Algo sobre mis ángeles y yo
Publicado: Mar, 14 Mar 2017 16:36
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Ahora que sé que los dueños del mundo
conocen los entresijos y las aristas
de mis gustos sexuales
(y me la suda, con perdón)
Que esta sociedad navega sobre el escalofrío
y la baba de sus cachorros.
Que no hay cosa que más duela a los poderosos
que no ser inmortales.
Yo, amante del grito codificado de los violines
y de la autenticidad de los heavy-metal,
enemigo visceral de los graníticos ganaderos
y admirador de los lobos.
Yo, que fui casi tan gilipollas como los hooligans,
(pero no tan patético como los padres de familia
que solo hacen el amor a sus mujeres
los domingos cuando gana su equipo).
Yo, que cazaría a los cazadores,
que gocé con las litronas en aquella alameda
de posadolescencias mágicas,
como en las fastuosas fiestas de ricos y mis amigos maricas
homenajeando al vergel de los ochenta
y compartiendo geometrías con el servicio.
Yo, que ya no me engañan los disfraces sociales,
que perdono la ignorancia
pero quiebro ante la estupidez y la maldad.
Que me odio y me quiero sin exaltaciones,
que odio sin fervor y quiero con el más gigante
de los excesos. Que ya no tengo
nada que vender ni nada que comprar.
Yo, que sé que no tengo ni puta idea de nada
pero aprendí a reconocer la yugular en el arte,
la belleza adornada con cicatrices y legañas
y el amor sin la burocracia del después.
Yo, cansado de tanto yo,
envuelto entre la puerilidad humana
y ese otro algo sin nombre
que me vaporiza una y otra vez
como una jodida explosión nuclear
hecha a medida, ... que me pudre
como el cadáver de un gato
en mitad de una autopista hermosamente iluminada
en una vaga e irreal noche de abril.
Yo que aleteo en reserva de fe, semihundido,
donde hoy mis ángeles de la guarda debaten
sobre el cáncer, bytes o política,
viajan en autobús,
y ya ni siquiera recuerdan cuando los ángeles
volaban a ciento ochenta kilómetros por hora
con la música a tope,
el alma esponjosa, boca arriba
y hasta del revés...
____________
Ahora que sé que los dueños del mundo
conocen los entresijos y las aristas
de mis gustos sexuales
(y me la suda, con perdón)
Que esta sociedad navega sobre el escalofrío
y la baba de sus cachorros.
Que no hay cosa que más duela a los poderosos
que no ser inmortales.
Yo, amante del grito codificado de los violines
y de la autenticidad de los heavy-metal,
enemigo visceral de los graníticos ganaderos
y admirador de los lobos.
Yo, que fui casi tan gilipollas como los hooligans,
(pero no tan patético como los padres de familia
que solo hacen el amor a sus mujeres
los domingos cuando gana su equipo).
Yo, que cazaría a los cazadores,
que gocé con las litronas en aquella alameda
de posadolescencias mágicas,
como en las fastuosas fiestas de ricos y mis amigos maricas
homenajeando al vergel de los ochenta
y compartiendo geometrías con el servicio.
Yo, que ya no me engañan los disfraces sociales,
que perdono la ignorancia
pero quiebro ante la estupidez y la maldad.
Que me odio y me quiero sin exaltaciones,
que odio sin fervor y quiero con el más gigante
de los excesos. Que ya no tengo
nada que vender ni nada que comprar.
Yo, que sé que no tengo ni puta idea de nada
pero aprendí a reconocer la yugular en el arte,
la belleza adornada con cicatrices y legañas
y el amor sin la burocracia del después.
Yo, cansado de tanto yo,
envuelto entre la puerilidad humana
y ese otro algo sin nombre
que me vaporiza una y otra vez
como una jodida explosión nuclear
hecha a medida, ... que me pudre
como el cadáver de un gato
en mitad de una autopista hermosamente iluminada
en una vaga e irreal noche de abril.
Yo que aleteo en reserva de fe, semihundido,
donde hoy mis ángeles de la guarda debaten
sobre el cáncer, bytes o política,
viajan en autobús,
y ya ni siquiera recuerdan cuando los ángeles
volaban a ciento ochenta kilómetros por hora
con la música a tope,
el alma esponjosa, boca arriba
y hasta del revés...
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