Paraíso de Cuerpos: Me follaste la mente

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Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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Paraíso de Cuerpos: Me follaste la mente

Mensaje sin leer por Ana García »

Una suave sensación, pero extrañamente conocida, penetró en mi ser cuando tu boca comenzó a recorrer al principio lentamente mis labios. La mía hizo lo mismo y, al hacerlo tus dedos me robaron parte de mi espalda. El contacto de tus cabellos rozando mi pecho tenso, retardó un poco el movimiento. Poco a poco, aire y besos, cariño y ternura, provocaron en mi cuerpo un escalofrío de norte a sur. Tu sonrisa desapareció de mi pecho y…

“Eh, oiga son veinte euros”. Al escuchar aquellas palabras miré extrañada a la cajera del supermercado. Pagué sin decir nada. Cogí las bolsas, salí por una puerta lateral y me alejé de la caja lo más deprisa que pude. Mi corazón se aceleró hasta que pude notar sus latidos corriendo desbocados.
Estaba agotada. Decidí sentarme en los bancos situados en la entrada al centro comercial.

Con tu lengua comenzaste a recorrer mi vello púbico. Me quebraba en tus brazos sintiendo la delicia del placer. Sentía cómo se me iba mi vida al ritmo de tus caricias. Y ese olor tuyo tan especial que me inflamaba. Inconscientemente comencé a acariciar mis pechos mientras mi espalda se arqueaba en un doloroso ángulo, acercando mi sexo a tu boca. Tus caricias tardaron más que la primera vez en liberarme de la tensión acumulada por el deseo. Por fin tu lengua dentro de mi sexo y mi cuerpo pidiéndote más.

No sé cuánto tiempo permanecí allí sentada, formando parte del banco, pero supongo que fue bastante. Esa era yo, sí, una muñeca inerte con varias bolsas a mis pies. Imagino, también, que el espectáculo debió ser algo patético a raíz de las sorprendidas caras que desfilaban delante de mí y ante las cuales yo no podía responder.
¡Lo que no pensé nunca es que yo pudiera no estar! En un momento dado dejé de estar en el banco descansando para trascender observándolo todo desde un plano superior. ¿Cómo? No lo sé. Sentí la necesidad de moverme, pero mi cuerpo no reaccionó.
Algunas personas que pasaban delante de mí, bueno, de mi cuerpo me miraban entre tristes y divertidas. Incluso un tipo con aspecto corriente se sentó a mi lado y noté que hábilmente introducía su mano en mi cuerpo y me robaba la cartera. “Oiga, ¿Qué hace? ¡Será ladrón! ¿Comete un atraco y nadie lo ve? Nada, no podían oírme. La gente no se dignaba ayudarme, quizá porque parecía dormida, o…

No existía fuerza mayor que aquella en la que nos arrastraba nuestro deseo, un deseo que siempre intentábamos renovar con diferentes estímulos. Sentía un calor abrasador en todo mi cuerpo, una necesidad tan grande que iba consumiéndome el alma y enloqueciendo mi razón. Gemía y lloraba mezclando risas y ansiando tu penetración. Te la pedía mi cuerpo a gritos pero tú, con tu mirada, me pedías paciencia, tiempo; cambiaste tu lengua por tus dedos, buscando mi centro de placer. Sabías encontrarlo y te gustaba el juego.
Pudo más mi dolor físico que tu deseo. Y grité. Esa fue la señal que esperabas para penetrarme en un solo movimiento de forma brutal… Y el primer orgasmo me sorprendió buscando el ritmo de tus caderas.

Sin saber muy bien cómo, comencé a volar de un sitio a otro, o mejor dicho, a llevar mi mente por los lugares conocidos de aquel centro comercial. Era entretenido que nadie percibiera mi presencia. Escuché conversaciones, risas, familias apuradas con sus últimas compras. Vidas rutinarias. Al final aburrida de sus sencillas redes del pensamiento y de aquella bulla de hormiguero, quise volver a mi cuerpo. Pero, ¿Cómo volver? Salí de mí sin querer. Supuse que simplemente deseándolo podría llegar hasta mi cuerpo.
Y así fue. Llegué hasta el banco y un grupo de unas veinte personas se había congregado alrededor de lo que eran mis brazos, mis piernas… Deseé regresar a mi organismo y terminar con el juego. Ahora sabía cómo hacerlo: tan sólo tenía que desearlo.
Visualicé el deseo consciente de entrar y lo hice con tanta fuerza que sentí el choque de mi espíritu contra el cuerpo.
“Me encuentro bien, solamente ha sido un pequeño desmayo”. Quise tranquilizar a los espectadores, pero nadie parecía escucharme. ¡¡¡Grité, grité y grité con tal angustia que me pareció que todo estallaba a mi alrededor!!! Nadie hizo nada. Todos miraban mi cuerpo y nadie miró mi alma.

Habitación 69. Máquinas, tubos, una horrible baranda cercando mi cama y un ramo de flores, siempre frescas, son ahora mis compañeros habituales. A veces consigo salir de aquí. Lo hago para luchar, por no olvidarme de quién soy, pero sigo sin ser yo del todo. No suelo ir muy lejos. Quiero estar cerca cuando él viene y llora sobre mi cuerpo.

