Muchas gracias.
o darte la vida.”
¿Qué arrastraba tu mente?
¿Qué egoísta y rastrero te entregó la llave?
Nos dejaste antes de apartar el último escollo,
con la elegancia que tantas veces compartiste con nosotros,
sin hacer ruido, a hurtadillas.
Y nos dejaste con esa palabra silenciosa,
¡qué razón tenías!
nos hundió en la miseria,
pero como gánster colado de otra historia, te secuestró,
para, días más tarde,
esparcirte en el recuerdo.
Hoy nos queda el gran tesoro de tu pluma,
la obligada reseña de tu recuerdo,
el sabor amargo de una despedida con capítulo final,
el olor a paz convertido en perfume,
y un cielo encapotado y triste en señal de duelo.
Y me queda un poquito menos de vida,
un poquito más de miseria,
y esos versos tuyos, que sin sanar,
aún alivian mis heridas.
Créeme, no fue tu última palabra…
… no lo fue.