es abrir un balcón donde se escucha el silencio de los pájaros."
(Vicente Martín - La Chica de la foto (II))
Es triste que no vuelvas a mover el destello
tibio de la colina en tus brazos que guardan
la voz apasionada
que muere entre los álamos heridos
camino de la Huerta cada día
y el cálido capricho de unas manos desiertas
en tu camisa clara entre los pensamientos
que arrastra la miseria del arroyo
aventando las ramas profundas del azul,
la palabra que sufren los labios de los vientos,
la humildad entrañable de la higuera
donde juegan sonriendo los niños que perdimos.
Es triste que no vuelvas con tu sonrisa amplia
a dejarnos la imagen
cansada y fugitiva de la muchacha oscura
que ahoga la verdad, la fuerza y los sentidos
del forzado que nunca tuvo alas
y vuelve a sus caídas relatando la crónica
nocturna del amor cada mañana
abrupta como un paso que lo espera
en un Estrecho extraño que vierte su amargura
al Poniente que acecha a la alegría
cuando la tarde muere entre las rampas,
palidece y no llega a la orilla del templo
mientras muge en el Hacho la sirena
en el taró de agosto que se arrastra en diciembre
cuando las niñas penan la copla del naufragio
que gime en sus entrañas
y mustia volotea en la puerta entreabierta
que empuja Punta Almina hacia los duelos
en las ruinas del faro, en la voz de la muerte
que se adentra en los ojos vacíos de la sombra.
2
Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
(Lorca – Paisaje de la multitud que orina)
Pienso que esa muchacha del alba que no llega
llevará entreabierta en el regazo
la sábana de un mártir
que no supo morir entre los muertos
y vuelve a su dolor en sus pupilas,
el grito de una hoguera que rompe los vestigios
de la luz de los presos torturados
que aparecen llorando en la voz de la Luna,
el drama del atún que tiembla en la bodega
y tiene el mismo nombre de un torpe marinero
y colgada en el mástil
la misma dirección que lo delata
y siente Europa cerca, amarga y sumergida,
y la turbia marea se mueve en el arroyo,
en la Laja inundada
por la nube y los sueños de un poeta
que busca las palabras de amor en las orillas
y encumbra la añoranza de un ósculo en los charcos,
en la arena desierta
con un decir de ritmo alargado que hiere
y atraviesa la huella que mora en una rada
y muere en la memoria
del almacén de redes que aprendió otro rezo
que prende y no ilumina,
y la sonrisa estrecha
que añora su pasado en la fuente callada
y no puede alentar un barrio moribundo
arrastrado en la alcoba de los niños
mientras las barcas buscan del monte la bandera
que no tiene color,
que agita en los periódicos los látigos del mundo,
y un cementerio blanco por la rabia azotado,
por la yerba, la cal y la injusticia
que ahoga en el misterio del cante su quejío
en las velas que sufren su olvido en la Fragua
del dios de los gitanos que proclama en los brazos
de la noche su agonía y vaga en el destierro,
la angustia del viajante
que no halla la puerta de los lazos que puedan
amarrar las soledades
en los signos borrados por la senda del agua,
en el delfín que sufre las dagas de los botes
que huyen de la ruina.
El aullido del puerto perdido en los papeles
inunda y acorrala
la evocación sentida de los nichos sin nombres,
de los santos de piedra que pasaron
entre flores y lágrimas meciendo la locura.
3
He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales
dejándome la sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de la desembocadura.
(Lorca - Navidad en el río Hudson)
Esa niña que muestra
el manto de su olvido y su ignorancia,
el vuelo desvelado de su imagen rendida,
el llanto de la Virgen
acosada por el fervor postrero
de salmos que acorralan su capilla
recogerá las sábanas de los cuerpos ardientes
y el rumor de eucalipto que embriaga la Bodega
donde sufren los lirios
bajo el graznido torvo de los cuervos
el doce de diciembre,
bajo el púrpura gris que envuelve a los fenicios
que rompieron su ruta en la esquina de un beso.
de lo requiebros rotos, sumisos y angustiados
que sus venas no encuentran en el curso
callado de las olas donde vagan los pobres
que no muerden ni hablan en la orilla
cuando las amapolas abandonan la sangre
y arde negra la copla en la noche más densa.
Esa niña que agita su bandera en el agua
se enamora del hombre
que acude cada día a la oficina
y archiva los misterios
pensando que el amor no se ha perdido
aunque hunda sus lágrimas
en el mástil de un Wall Street sonriente
mientras los tiburones socavan los cristales
y escupen el cemento en las fronteras,
en el regazo roto del Hudson que se encoge
y gime por la estatua que entregó las cadenas
al Cristo que no encuentra su camino en el hombre
aunque los crisantemos
mueran cada noviembre mirando las gargantas
rasgadas por los rastros perdidos de los vientos
en las Piedras Mellizas
que acogen la ternura y el olvido
de un niño amortajado en un sudario oscuro
que le cierra los ojos como si fuera un sueño
y le rompe la frente en un lienzo sin marco,
aunque la espuma ahogue los brotes de esperanza
y la sonrisa pierda
su fulgor en un íntimo lamento,
aunque en el Tarajal
resucite la sangre de los muros
y una novia no busque
la senda enamorada de los labios
ni el templo de la playa que rema en el levante
donde posó sin manos, sin saberlo
una frágil corona
de alhucemas en la tumba vacía
donde los altos vuelos encallaron
y los castillos recios de vanos enlucidos
cayeron en el rostro
descarnado de la muerte celosa.
Epílogo
Ahora solo queda ladrar contra el olvido,
encender una vela en el vientre
de los versos que pasaron
mientras sonaban los remos de los luceros en el alba
cegados por la mano de la luna,
mientras la golondrina se adentraba en la tinta que nos aleja
y la muerte escribía una plegaria con sus alas
trémulas sobre la sangre
donde cantaron su última soledad los náufragos
que se ahogaron en el desierto de las aguas.
12 de diciembre de 1948: En esta fecha se produjo el naufragio más terrible que se recuerde en Ceuta. Entre los pescadores se conoce como el naufragio del Lobo, curiosamente este barco salvó a algunos de sus tripulantes, en algunos pesqueros como el San Carlos de Algeciras, Los Mellizos de Tarifa y algunos carboneros marroquíes murieron todos.
Tragedia del Tarajal: La denominada «tragedia del Tarajal» refiere a los acontecimientos que, el 6 de febrero de 2014, condujeron a la muerte de 15 personas en la playa del Tarajal, ahogadas mientras trataban de eludir a nado el dique que separa Marruecos de la ciudad autónoma de Ceuta para entrar en España como inmigrantes irregulares. (Wikipedia)
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(Cesare Pavese