Análisis del poema Instante joven de Pablo Ibañez
Publicado: Mié, 08 Mar 2017 10:50
Análisis del poema Instante joven de Pablo Ibañez
Instante joven
En aquel instante joven el aire de la calle prendía nuestras risas
al bullicio que manaba del primer bar de la noche;
¡qué ojos pertinaces al deseo, qué fragua de sueños humeantes!
lejanos todavía nuestros cuerpos del áspero exterminio de los años.
¿No recuerdas dolernos de fruición ante un espejo,
la flor labial amarillenta, huyendo a su placer en la madrugada?
¿No recuerdas la carencia animal de perspectiva,
la ignorancia tenaz que nos salvaba y nos perdía?
En aquel instante joven, la delusoria mugre de lo serio aún no había
cubierto con su grasa las ideas, podíamos mentir tranquilamente
con esa lúcida inocencia que acaba desmintiéndose a sí misma,
molida de vergüenza ante lo cierto, presagios, condiciones…
¿No recuerdas fumar furtivamente, la casa de madera sobre el árbol
detrás del cañaveral, junto a la acequia
canalizando la brisa saturada de luz en la mañana
y no tener memoria libre ni criterio de amor para guardarlo?
¿No recuerdas deambular indistinguibles la vida y la inconsciencia?
Al punto de inconsciencia —dilo tú— que no hubo, en realidad,
instante joven, sino ahora,
en forma de nostalgia de lo incierto.
Ensayaremos la aprehensión de este poema, tratando de alcanzar los detalles de la génesis que lo han creado, considerando que esta obra ha nacido en una época donde los cánones formales ya no son los rigurosos preceptos tradicionales, sino una amplia libertad para encontrar el ritmo adecuado al contenido, a la temática, al mensaje. Una libertad que, sin embargo, exige una gran responsabilidad, un mayor esmero de prolijidad lingüística, lejos de la práctica del caos métrico, ya que el ritmo, más aún se vuelve esencial hoy día para el acabado del corpus poético. Y una época donde el fondo del poema se encuentra de vuelta de las corrientes que buscaban distanciarse de la brida de la razón (surrealismo, creacionismo, etc.), para encarar un contenido lúcido, con un gran equilibrio entre fondo y forma, entre conciencia e intuición. Es decir, nos encontramos frente a un poema cuya comprensión puede ser compartida, sin caer en esa creencia de que la interpretación es personal e intrasferible.
En Instante joven existe mucha riqueza técnica y profundidad semántica. El tema, ciertamente, es recurrente: trata sobre el tempus fugit, en su esencia; pero, lo novedoso es que aquí el poeta propone la conciencia desde el presente, sin lamentos, sino como una revelación de que la pérdida se hace realidad en el ahora (desde luego que no sería bueno vivir pensando que los instantes son sólo instantes. Lo bueno es vivir intensamente los instantes, pese a su carácter efímero). Justamente, lo que hace valioso aquellos instantes es el hecho de que lo vivíamos como si nunca fuesen a perderse. En el fondo, se trata de un maravilloso sentimiento de amor por la vida, y un reconocimiento de que esa “vida vivida” es una valoración en la memoria y nunca una pérdida insoslayable.
Para ahondar el estudio sobre la forma de este poema, haremos una escansión de los versos:
En aquel instante joven el aire/11 de la calle prendía nuestras risas/11
al bullicio que manaba/8 del primer bar de la noche/8;
¡qué ojos pertinaces al deseo/11, qué fragua de sueños humeantes/9!
lejanos todavía nuestros cuerpos/11 del áspero exterminio de los años/11.
¿No recuerdas dolernos de fruición/11 ante un espejo/5,
la flor labial amarillenta/9, huyendo a su placer/7 en la madrugada/6?
¿No recuerdas la carencia animal/11 de perspectiva/5,
la ignorancia tenaz que nos salvaba/11 y nos perdía/5?
En aquel instante joven/8, la delusoria mugre de lo serio/11 aún no había/5
cubierto con su grasa las ideas/11 , podíamos mentir tranquilamente/11
con esa lúcida inocencia/9 que acaba desmintiéndose a sí misma/11,
molida de vergüenza ante lo cierto/11, presagios, condiciones/7…
¿No recuerdas fumar furtivamente/11, la casa de madera sobre el árbol/11
detrás del cañaveral/8, junto a la acequia/5
canalizando/5 la brisa saturada/7 de luz en la mañana/7
y no tener memoria libre/9 ni criterio de amor para guardarlo/11?
