Ladridos de Metal (a Ricardo López Castro)

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Ana García
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Ladridos de Metal (a Ricardo López Castro)

Mensaje sin leer por Ana García »

Este dedicado tiene un fin, Ricardo. Que alguna de tus musas se venga conmigo y que tu buena escritura se me adhiera a los poros para que mi piel respire el aire de tus letras. ¡Qué bien escribes, amigo mío!

Ayer ladraron los perros. Mucho más que de costumbre. Mario, ¿Te das cuenta? ¡Mucho más que de costumbre! Los oí, y no fueron imaginaciones mías. Sus ladridos estaban ahí, justo ahí donde estás ahora. Yo los veía, veía los ladridos colgados de esas ganzúas de metal. Y supe que eran las mismas ganzúas metálicas de las que colgaban los corderos. Los corderos muertos. ¿Comprendes? Los del matadero. Y creí que me volvía loco. Porque padre está muerto y el matadero hace años que lo derribaron. ¿No lo entiendes? No podían ladrar los perros y sin embargo yo los oía.
Mario, se balanceaban. Oscilaban una y otra vez, y dejaban el reguero de sangre en el suelo. Como aquella vez, cuando nos escapamos para averiguar en qué trabajaba padre. Para saber de una vez por qué nunca comía carne. ¿Te acuerdas? Nos colamos por la puerta, el guardia no se dio cuenta. Nos adentramos hasta la sala del fondo. Oímos los hachazos, los golpes, el balanceo de la carne muerta aún fresca. Y los ruidos de los animales aún vivos. Y los perros ladraban en la nave contigua.
Yo no quería ir. Fuiste tú el que me obligó, no lo niegues con esa cara de fantasma. Yo siempre me asustaba al ver sangre. Y tú insistías, una y otra vez, y en el colegio me llamaban miedica y tú nunca me defendiste. Tú te reías con ellos. Te juro que tus risas eran ladridos. Y al final cedí.
No he podido olvidarlo. Padre hundía el cuchillo en la carne y silbaba. Silbaba mientras cortaba pedazos de carne que iba tirando sobre una bandeja llena de sangre. Y los corderos muertos se balanceaban sobre mi cabeza. Quise irme. Te enfadaste y comenzamos a pelearnos. Me empujaste. ¿Qué crees que sentí? Dime, ¡Qué sentí? Contra mis labios y mis ojos carne muerta. Una bofetada de sangre. Grité y padre se dio cuenta. Nos vio Mario, y se fue acercando con el cuchillo en alto.
Y luego…
Cuando le veía silbar en casa no podía remediar ver su melodía ensangrentada. Al jugar con él en el campo y ver su camisa manchada de barro porque le habías dado un balonazo en el pecho, sólo podía verle entre los corderos muertos, con el cuchillo en alto, silbando. Y en la nave contigua ladraban los perros. No quería besarle por las noches, al acostarnos, no podía imaginarle en otro lugar que no fuera entre carne muerta, oscilante.
Mario, hoy le he visto por primera vez comer carne. Y está muerto. He querido vomitar, hubiera querido cerrar los ojos y no ver los ladridos y corderos y cuchillos alzados. ¿Me oyes, Mario? Nunca me contestas. Padre me pidió que le cortara un filete en trocitos pequeños. Me temblaban las manos y por un momento he pensado que volvería a despreciarme con su mirada, por no ser valiente. Pero al igual que tú, no habla, ni emite sonidos. Pero masticó el filete. Un hilillo de saliva mezclada con la sangre del filete se ha resbalado por la comisura de sus labios.
Y entonces pensé en volveros a matar. Para deshacerme de la nave de perros encorajinados y rabiosos. Para resucitar a los corderos que se balancean.
Pero he vuelto a tener miedo. Y al final he ido a mi cuarto. No podía dormir, tenía los ojos cerrados, porque oía un crujido. Estaba seguro de que en el techo pendía una ganzúa metálica. Sabía que si abría los ojos vería a padre colgado de ella. Y he comenzado a oír los ladridos de los perros. Ladraban mucho. Y ha sido al levantarme, Mario, te lo juro. Cuando me he levantado he visto a padre muerto, en el comedor, con el filete sin terminar, tendido sobre el plato. El hilo de saliva ya se había secado, pero los perros ladraban aún más fuerte.

Los corderos no han resucitado.


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Ricardo López Castro
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Re: Ladridos de Metal (a Ricardo López Castro)

Mensaje sin leer por Ricardo López Castro »

Es un texto desgarrador, que levanta pasiones y emociones favorables, desfavorables, contraposición sentimental.
Sensibilizador, humanizador.
Un texto, por lo tanto, completo.

Tienes tu talento a flor de piel.
Tu escritura es libre y ataca a todos los puntos de la conciencia.
Mentalidad abierta.

Bravo.

Un besazo, amiga poetisa.
Gracias por leerme 😃
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Ana García
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Re: Ladridos de Metal (a Ricardo López Castro)

Mensaje sin leer por Ana García »

Ricardo López Castro escribió: Dom, 04 Sep 2022 20:25 Es un texto desgarrador, que levanta pasiones y emociones favorables, desfavorables, contraposición sentimental.
Sensibilizador, humanizador.
Un texto, por lo tanto, completo.

Tienes tu talento a flor de piel.
Tu escritura es libre y ataca a todos los puntos de la conciencia.
Mentalidad abierta.

Bravo.

Un besazo, amiga poetisa.

Me tiran todos los flancos. Me aburro si solo toco un tema o si escribo manteniendo siempre las mismas formas.
Gracias por tus palabras, amigo mío. Me alegra saber que este cuento es de tu agrado.
Un beso enorme.
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