Editorial Alaire

He prendido una herida que recuerda tu nombre en la playa,
he bajado a las arenas y oído el rumor del muro
en la rendija donde anidan los aviones
y el clamor de tu paso alborotando el agua
que golpea en los riscos limosos y angustiados
y penetra en el muelle que conserva, solo, una hilada
tortuosa que muestra
la fragilidad de los costados invadidos
por la memoria acordonada que nunca llega a la orilla.

Vuelvo a un poema esparcido en la arena
que llega de otro tiempo
como una promesa que no ha perdido el aliento
de la procesión callada y dolorosa
que incrusta los claveles en los regueros de tu alma,
al campanario que se olvidó del vuelo y se arrodilla,
vuelvo al Vía Crucis
que impregnaba de dolor los derrumbes en el camino
y arrancaba la espina de cada pensamiento del arroyo
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.

Es evidente, Rafel, que debo agradecerte que casi siempre subas estos poemas míos que suelen viajar a ras del suelo. Ayer leí que los poetas nos hemos convertido en náufragos en la niebla cuyos gritos de auxilio no se escuchan. Algún que otro guiño nos recuerda que aún queda alguna isla.

Un abrazo

Creo, Roxane, que soy, como Saint-Exupéry o Pasolini, un cristiano sin Cristo; me fascina la figura de Jesús aunque no crea en su divinidad. He hecho referencias emocionadas a los momentos más dramáticos de su pasión en varios poemas, he visto varias veces algunas de las películas sobre él, he discutido con católicos y no creyentes. Creo que es la persona más influyente que ha habido en nuestra civilización.

Gracias. Un abrazo.

Muchas gracias, Pilar, por tu amabilidad constante.