Pablo Ibáñez escribió:Julio,
un placer volver a leer aquí esta brillante propuesta que adorna, entre otras joyas, tu magnífico libro. Me gusta mucho la manera cómo interpretas la psicología del dios, cómo te pones en su piel y asumes sus deberes para con el hombre. Esta manera distinta de ver asuntos trascendentes de suyo, desde una cotidianidad muy humana, establece una confusión vertiginosa sobre el tema eterno de la divinidad. ¿Qué piensa un dios? Debe pensar en algo, pues tan parecido es a nosotros. ¿Cómo asume sus obligaciones? "¿Por qué asumir una cuenta tan larga?"
El poema bien podría haberse encuadrado en el capítulo de "Confusiones", pero su militancia en "Designios" da una nueva pista al lector para interpretarlo. En efecto, la respuesta final a esas preguntas fija el designio: "no lo hago por ti..." El dios actúa impelido por su propia condición, su propia naturaleza, también parece atrapado. Es como el alacrán que pica a la rana en medio del río. La divinidad pierde así su omnibenevolencia, es un agente más despojado de libre albedrío, atrapado en su propio designio. Y uno puede seguir metiendo así la mano en el saco y nunca llegará al fondo.
Un abrazo, Julio.
Estupenda disertación, amigo Pablo. En cuanto a la ubicación del poema dentro del libro "Lucernarios" -en éste como en otros casos- también me surgieron algunas dudas y es cierto que podrían intercalarse. Tal vez, como bien apuntas, todos participan de más de una característica, aunque alguna sobresalga más que otras. Es, en fin, un destino errante. Pero has acertado en la última razón de insertarlo en "los designios" con todas sus consecuencias. Así ha sido.
Con un abrazo.
Salud.