Mensajes del Más Allá

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Marimar González
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Mensajes del Más Allá

Mensaje sin leer por Marimar González »

Tus alumnos se han quedado perplejos, Vicky, cuando cambiaste intempestivamente el hilo del discurso. Un catálogo de Botánica, abierto en plena conferencia de Antropología es un hecho fuera de lo común, pero como la clase está por terminar, nadie se atreve a interrumpirte y concluyes tu tarea con naturalidad, aunque has desalojado sin miramientos de tu exposición varios pueblos amerindios que te envían señales de humo desde el fondo del programa. Sales del aula bajo la complicidad de los murmullos y sientes como flechas las miradas que te siguen por el pasillo. Sin embargo no te molestan porque estás contenta, a pesar de que desconoces el motivo. Todavía ignoras que el titular de la cátedra se ha enterado esta mañana de que esa irregularidad se repite con frecuencia desde hace algunos meses y con mucha discreción, porque no quiere fastidiarte ni intervenir directamente en el asunto, ha delegado esa responsabilidad en Estefanía, a la que te unen las relaciones de trabajo y una amistad de muchos años.

No te sorprende lo que te dice; ya lo has notado en otras oportunidades. Es verdad, pero no te das cuenta: una voz habita en ti e impone las palabras, es otra voluntad la que decide tus actos y provoca esa dispersión. Todo esto comenzó el día en que encontraste los fósiles de la tortuga. Sonríes ante la sorpresa de Estefanía que hace un gesto teatral: ¿Acaso, Vicky, desvarías? ¿Qué pasa con la tortuga? Entonces le cuentas tu experiencia en el cementerio de caracoles, sobre esa playa que no tiene acceso a los turistas donde descubriste el caparazón con la imagen de un dios vegetal. Describes los abanicos de hojas, la fronda y el tronco de un árbol que invaden un rostro y un cuerpo de hombre. Estefanía te ha escuchado atentamente, aunque de a ratos mira su reloj, el tiempo la abruma, pues su hija sale a las cinco del jardín de infantes, no puede demorarse mucho más:¿la perdonas?, ahora no es como antes cuando estudiaban juntas… No obstante, escucha con paciencia hasta el final la anécdota de los pescadores que se burlaban de tu excesivo interés: los restos óseos abundan en la playa, son regalos del mar.

Estefanía te ha recomendado que veas a la bahiana. Es una experta en mitos y podrá asesorarte en lo que quieras. Después le contarás en la facultad… Buscas a Charo por la rambla, en el verano atiende uno de los barcitos de la costa. Ahora –te cuenta ella- está de vacaciones, pero notas que en realidad es la época en que más trabaja. Mucha gente la visita, y puede estudiar en el rostro de cada consultante los misterios de la secta en la que oficia como medium. Te distraes con las contorsiones de la adivina en el centro de una ronda de mujeres vestidas de blanco. Un mundo distinto del tuyo, animado por presencias y duendes invisibles te invade desde el frenesí de los tambores. ¿Qué haces allí? Sientes cierta inquietud ante el delirio de los que bailan y rechazas las vibraciones telúricas. Desentonas en ese universo mágico que no armoniza con tu rigor intelectual. Tanto racionalismo es un escollo para las fuerzas extrañas que te rodean y quieren expulsarte del lugar porque las estorbas desde tus anteojos y el prolijo peinado con hebillas. Sientes que te golpean, que urden venganzas en las sombras o maquinan trampas contra tu pensamiento objetivo.

Quieres escaparte, pues te sientes turbada por la emoción desbordante de la gente frente a los retratos de sus seres queridos. Charo mira las fotos, baraja los naipes y echa suertes con tejos de hueso, trazando curiosas geometrías que atrapan tu razonamiento. Te acercas a la puerta, pero la mujer te ataja con una sonrisa en el preciso momento de la fuga y te invita a entrar.

Paseas la vista por el bar desmantelado, mejor dicho equipado como vivienda-consultorio y esperas un rato algo distraída hasta que la mano de la vidente se posa suavemente sobre tu hombro, y casi sin darte cuenta le entregas el bolso con el caparazón. Charo se aleja unos pasos y lo expone ante la llama de un mechero donde se queman resinas perfumadas. Y ahora oyes tu propia voz como si fuera de otra, cuando te atreves a contarle todo a la bahiana: sí, vives sola porque temes aferrarte a los afectos, claro, la libertad es importante, pero también encierra soledad. Las preguntas de Charo te confunden… ¿Una dura imposición de la vida? No, te defiendes, estás conforme así… Pero te sientes tensa y para relajarte comienzas a observar los detalles de la vivienda. Pocos muebles, poca luz… Alguien entra con un espejo esférico que te parece un mapamundi. Charo lo hace girar delante de ti y sientes un profundo estremecimiento al descubrir al numen vegetal en el fondo de tu rostro. Un truco –piensas, no muy convencida- seguramente por efectos de la penumbra, aunque el caparazón está demasiado lejos, sobre un estante cerca del hornillo. Charo se levanta y te dice que la consulta ha terminado, y que no debes inquietarte, estás bajo la tutela de un dios protector.

