MI CASA
Publicado: Lun, 23 Abr 2018 17:16
Te prometo que limpié mi casa. Lo hice lo mejor que supe. Nunca más pagué sirvientes. Lo hice todo yo. Desenterré raíces muertas de árboles enfadados. Saqué todo lo que estaba tan vacío que ya no cabía. Derribé los muros que tapaban los jardines de mi casa. Y barrí. Barrí todas las piedras que ya no contenían letras. Y fregué. Fregué todas las manchas que había en el suelo. En la pared. En el tejado. Y descubrí nuevos matices. Y barrí más y fregué más y lo hice despacio.
Busqué las llaves de los candados de mis puertas y los abrí. Amontoné montones de montones cosas que eran cárceles de papel firmadas con mi letra. Cogí un mechero y prendí fuego. Y volví a barrer las cenizas y limpié mis ventanas y vi otro cielo.
De verdad que me encargué de limpiarlo todo. Incluso pinté las paredes. Y me llené de sonrisas. Y a mi cuerpo lleno de hollín lo metí en un río. Y después planté un poema y nació una escalera. Subí cada peldaño y, arriba, bailé bajo las estrellas e hice el amor con la luna y me amé.
Por eso, mírame desnuda porque ya me deshice de la ropa. Y tendida en la tierra empecé a sembrar semillas en cada poro de piel. Flores y árboles. Por eso, si quieres, podemos cultivar plantas. Y regarnos de lluvia y secarnos al sol.
Quería ser cristal si volvía a enseñar mi casa y si mi cuerpo se llenaba de placer en remolinos de otra de otra piel y si mis ojos se miraban en el espejo de otro ojos. Quería que todo estuviera reluciente. Te prometo que lo intenté. Limpié antes de que vinieras lo mejor que supe.
Pero llegaste y todavía me quedaba arena en el ombligo. Y tuve miedo. Y casi me vuelvo a vestir. Tuve miedo de que te asustaras. De que al verlo te quisieras marchar. O de que me dieras la vuelta y se cayera toda sin que me diera tiempo a aprender su mensaje.
Pero no fue así, viste la arena y besaste el ombligo, no te fuiste.
Y entonces yo empecé a soplar,
despacio y desnuda.
Busqué las llaves de los candados de mis puertas y los abrí. Amontoné montones de montones cosas que eran cárceles de papel firmadas con mi letra. Cogí un mechero y prendí fuego. Y volví a barrer las cenizas y limpié mis ventanas y vi otro cielo.
De verdad que me encargué de limpiarlo todo. Incluso pinté las paredes. Y me llené de sonrisas. Y a mi cuerpo lleno de hollín lo metí en un río. Y después planté un poema y nació una escalera. Subí cada peldaño y, arriba, bailé bajo las estrellas e hice el amor con la luna y me amé.
Por eso, mírame desnuda porque ya me deshice de la ropa. Y tendida en la tierra empecé a sembrar semillas en cada poro de piel. Flores y árboles. Por eso, si quieres, podemos cultivar plantas. Y regarnos de lluvia y secarnos al sol.
Quería ser cristal si volvía a enseñar mi casa y si mi cuerpo se llenaba de placer en remolinos de otra de otra piel y si mis ojos se miraban en el espejo de otro ojos. Quería que todo estuviera reluciente. Te prometo que lo intenté. Limpié antes de que vinieras lo mejor que supe.
Pero llegaste y todavía me quedaba arena en el ombligo. Y tuve miedo. Y casi me vuelvo a vestir. Tuve miedo de que te asustaras. De que al verlo te quisieras marchar. O de que me dieras la vuelta y se cayera toda sin que me diera tiempo a aprender su mensaje.
Pero no fue así, viste la arena y besaste el ombligo, no te fuiste.
Y entonces yo empecé a soplar,
despacio y desnuda.