Estado de abstinencia
Publicado: Mié, 29 Mar 2017 20:50
Ahora que se ha declarado el estado de abstinencia,
por dispensa carnal las putas en cuaresma se reciclan,
ya no requieren en el santuario de mi cuerpo más servicios.
Y por que los ríos de esperma no encuentran otro cauce
que la parálisis de mi sexo, déjame que al oído te cuente
que la manzana de Lucifer me ha seducido y lasciva
en mi boca se madura, mientras, con su rumbita canalla
el Sabina me traslada a su nirvana, dentro de un ataúd
de terciopelo y naftalina con esas meretrices de saldo
que te aguardan en el rincón de la entrepierna para robarte
el corazón, o la cartera, con todos se amancebarán menos
conmigo y me condenarán a ser un penitente adicto
a la cofradía del sacro onanismo. Únicamente ya aspiro vivir
en soledad y sin firma alguna que me hipoteque el futuro
en cualquier ciudad apátrida cuyos despojos no hostiguen.
Y por aquí sigo, arrullando al amanecer cuando se acuesta
aún con la resaca del tequila ardiendo como el mar
cuando está en celo que a media luz jadea, o se masturba.
Siempre que muestre sus puñales de escarcha la madrugada
y mis heridas pretéritas cicatricen en la memoria , me negaré
a permanecer vacío de horizontes, o huérfano de premisas,
y a recibir la extremaunción a la intemperie. Sin requisito alguno,
renuncio a que la pasión se marchite en el vértigo del olvido
y que el pálpito de un dolor prohibido al deseo mortifique.
Aunque patrullen cada noche por los suburbios de mi carne,
supervivientes del desamor que pudren su ansia en los burdeles
y con el alcohol reescriben el pulso que emborracha su destino,
mientras, con jirones de nostalgia van zurciendo mis mentiras.
por dispensa carnal las putas en cuaresma se reciclan,
ya no requieren en el santuario de mi cuerpo más servicios.
Y por que los ríos de esperma no encuentran otro cauce
que la parálisis de mi sexo, déjame que al oído te cuente
que la manzana de Lucifer me ha seducido y lasciva
en mi boca se madura, mientras, con su rumbita canalla
el Sabina me traslada a su nirvana, dentro de un ataúd
de terciopelo y naftalina con esas meretrices de saldo
que te aguardan en el rincón de la entrepierna para robarte
el corazón, o la cartera, con todos se amancebarán menos
conmigo y me condenarán a ser un penitente adicto
a la cofradía del sacro onanismo. Únicamente ya aspiro vivir
en soledad y sin firma alguna que me hipoteque el futuro
en cualquier ciudad apátrida cuyos despojos no hostiguen.
Y por aquí sigo, arrullando al amanecer cuando se acuesta
aún con la resaca del tequila ardiendo como el mar
cuando está en celo que a media luz jadea, o se masturba.
Siempre que muestre sus puñales de escarcha la madrugada
y mis heridas pretéritas cicatricen en la memoria , me negaré
a permanecer vacío de horizontes, o huérfano de premisas,
y a recibir la extremaunción a la intemperie. Sin requisito alguno,
renuncio a que la pasión se marchite en el vértigo del olvido
y que el pálpito de un dolor prohibido al deseo mortifique.
Aunque patrullen cada noche por los suburbios de mi carne,
supervivientes del desamor que pudren su ansia en los burdeles
y con el alcohol reescriben el pulso que emborracha su destino,
mientras, con jirones de nostalgia van zurciendo mis mentiras.