¿No recuerdas deambular indistinguibles/13 la vida y la inconsciencia/7?
Al punto de inconsciencia —dilo tú/11— que no hubo, en realidad/7,
instante joven, sino ahora/9,
en forma de nostalgia de lo incierto/11.
Antes de proseguir, deseo aclarar que este desmembramiento se basa en una personal forma de entonación que no busca imponerse como tesis formal.
Así, pues, en cuanto a los detalles de la forma, encontramos un predominio de lo que algunos estudiosos llaman "el versículo endecasilábico" (ya Cernuda lo había practicado), que son yuxtaposiciones de metros imparisílabos, cuyas pausas quedan a cargo del lector hallarlas. Digo un predominio, porque he encontrado algunos versos cuyos acentos fundamentales (desde mi perspectiva de entonación) no caen dentro del patrón imparisílabo, lo cual podría considerarse como licencias o, en todo caso, un intento de incursionar en el difícil ritmo del multimétrico (combinación libre o intuitiva de metros pares e impares), donde las secuencias rítmicas se apoyan en recursos más sutiles del ingenio: anáforas, rimas internas, recursivas sintácticas, paralelismos semánticos, isotopías, etc., etc. El esclarecimiento de qué tipo de verso se trata no creo que se pueda dar fácilmente, ya que los puntos de vista de cada estudioso son muy complejos, muy personales, nada convencionales. En este poema yo me atrevo a decir que hay una mezcla de recursos métricos. Por ejemplo: en el segundo verso:
al bullicio que manaba/8 del primer bar de la noche/8
que evidentemente se trata de la yuxtaposición de dos versos octosílabos (versos pares), logra su armonía de conjunto gracias, justamente, al paralelismo métrico, a la repetida acentuación en la 3ª y 7ª sílabas (más allá del contrarritmo que crea el vocablo “bar”.
Sin embargo, en otro ejemplo hallado en la segunda estrofa, nos encontramos con un segmento que contrasta notoriamente con el predominio de segmentos endecasilábicos. Se trata de la imagen: en la madrugada/6, cuya acentuación en 5ª provoca una sensación de “salvedad”. No trae el “golpe” que el oído espera. La entonación se distorsiona un tanto, y lleva ese verso a un aprosamiento, si se me permite el término. Hecho que no desmerita en absoluto el poema; al contrario, lo siento como llevar el verso a lo más natural, a lo más libre.
Lo mismo ocurre en el segmento: “En aquel instante joven”/8, donde los acentos en 5ª y 7ª son marcadamente contrarrítmicos al planteo general de la estructura rítmica.
Y, en cuanto al último segmento marcado: “detrás del cañaveral”/8 , también ocurre el desplazamiento de la entonación, aunque es menos perceptible debido a la fuerte rima asonante: a-a.
Finalmente, podríamos percibir que el autor de este poema tiene un “hábito métrico” de componer, y que quizás nos encontramos frente a un interesante experimento que revitaliza el concepto de “poema multimétrico” (aunque en este caso sea con absoluta conciencia, lejos de la práctica de la prosa cortada). También se demuestra que la multimetría se puede lograr a partir de la costumbre métrica tradicional. Mezclar versos pares e impares con conciencia y razón valedera es una forma de composición que todavía no se ha afirmado en el mundo poético. Muchos lo han intentado (incluso, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez), pero no he comprobado que hayan logrado "naturalizar" este método.
Por otro lado, deseo señalar que la expresión poética, el lenguaje utilizado, en cuanto a esa intelectual forma de describir la realidad, me ha llevado a sentir un influjo cernudiano que, por supuesto, es positivo, ya que no se trata de una imitación simplista, sino de una suma lingüística a la riqueza de la propia voz poética.
En este ejemplar trabajo, donde se ha luchado denodadamente contra lo explícito (con total éxito), la estrofa final, el remate, se vuelve determinante para que el lector logre embeberse de la emoción, del placer estético. Realmente el autor ha logrado un cierre niquelado, no sólo por su lirismo, sino por su mensaje filosófico-existencial. El poema es un lujo para la poesía, pues ayuda a crecer al que se interese en estudiar el fenómeno psíquico de la composición poética: sus normas (que pueden ser creadas por el autor para cada poema), sus recursos enriquecedores, sus combates contra el desaliño lingüístico y semántico, y contra la pérdida del corpus, del hilo argumental.
