Editorial Alaire

Una tarde de luz serena en Mondovì
había un anciano solo y sonriente, aparcado en un banco de la plaza,
contemplando —absorto y plácido— los tejados y el cielo azul del Piamonte.
Tal vez recordaba días limpios, de infancia bulliciosa,
juegos de nieve niña y panetone por las calles empedradas,
o algún beso indeciso, quemado furtivamente entre los pórticos.

Pensé: yo quiero eso, fondear así en los años,
feliz y manso, fácil, sin muecas de miedo ni amargura…
Ligeramente ebrio, en esa idea, caminé a la catedral de San Donato.
Un silencio caluroso algodonaba el tañer de las campanas,
vencejos rebullían las estatuas, la pereza solemne de los muros.
Me detuve a descansar en la extensa paz del belvedere.

De vuelta, anochecido, el anciano
permanecía extático en su banco, y en su cara
— tal vez recordaba el hambre de posguerra,
o muertes familiares en el frente partisano de los Alpes—,
una mueca de miedo, de amargura.

Cuánta vida en el tiempo vivido. También a mí me gusta llegar ( que llegué) con esa placidez sin gesto amargo. Me hiciste pasear contigo. Un hermoso poema, limpio, de los que cada día me gustan más. Felicidades.
Abrazo grande

Impresionante y bella estampa, amigo Pablo, llena de experiencia, lirismo y hondas reflexiones. Me ha encantado leerte con este estilo tuyo, personal y bien acabado, conduciendo el poema hacia la sorpresa de la vida, que encierra siempre dos caras.

Casualmente, hace unos días me había detenido yo en la figura protagonista de otro viejo, anciano o persona de gran edad (como se dice de manera eufemística), pero mis versos no alcanzan la frescura y profundidad de los tuyos, que son magníficos.

Sobre el tema, siempre me viene a la mente la frase de Cervantes: Que la muerte te alcance en vejez suave y madura. ¡Qué más se puede pedir!

Un abrazo veraniego. Salud.

Pablo Ibáñez escribió: ↑Jue, 05 Ago 2021 9:14 Una tarde de luz serena en Mondovì
había un anciano solo y sonriente, aparcado en un banco de la plaza,
contemplando —absorto y plácido— los tejados y el cielo azul del Piamonte.
Tal vez recordaba días limpios, de infancia bulliciosa,
juegos de nieve niña y panetone por las calles empedradas,
o algún beso indeciso, quemado furtivamente entre los pórticos.

Pensé: yo quiero eso, fondear así en los años,
feliz y manso, fácil, sin muecas de miedo ni amargura…
Ligeramente ebrio, en esa idea, caminé a la catedral de San Donato.
Un silencio caluroso algodonaba el tañer de las campanas,
vencejos rebullían las estatuas, la solemne pereza de los muros.
Me detuve a descansar en la extensa paz del belvedere.

De vuelta, anochecido, el anciano
permanecía extático en su banco, y en su cara
— tal vez recordaba el hambre de posguerra,
o muertes familiares en el frente partisano de los Alpes—,
una mueca de miedo, de amargura.

Los giros de los pensamientos estan magnificamente representados por medio de movimiento y de estimulos simultaneos. El anciano estatica postura , para mi representa la rapidez con la que pasa el tiempo ( la rapidez parece suspendida). Sin duda, las reflexiones del narrador son las pausas que nos permiten ver con veneracion a la vida gastada frente a nosotros. Sin duda, el narrador ve mas alla de las apariencias y pues ve al anciano lleno de vida, en vez, de verlo cerca del fin de sus dias. Estas aquilitaciones poeticas. estan bien planteadas y para mi representan elevados valores. Un placer leerte, Pablo. Abrazos, ERA.

Gracias Pilar, querida amiga.
Siempre vienes a verme y a mí me encanta eso. Me alegro que te guste.
Un abrazo.

Gracias Julio,

tu valoración positiva es un honor y satisfacción para mí, amigo.

Te mando un abrazo.

Gracias Roxane,

un honor ller tu comentario positivo, amiga.

Te mando un abrazo veraniego.

Tan bello como interesante trabajo, amigo Pablo.
Felicidades.
Abrazos.

Una escena que traspasa emociones querido amigo...
Un gusto volver a leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Fotografías almas en tus viajes, amigo. Y nos las traes. Y son preciosas.
Un abrazo.

Es un excelente paseo por el Piamonte que guiado por ti, Pablo, es una delicia.
Preciosa descripción del entorno y del lúdico momento.
Triste el retorno al atardecer cuando la vida llega a su ocaso.
Un placer.

Abrazos.

Qué bello, Pablo:

Con serena placidez nos guías a través de escenas de la vida mediterránea llenas de sabiduría. Ese anciano contiene un mundo de experiencias. Tiene un gran bagaje en su interior. Al final, la vida es solo un soplo. Pasa demasiado rápida.

Debemos aprovecharla.

Me ha encantado.

Aplausos... muchos
Un beso
Ana

Muy oportuno, hermano Armilo, el rescate de este poema de Pablo Ibáñez, al que se le echa mucho de menos en estos foros.

Todo un placer de lectura.

Abrazos, Pablo,... y eso a ve si te animas a hacernos una visita.

Abrazos.

Gracias amigos,

un honor para mí el rescate y los comentarios. Entro a menudo a Alaire a leer poemas, aunque no me apetece escribirlos ni comentarlos. Los hobbies son así, vienen y se van.

Un fuerte abrazo para todos.

Me trae recuerdos, Pablo, de lo que no he vivido, pienso en el pueblo de Pavese, que no tiene nada sino el recuerdo de la infancia veraniega del poeta; no hay ningún edificio, ningún monumento reseñable, pero participa del mismo recuerdo de la guerra, cerca se peleaba cada palmo de la tierra alpina, había partisanos que contaban con el fervor del pueblo y otros que luchaban por la gloria del Duce sin saber por qué.

El viejo permanece en su rincón sin pensar que todo lo ha visto. Esta seguro de que estos tiempos de prosperidad no les ha llegado a todos.

Soberbio. Un abrazo.