Editorial Alaire

Pasto de la intemperie,
el árbol transido de desahucio
mira hacia la puerta taciturna
y las ventanas dormidas
de la casa y sueña con ser alma
que la sostenga, habitándola.

La casa ventruda y famélica,
abrumada por una tierra sin adjetivos,
desea mutilar sus raíces y, a hombros
de un mar con reflejos de sumas
y multiplicaciones, dirigir sus pasos
hacia donde sonríen las fotografías;
pero tiempo ha que no se refleja el cielo
en los cristales de sus ventanas,
tras las que respiran ausencias y silencios.

Estas cosas pasan donde las calles
ya no se construyen
con los pasos que palpitan y no dañan,
sino con el polvo de los muertos
y las tristes sombras de su propio ayer.

Son las piedras las que recogen el testigo
para contar la historia de lo que un día
fue semilla, retoño, árbol, vida fértil
que un mal viento de velocidad
y prisas arrasó, dejando un poso decrépito
en las espaldas y en los relojes
mientras el aire se iba llenando de telarañas.

Un gran poema, donde el dolor de la pérdida, del derrumbe social y humano se hace arte en la poesía. Emociona, llega y se siente el abandono sin remedio.

Un abrazo, amigo Francesch.

Me ha encantado el poema, como abordas diferentes situaciones. Son versos muy hermosos que emocionan, aunque tristes.
Cuánto por hacer!!
Abrazos y felicidad

Bello, muy bello encaje en la alegoría que engloba a la persona en la misma sociedad. Alcanza lo universal de la poesía en su decir, siempre vivo y transformador. Mi enhorabuena, Francesch. Gracias por compartir.

Un abrazo.

Leerte es adentrarse en las realidades existenciales y observar cómo tu palabra se eleva, Francesch. Escribes muy bien.

El ser humano transforma y también aniquila. Deja sin alma lo que antes había vida.
Un placer leer tan bella e inteligente obra.
Abrazos.