la risa
que aún presiente tu cara
mi corazón te recuerda,
no ha perdido la esperanza.