El segundo orgasmo sacudió mi cuerpo cuando él descargó su semen dentro de mí. Agotado cubrió mi cuerpo con el suyo y sin pensarlo, mi deseo comenzó de nuevo. Necesitaba recorrer su piel sudada. Comencé despacio a hacerle el amor de nuevo. Me dejó hacer, una sonrisa en sus labios me dio pie a ello. Mi deseo por él se volvía insaciable. Acariciaba su cuerpo marcando mi olor a fuego. Mordía, arañaba. Y el vértigo volvía en oleadas a mi cuerpo. Besé el interior de sus muslos, lamiendo sus ingles y mezclando mi saliva con los restos de su semen. Gotas perladas de sudor cubrieron su pene. Su reacción fue inmediata. Su erección satisfizo mi ego. Le mostré mis nalgas y él me penetró de nuevo. Golpes rítmicos de mi cadera contra su vientre, pechos bamboleándose y sus testículos rozando mis nalgas provocaron un nuevo éxtasis ritual. El ritmo y el deseo unidos me hicieron desmayar a la par que alcanzábamos el último orgasmo de la noche.

Cuando despierte, sé que él estará a mi lado.


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Jaime Araos
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Re: Paraíso de Cuerpos: Me follaste la mente

Mensaje sin leer por Jaime Araos »

Sorprende dar con descripciones tan naturalmente reflectantes. Las sensaciones propias de la protagonista van de lo sexual a lo frío metálico de la soledad, insertas en una suerte de dualismo tensado por el ensueño.

Ese encuentro entre los cuerpos pudiera ser puro pasado dentro de su aislada vida o inevitable reelaboración de un mito personalísimo. Lo que está claro es que el ámbito de lo temporal se hace más y más pequeño, como en una cámara aérea que poco a poco se aleja, a medida que transcurre la acción.

Placer y dolor, vida y muerte juegan a los dados con el desinterés de los que no tienen nada que perder. Las otras existencias, las coetáneas, se inquietan aquí no más que los colores en un muro; les da para seguir su camino y guardar -un poco- las apariencias. La parte que disfruta es la misma que unos instantes después se advierte, de varias maneras, tocada en su nervio, escasamente advertida.

Los elementos fantásticos están bien integrados en el conjunto narrativo. El cuerpo como cosa proscrita deja paso a un fluir integrado de pequeños saberes de toda índole: divertidos unos y sombríos otros. Quizás nada pese menos que la ósmosis con el mundo.

La ausente, la de la voz callada, es la que mejor mira y la que mejor recuerda. Sabe mejor que los hospitales que en el llorar hay una nota de posdata. De la memoria explora su condición de nexo entre fantasmas, su movimiento de marea imparable y su universo de aromas y sabores.
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Ana García
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Re: Paraíso de Cuerpos: Me follaste la mente

Mensaje sin leer por Ana García »

Jaime Araos escribió: Jue, 16 Jun 2022 0:18
Sorprende dar con descripciones tan naturalmente reflectantes. Las sensaciones propias de la protagonista van de lo sexual a lo frío metálico de la soledad, insertas en una suerte de dualismo tensado por el ensueño.

Quería marcar es dualidad: la sexualidad explicita de la mujer, su mundo interior rico en deseos y la realidad, que tu nombras, como metálica. Una suerte de muerte inducida, que no le permite vivir con los otros. Fuera, la vida se ríe, juega con ella permitiendo ese viaje fuera de su cuerpo. Y dentro, sueña, tan solo eso. Puede oler y recordar. No permite tocar. Ha de ser desesperante.

Ese encuentro entre los cuerpos pudiera ser puro pasado dentro de su aislada vida o inevitable reelaboración de un mito personalísimo. Lo que está claro es que el ámbito de lo temporal se hace más y más pequeño, como en una cámara aérea que poco a poco se aleja, a medida que transcurre la acción.

Claro, la vida de afuera va perdiendo todo su sentido. Seguro que deja de salir de su cuerpo para sentir los besos del que ama.

Placer y dolor, vida y muerte juegan a los dados con el desinterés de los que no tienen nada que perder. Las otras existencias, las coetáneas, se inquietan aquí no más que los colores en un muro; les da para seguir su camino y guardar -un poco- las apariencias. La parte que disfruta es la misma que unos instantes después se advierte, de varias maneras, tocada en su nervio, escasamente advertida.

Advierte con pena que poca gente ayuda, que hay miedo al riesgo: ¿Será una yonqui? ¿Una borracha con alguna enfermedad? Tan solo le importa al ladrón su cartera. Y de eso se da cuenta ella.

Los elementos fantásticos están bien integrados en el conjunto narrativo. El cuerpo como cosa proscrita deja paso a un fluir integrado de pequeños saberes de toda índole: divertidos unos y sombríos otros. Quizás nada pese menos que la ósmosis con el mundo.

Supongo que alguien que puede ver a la gente desnuda, sus pensamientos, su vida normalita, sus tardes de centro comercial... no va a ser un atractivo para su vuelta a la sociedad.

La ausente, la de la voz callada, es la que mejor mira y la que mejor recuerda. Sabe mejor que los hospitales que en el llorar hay una nota de posdata. De la memoria explora su condición de nexo entre fantasmas, su movimiento de marea imparable y su universo de aromas y sabores.


Nadie ve dentro a la que mira. Tú puedes gritar, llorar, que pocos arriman el hombro.


Menudo comentario más completo, Jaime. Gracias por llevarte el cero con un aporte de hondura.
Un beso.
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