La Trastienda del 13
Publicado: Lun, 26 Jun 2017 22:53
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Fuera del local la lluvia acaricia los recuerdos y los paraguas juegan como niños, se esconden detrás de los semáforos.
Vienen regresando del trabajo, veo en sus ojos una tregua. Dentro del café -La Trastienda del 13- las miradas me van calando, calando, y no quiero que me empapen. Alguien coge la manilla y abre la puerta, su rostro aparece oculto detrás de una verdad, sonríe de felicidad. Siento en una de las palomas que veo volar, la mueca de una luz distinta que pasa y que se queda dando vueltas alrededor del disfraz de la existencia. Hay días que la lluvia vuela incierta, a oscuras roza el placer de la mirada y el poeta se hace pensamiento.´Algunos se quedan con las nubes, otros bajan a los árboles y los más tristes se abrigan con el frío.
Ninguno de los dos pudimos fingir, alrededor de este nuevo encuentro se agita el tiempo y nos reconcilia ante el contacto de las manos. Al besarla comprendo que es posible que nunca más pueda salir del laberinto que mis ojos recorren cuando la miro. Con la sonrisa va abriendo botellas de luz, tiene los labios manchados con la tinta que sangran mis poemas.
Fuera se abren los semáforos, pero dentro apenas respiramos. Necesito, necesita sentarse, cogidos de la mano y la mirada pedimos un café. Parece como si su mirada se balanceara en mis labios. No se da cuenta pero crece a mi lado, tiene los hombros redondos como el amor de la luna en esta ciudad. No se da cuenta pero ahora estoy debajo de su piel, muy cerca de los recuerdos de la infancia. Simplemente ella y yo... ¡es suficiente! y que las metáforas de su alma se abran ante mis ojos.
Comenzó a hablar llorando los colores, como los ojos abiertos de las amapolas, regalando mil sonrisas de miradas sedientas al reloj de arena que vive en mí. Como un animal herido por la lluvia hice de las lágrimas arcoíris, arrebatándole la luz al mismo cielo. Sentado en la llama de la felicidad, por primera vez vi arder en ella, la palabra.
Fuera del local la lluvia acaricia los recuerdos y los paraguas juegan como niños, se esconden detrás de los semáforos.
Vienen regresando del trabajo, veo en sus ojos una tregua. Dentro del café -La Trastienda del 13- las miradas me van calando, calando, y no quiero que me empapen. Alguien coge la manilla y abre la puerta, su rostro aparece oculto detrás de una verdad, sonríe de felicidad. Siento en una de las palomas que veo volar, la mueca de una luz distinta que pasa y que se queda dando vueltas alrededor del disfraz de la existencia. Hay días que la lluvia vuela incierta, a oscuras roza el placer de la mirada y el poeta se hace pensamiento.´Algunos se quedan con las nubes, otros bajan a los árboles y los más tristes se abrigan con el frío.
Ninguno de los dos pudimos fingir, alrededor de este nuevo encuentro se agita el tiempo y nos reconcilia ante el contacto de las manos. Al besarla comprendo que es posible que nunca más pueda salir del laberinto que mis ojos recorren cuando la miro. Con la sonrisa va abriendo botellas de luz, tiene los labios manchados con la tinta que sangran mis poemas.
Fuera se abren los semáforos, pero dentro apenas respiramos. Necesito, necesita sentarse, cogidos de la mano y la mirada pedimos un café. Parece como si su mirada se balanceara en mis labios. No se da cuenta pero crece a mi lado, tiene los hombros redondos como el amor de la luna en esta ciudad. No se da cuenta pero ahora estoy debajo de su piel, muy cerca de los recuerdos de la infancia. Simplemente ella y yo... ¡es suficiente! y que las metáforas de su alma se abran ante mis ojos.
Comenzó a hablar llorando los colores, como los ojos abiertos de las amapolas, regalando mil sonrisas de miradas sedientas al reloj de arena que vive en mí. Como un animal herido por la lluvia hice de las lágrimas arcoíris, arrebatándole la luz al mismo cielo. Sentado en la llama de la felicidad, por primera vez vi arder en ella, la palabra.