Instante joven
En aquel instante joven el aire de la calle prendía nuestras risas
al bullicio que manaba del primer bar de la noche;
¡qué ojos pertinaces al deseo, qué fragua de sueños humeantes!
lejanos todavía nuestros cuerpos del áspero exterminio de los años.
¿No recuerdas dolernos de fruición ante un espejo,
la flor labial amarillenta, huyendo a su placer en la madrugada?
¿No recuerdas la carencia animal de perspectiva,
la ignorancia tenaz que nos salvaba y nos perdía?
En aquel instante joven, la delusoria mugre de lo serio aún no había
cubierto con su grasa las ideas, podíamos mentir tranquilamente
con esa lúcida inocencia que acaba desmintiéndose a sí misma,
molida de vergüenza ante lo cierto, presagios, condiciones…
¿No recuerdas fumar furtivamente, la casa de madera sobre el árbol
detrás del cañaveral, junto a la acequia
canalizando la brisa saturada de luz en la mañana
y no tener memoria libre ni criterio de amor para guardarlo?
¿No recuerdas deambular indistinguibles la vida y la inconsciencia?
Al punto de inconsciencia —dilo tú— que no hubo, en realidad,
instante joven, sino ahora,
en forma de nostalgia de lo incierto.
Ensayaremos la aprehensión de este poema, tratando de alcanzar los detalles de la génesis que lo han creado, considerando que esta obra ha nacido en una época donde los cánones formales ya no son los rigurosos preceptos tradicionales, sino una amplia libertad para encontrar el ritmo adecuado al contenido, a la temática, al mensaje. Una libertad que, sin embargo, exige una gran responsabilidad, un mayor esmero de prolijidad lingüística, lejos de la práctica del caos métrico, ya que el ritmo, más aún se vuelve esencial hoy día para el acabado del corpus poético. Y una época donde el fondo del poema se encuentra de vuelta de las corrientes que buscaban distanciarse de la brida de la razón (surrealismo, creacionismo, etc.), para encarar un contenido lúcido, con un gran equilibrio entre fondo y forma, entre conciencia e intuición. Es decir, nos encontramos frente a un poema cuya comprensión puede ser compartida, sin caer en esa creencia de que la interpretación es personal e intrasferible.
En Instante joven existe mucha riqueza técnica y profundidad semántica. El tema, ciertamente, es recurrente: trata sobre el tempus fugit, en su esencia; pero, lo novedoso es que aquí el poeta propone la conciencia desde el presente, sin lamentos, sino como una revelación de que la pérdida se hace realidad en el ahora (desde luego que no sería bueno vivir pensando que los instantes son sólo instantes. Lo bueno es vivir intensamente los instantes, pese a su carácter efímero). Justamente, lo que hace valioso aquellos instantes es el hecho de que lo vivíamos como si nunca fuesen a perderse. En el fondo, se trata de un maravilloso sentimiento de amor por la vida, y un reconocimiento de que esa “vida vivida” es una valoración en la memoria y nunca una pérdida insoslayable.
Para ahondar el estudio sobre la forma de este poema, haremos una escansión de los versos:
En aquel instante joven el aire/11 de la calle prendía nuestras risas/11
al bullicio que manaba/8 del primer bar de la noche/8;
¡qué ojos pertinaces al deseo/11, qué fragua de sueños humeantes/9!
lejanos todavía nuestros cuerpos/11 del áspero exterminio de los años/11.
¿No recuerdas dolernos de fruición/11 ante un espejo/5,
la flor labial amarillenta/9, huyendo a su placer/7 en la madrugada/6?
¿No recuerdas la carencia animal/11 de perspectiva/5,
la ignorancia tenaz que nos salvaba/11 y nos perdía/5?
En aquel instante joven/8, la delusoria mugre de lo serio/11 aún no había/5
cubierto con su grasa las ideas/11 , podíamos mentir tranquilamente/11
con esa lúcida inocencia/9 que acaba desmintiéndose a sí misma/11,
molida de vergüenza ante lo cierto/11, presagios, condiciones/7…
¿No recuerdas fumar furtivamente/11, la casa de madera sobre el árbol/11
detrás del cañaveral/8, junto a la acequia/5
canalizando/5 la brisa saturada/7 de luz en la mañana/7
y no tener memoria libre/9 ni criterio de amor para guardarlo/11?
