Océano en vena
Publicado: Jue, 28 May 2020 20:38
Océano en vena, empiezo a conocerme, y no me doy envidia. Un rostro invade con señuelos algo semejante a lo que se puede considerar como modus vivendi.
Los reparte, los coloca en cada rincón de mi mente, a fin de que no me sienta acorralado.
Algo que no veo ni percibo se había adueñado de mis inquietudes.
Me impedía mirar hacia delante.
Una sonrisa traidora, o siniestra.
No sé, algo.
En mis ojos se esconde un cadáver.
O en un frigorífico.
Mirada congelada.
Colorida instantánea.
El marco petrificado que quiebra un resplandor.
Esa fe que la vida restaura.
El inquilino indeseable y a la vez persuasivo.
Sufrimiento.
La dedicación de mi cuasi imperceptible aroma, fumigado por el veneno del tiempo.
La prontitud y el retardo del relámpago.
La creencia en que caben todas las demás.
Una sopa de letras que no puedo terminar.
La doctrina acogedora y postulante de la caricia invisible.
El amor como bifurcación entre los pétalos.
La mano del viento gritando entre tus dedos.
Todo sea poesía, como la claridad entre algodones.
Una mujer que amo sin saberlo.
El miedo a sonrojarme.
Una conversación que queda en el aire, asciende, me revuela, y se lanza entre miradas.
No sé si vuelvo a ser ya yo, no tengo programados mis sentidos, ni sé si quiero hacerlo a cuentagotas.
Dejaré que me arrastre la marea de personas que confían en mí como en esa resaca entre las rocas.
Soy la playa vacía, una isla rodeada por preguntas.
Me aliento.
No es mi suspiro.
Es el orondo y suntuoso oxígeno mar adentro.
La porción del espacio a la que vuelvo sin haber dejado rastro.
El encuentro al que asisto tras el flujo de las adversidades.
Es ese yo -Yo, solo uno.- que no se puede tergiversar.
Es esa multitud de veces en que recorrí mi lengua con los dientes.
Son los lapsus que se aferran a mi memoria.
Soy yo, nuevo.
Nuevo, como mucho sobre lo mismo.
Nuevo, como un mínimo de mundo escrito en el agua, fluyendo, esparcido y más liviano que el corcho.
El mensaje que oscila, que fluctúa en mis espejos, el único reflejo que se esconde -yo- tras el último otro -tú-.
Los reparte, los coloca en cada rincón de mi mente, a fin de que no me sienta acorralado.
Algo que no veo ni percibo se había adueñado de mis inquietudes.
Me impedía mirar hacia delante.
Una sonrisa traidora, o siniestra.
No sé, algo.
En mis ojos se esconde un cadáver.
O en un frigorífico.
Mirada congelada.
Colorida instantánea.
El marco petrificado que quiebra un resplandor.
Esa fe que la vida restaura.
El inquilino indeseable y a la vez persuasivo.
Sufrimiento.
La dedicación de mi cuasi imperceptible aroma, fumigado por el veneno del tiempo.
La prontitud y el retardo del relámpago.
La creencia en que caben todas las demás.
Una sopa de letras que no puedo terminar.
La doctrina acogedora y postulante de la caricia invisible.
El amor como bifurcación entre los pétalos.
La mano del viento gritando entre tus dedos.
Todo sea poesía, como la claridad entre algodones.
Una mujer que amo sin saberlo.
El miedo a sonrojarme.
Una conversación que queda en el aire, asciende, me revuela, y se lanza entre miradas.
No sé si vuelvo a ser ya yo, no tengo programados mis sentidos, ni sé si quiero hacerlo a cuentagotas.
Dejaré que me arrastre la marea de personas que confían en mí como en esa resaca entre las rocas.
Soy la playa vacía, una isla rodeada por preguntas.
Me aliento.
No es mi suspiro.
Es el orondo y suntuoso oxígeno mar adentro.
La porción del espacio a la que vuelvo sin haber dejado rastro.
El encuentro al que asisto tras el flujo de las adversidades.
Es ese yo -Yo, solo uno.- que no se puede tergiversar.
Es esa multitud de veces en que recorrí mi lengua con los dientes.
Son los lapsus que se aferran a mi memoria.
Soy yo, nuevo.
Nuevo, como mucho sobre lo mismo.
Nuevo, como un mínimo de mundo escrito en el agua, fluyendo, esparcido y más liviano que el corcho.
El mensaje que oscila, que fluctúa en mis espejos, el único reflejo que se esconde -yo- tras el último otro -tú-.