Pasaba por allí
Publicado: Sab, 14 Dic 2019 10:57
PASABA POR ALLÍ
Pasaba por allí.
Había gente.
Llegaron policías, ambulancias...
Y me quedé mirando.
Ahí estaba: en el suelo, inmóvil.
Aquel hombre, a pesar de sus heridas,
tenía una expresión de paz
ajena a la evidencia.
Me parecía insólito el semblante
sereno de su rostro.
(Pudiera ser –deduje–
que al paso acelerado por los primeros pisos
–con el lastre terrible de la angustia–
sobrevenga un estado de gracia inexplicable,
debido al vértigo y al aire
o, quién sabe,
si al recuerdo de algo hermoso
y grato en esta vida: un viejo amor,
un amigo, cualquier imagen
de infancia o de familia…
Y luego, a medida que se avanza
hacia el asfalto,
cercanas ya las lonjas y portales,
es probable,
que algún apego en lo olvidado frene
un tanto la caída
y surja un sentimiento humano
febril y comprensible,
como un querer volver atrás,
un instinto, alguna duda,
cualquier cosa que busque
aferrarse a una mano amiga,
a una querencia, a un recuerdo,
y que todo ello imprima, por último, en el rostro,
ese gesto de paz y de sosiego).
Pasaba por allí.
Por eso, desde entonces,
llevo en mi cartera una carta
de amor o de un amigo, una foto
reciente de mi madre y una cruz
de plata con un Cristo.
Es decir,
algo a lo que agarrarme
por si la vida, un día,
me pusiera al albur de una cornisa
y con los pies
al borde de mí mismo.
--oOo--
Pasaba por allí.
Había gente.
Llegaron policías, ambulancias...
Y me quedé mirando.
Ahí estaba: en el suelo, inmóvil.
Aquel hombre, a pesar de sus heridas,
tenía una expresión de paz
ajena a la evidencia.
Me parecía insólito el semblante
sereno de su rostro.
(Pudiera ser –deduje–
que al paso acelerado por los primeros pisos
–con el lastre terrible de la angustia–
sobrevenga un estado de gracia inexplicable,
debido al vértigo y al aire
o, quién sabe,
si al recuerdo de algo hermoso
y grato en esta vida: un viejo amor,
un amigo, cualquier imagen
de infancia o de familia…
Y luego, a medida que se avanza
hacia el asfalto,
cercanas ya las lonjas y portales,
es probable,
que algún apego en lo olvidado frene
un tanto la caída
y surja un sentimiento humano
febril y comprensible,
como un querer volver atrás,
un instinto, alguna duda,
cualquier cosa que busque
aferrarse a una mano amiga,
a una querencia, a un recuerdo,
y que todo ello imprima, por último, en el rostro,
ese gesto de paz y de sosiego).
Pasaba por allí.
Por eso, desde entonces,
llevo en mi cartera una carta
de amor o de un amigo, una foto
reciente de mi madre y una cruz
de plata con un Cristo.
Es decir,
algo a lo que agarrarme
por si la vida, un día,
me pusiera al albur de una cornisa
y con los pies
al borde de mí mismo.
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