¿No recuerdas deambular indistinguibles/13 la vida y la inconsciencia/7?
Al punto de inconsciencia —dilo tú/11— que no hubo, en realidad/7,
instante joven, sino ahora/9,
en forma de nostalgia de lo incierto/11.
Antes de proseguir, deseo aclarar que este desmembramiento se basa en una personal forma de entonación que no busca imponerse como tesis formal.
Así, pues, en cuanto a los detalles de la forma, encontramos un predominio de lo que algunos estudiosos llaman "el versículo endecasilábico" (ya Cernuda lo había practicado), que son yuxtaposiciones de metros imparisílabos, cuyas pausas quedan a cargo del lector hallarlas. Digo un predominio, porque he encontrado algunos versos cuyos acentos fundamentales (desde mi perspectiva de entonación) no caen dentro del patrón imparisílabo, lo cual podría considerarse como licencias o, en todo caso, un intento de incursionar en el difícil ritmo del multimétrico (combinación libre o intuitiva de metros pares e impares), donde las secuencias rítmicas se apoyan en recursos más sutiles del ingenio: anáforas, rimas internas, recursivas sintácticas, paralelismos semánticos, isotopías, etc., etc. El esclarecimiento de qué tipo de verso se trata no creo que se pueda dar fácilmente, ya que los puntos de vista de cada estudioso son muy complejos, muy personales, nada convencionales. En este poema yo me atrevo a decir que hay una mezcla de recursos métricos. Por ejemplo: en el segundo verso:
al bullicio que manaba/8 del primer bar de la noche/8
que evidentemente se trata de la yuxtaposición de dos versos octosílabos (versos pares), logra su armonía de conjunto gracias, justamente, al paralelismo métrico, a la repetida acentuación en la 3ª y 7ª sílabas (más allá del contrarritmo que crea el vocablo “bar”.
Sin embargo, en otro ejemplo hallado en la segunda estrofa, nos encontramos con un segmento que contrasta notoriamente con el predominio de segmentos endecasilábicos. Se trata de la imagen: en la madrugada/6, cuya acentuación en 5ª provoca una sensación de “salvedad”. No trae el “golpe” que el oído espera. La entonación se distorsiona un tanto, y lleva ese verso a un aprosamiento, si se me permite el término. Hecho que no desmerita en absoluto el poema; al contrario, lo siento como llevar el verso a lo más natural, a lo más libre.
Lo mismo ocurre en el segmento: “En aquel instante joven”/8, donde los acentos en 5ª y 7ª son marcadamente contrarrítmicos al planteo general de la estructura rítmica.
Y, en cuanto al último segmento marcado: “detrás del cañaveral”/8 , también ocurre el desplazamiento de la entonación, aunque es menos perceptible debido a la fuerte rima asonante: a-a.
Finalmente, podríamos percibir que el autor de este poema tiene un “hábito métrico” de componer, y que quizás nos encontramos frente a un interesante experimento que revitaliza el concepto de “poema multimétrico” (aunque en este caso sea con absoluta conciencia, lejos de la práctica de la prosa cortada). También se demuestra que la multimetría se puede lograr a partir de la costumbre métrica tradicional. Mezclar versos pares e impares con conciencia y razón valedera es una forma de composición que todavía no se ha afirmado en el mundo poético. Muchos lo han intentado (incluso, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez), pero no he comprobado que hayan logrado "naturalizar" este método.
Por otro lado, deseo señalar que la expresión poética, el lenguaje utilizado, en cuanto a esa intelectual forma de describir la realidad, me ha llevado a sentir un influjo cernudiano que, por supuesto, es positivo, ya que no se trata de una imitación simplista, sino de una suma lingüística a la riqueza de la propia voz poética.
En este ejemplar trabajo, donde se ha luchado denodadamente contra lo explícito (con total éxito), la estrofa final, el remate, se vuelve determinante para que el lector logre embeberse de la emoción, del placer estético. Realmente el autor ha logrado un cierre niquelado, no sólo por su lirismo, sino por su mensaje filosófico-existencial. El poema es un lujo para la poesía, pues ayuda a crecer al que se interese en estudiar el fenómeno psíquico de la composición poética: sus normas (que pueden ser creadas por el autor para cada poema), sus recursos enriquecedores, sus combates contra el desaliño lingüístico y semántico, y contra la pérdida del corpus, del hilo argumental.