La voz de Estefanía del otro lado del teléfono tiene un dejo de burla: ¿Te estarás transformando en planta? Y piensas de inmediato que quieres olvidarte de todo menos de tus helechos, han crecido mucho en los últimos meses… Si estuviera Claudio le preguntarías… ¡Sabía tanto sobre esas especies!… ¿No sería mejor desprenderse del fósil? Ya encontrarás la forma de salir adelante. Tu mismo destino te ha enseñado a ser fuerte… Tapas el caparazón con un pañuelo, hoy no quieres soñar con el dios. Desde hace un tiempo tus noches son iguales: cierras los ojos y te ves en el interior de una cabaña que se apoya en la copa de un árbol como otro nido más. El numen te visita en sueños, hasta percibes su fragancia vegetal como si te hubieras dormido con una pastilla de menta. Piensas en Estefanía que duerme plácidamente y en Charo que te espía desde ese mundo onírico que te resistes a aceptar. No tienes otra alternativa que recurrir a ella; te vistes apresuradamente y la encuentras despierta mirando su castillo de naipes y espejos mágicos.

Ni siquiera se sorprende con tu llegada. Elogia tu cabello alborotado y admites que estás más sugestiva con el pelo suelto y sin los lentes. Pero no has ido allí a escuchar elogios, ya te han mareado con piropos en la calle. Necesitas liberarte del dios, su presencia cambia tus hábitos, interrumpe tu soledad. Charo se encoge de hombros y te aconseja que no te desprendas del caparazón: es tu talismán y te protege.

Resuelves descartar a Charo definitivamente. Por la mañana entras en una iglesia y te confiesas. El sacerdote se sorprende por tu inquietud. A él le encantaría soñar con plantas, son tan necesarios los espacios verdes… Te quedas finalmente con la sugerencia de Estefanía: ¿Y si viajaras a la Argentina? Te conviene tomarte vacaciones, aunque la psicóloga te advierta que no debes encubrir el problema y desentierre Edipos y Electras que te presionan desde un pasado insistente. No quieres saber nada con la mitología, tienes bastante con tu numen protector. Te estás acostumbrando a su presencia y de tanto e tanto lo buscas a través del espejo en el fondo de tus rasgos. Finalmente decides viajar y te vas a Bariloche.

La nevada te sorprende en pleno bosque, y buscas refugio en la cabaña de troncos que descubres detrás de pinos y araucarias. Antes de que te abran la puerta reparas en la tortuga que te observa con atención desde un soto que se desborda en rojos y dorados.

A Estefanía la emocionas con tu llamada telefónica después de dos semanas: has conocido a alguien muy importante en la Patagonia, es ingeniero forestal y años atrás trabajó con tu hermano de guardabosques en la misma región, te reconoció enseguida por el parecido, el suponía que Claudio había regresado a Brasil, no se había enterado de que viajaba en el avión que cayó hace siete meses en el Amazonas.

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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Mensajes del Más Allá

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Muy bueno, Marimar. Riquísimo en ideas y detalles.

Un relato que aplaudo con emoción. Gracias por compartir.

Salud y felicidad.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
Marimar González
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Re: Mensajes del Más Allá

Mensaje sin leer por Marimar González »

Feliz y agradecida, Hallie, porque te ha gustado el cuento. Ya me pondré al día con la lectura, ahora que el clima está más fresco por aquí y se reanuda el deseo de leer y escribir.
Cariños a todos
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Mirta Elena Tessio
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Registrado: Jue, 06 Nov 2014 16:58
Ubicación: argentina

Re: Mensajes del Más Allá

Mensaje sin leer por Mirta Elena Tessio »

Siempre has sido buena para la prosa, no sé por donde andas Magy, necesito hablar contigo,
Soy cardíaca y tengo que hablarte. Comunícate en cuanto puedas. Saludos amiga.-
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
Marimar González
Mensajes: 909
Registrado: Vie, 15 Jul 2016 6:22

Re: Mensajes del Más Allá

Mensaje sin leer por Marimar González »

Hola, Mirta, gracias por pasar. es que soy una persona muy ocupada con muchas obligaciones familiares, tengo poquito tiempo y cuando puedo me escapo, ya que nací con la maleta en la mano, viajo mucho, por todas partes.,,,
Cuando estoy en tierra comento todo lo que puedo, y ya sabes que no publico demasiado.
Yo también tengo algunos temas de salud pero me controlo periódicamente con estudios médicos, cuídate, te deseo bienestar y felicidad.
Cariños
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