Editorial Alaire

Vanos invisibles que cruzo desde la oquedad,
lugares con nombres y escenas sin mañana,
palacios que nadie vio en tu sonrisa volátil.
Siempre abriendo hojas de cristal, de hierro,
pulidas maderas de ébano, caoba, pino o boj,
abiertas a la noche sin madrugada, cerradas
con cerrojos que el óxido corroe, bisagras mudas,
manillas de oro en los edificios blancos.
¿Qué hay detrás de un rectángulo enhiesto,
encajado en su cerrazón como un dios obtuso?
Docenas de puertas y una sombra en el dintel,
espejos que nos miran y sueñan con otro,
la última puerta en el azogue que día tras día
violas como un ruiseñor viola con su canto
el incendio de la luz. Hasta el sonido antiguo
de los goznes que chirrían bajo el umbral
sin horas que traspasará tu cuerpo.

He leído en tu poema un paseo por el subconsciente, el misterio y muchas de las cosas que nos conducen a Edgard Allan Poe o el inefable Lovecraft. Pero sólo son mis sensaciones. Me ha gustado, Ramón.
Salud.

La última puerta, el último obstáculo o justamente la barrera final que excede tiempo y espacio...

Me ha emocionado este poema, querido amigo.

Abrazo y felicidad.

Querido amigo

aprecio sinceramente su poema
lo he leído completamente, y por fuera mayor, sólo dejo
mi constancia de mi visita. Volveré con mis comentarios
normales en poco tiempo....,


Un abrazo desde mi corazón

Has llegado muy hondo, casi hasta lo inalcanzable. Un poema que atrapa.
Abrazos
Pikar

Puertas que al igual que las de un laberinto, se van abriendo al paso de las letras del poetas, las mismas que, tras liberarlas, se cierran como si de una bajada de telón se tratara, dando paso a los aplausos. Heermosa obra, amigo.
Enhorabuena.

Hermoso e interesante trabajo, amigo Ramón.
Abrazos.

Gracias, Julio, Hallie, Ricardo, Pilar, Antonio, Rafel, por vuestra lectura y amables comentarios. Un abrazo.